Vouchers educativos: El dinero sigue al alumno
Hoy, en momentos en que una gran mayoría de argentinos acaba de reafirmar en las urnas su voluntad de continuar transitando un rumbo nuevo y mejor, la experiencia de Texas ofrece una hoja de ruta concreta para hacerlo también en el terreno educativo; para combinar libertad y eficiencia en la educación. Veamos los hechos.
El pasado 3 de mayo, el gobernador de Texas, Greg Abbott, cumplió una de sus promesas más emblemáticas al firmar la Texas Education Freedom Act, una ley que crea el programa Texas Education Freedom Accounts, el más ambicioso sistema de education savings accounts de los Estados Unidos. Según el comunicado oficial del gobierno texano, se trata del “lanzamiento de elección escolar más grande en la historia de EE. UU.”. La ley permite que las familias utilicen fondos públicos para cubrir matrícula en escuelas privadas, tutorías, transporte, educación en casa o materiales educativos. Es un cambio profundo de paradigma: los recursos públicos dejan de estar ligados a las instituciones para acompañar a cada alumno.
Hace pocos días, el 6 de octubre, se oficializó el programa bajo la denominación TEFA y designó a la empresa Odyssey como operadora encargada de desarrollar y administrar la plataforma digital que gestionará las cuentas, verificará los gastos y garantizará la trazabilidad de cada pago. Las solicitudes estarán disponibles desde febrero de 2026 y el programa comenzará a funcionar plenamente durante el ciclo 2026-2027, con montos que alcanzarán hasta 10.500 dólares por alumno, 30.000 dólares para estudiantes con discapacidad y 2.000 dólares para quienes opten por home schooling.
Con más de 5,3 millones de estudiantes, Texas se convirtió en el estado más grande de EE. UU. en implementar un sistema de vouchers educativos de alcance universal, un hecho que -según Reuters- marca “un punto de inflexión histórico en la política educativa norteamericana”. Por su parte, Associated Press, coincidió en describir la medida como “un experimento educativo de gran escala que podría redefinir la manera en que los estados financian la educación en Estados Unidos”.
En esencia, el programa redefine el papel del Estado: no financia instituciones, financia oportunidades. Las education savings accounts funcionan como cuentas individuales de uso específico, donde cada familia administra los fondos que le corresponden y los aplica exclusivamente a gastos educativos aprobados y auditados en línea. El modelo combina libertad, transparencia y responsabilidad, utilizando tecnología para asegurar el control público de cada transacción.
El caso de Texas ofrece lecciones relevantes para cualquier país que busque renovar su sistema educativo. La clave radica en la combinación de visión y ejecución: una idea de libertad acompañada de reglas claras, controles estrictos y una infraestructura moderna que hace posible la gestión eficiente de recursos públicos orientados directamente a las familias.
En la Argentina, donde los resultados educativos se deterioran y la desigualdad de oportunidades crece, este modelo merece atención. No se trata de importar una política ajena, sino de adaptar su lógica: permitir que el financiamiento educativo siga al estudiante y no a la estructura.
Provincias como Córdoba, Mendoza o la misma Ciudad Autónoma de Buenos Aires, podrían desarrollar un plan piloto de cuentas educativas, focalizado en familias de bajos ingresos o en alumnos que asisten a escuelas con bajo rendimiento. Las transferencias podrían realizarse a través de una plataforma digital auditada, con uso limitado a servicios educativos registrados y control público permanente.
La experiencia texana demuestra que el Estado puede ser garante de la libertad si confía en la capacidad de las familias para decidir. En lugar de uniformar opciones, amplía oportunidades; en vez de imponer un único modelo, crea un ecosistema diverso donde cada niño puede acceder a la educación que mejor responda a sus necesidades.
Replicar esa lógica -con prudencia fiscal, transparencia y evaluación rigurosa- en provincias argentinas sería dar un paso concreto hacia una educación más justa y libre. Porque, como enseña Texas, la verdadera inclusión no consiste en igualar desde arriba, sino en brindar a todos la posibilidad de elegir su propio camino hacia el aprendizaje, con la confianza en que la libertad, bien acompañada, puede ser la forma más genuina de equidad.
El autor es Rector de la Universidad del CEMA y Miembro de la Academia Nacional de Educación.
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