¿Qué legitima a un gobierno?
Pregunta capciosa: ¿qué legitima a un gobierno? La mayoría responderemos de inmediato que la legitimidad de un gobierno se asegura por el consentimiento popular en alguna forma de dictamen mayoritario.
Pero si respondemos basándonos exclusivamente en la mecánica de un procedimiento de votación, la mayoría de los gobiernos son ilegítimos. Según el Índice de Democracia 2016 de The Economist Intelligence Unit, solamente 19 de 167 países estudiados pueden considerarse completamente democráticos. También es importante recordar que Adolfo Hitler y otros déspotas recibieron votos mayoritarios.
Además, si el consentimiento del pueblo es lo determinante en la legitimidad de un gobierno, eso plantea preguntas políticas como: ¿debemos hacer negocios o tener relaciones diplomáticas con gobiernos ilegítimos? O más filosóficamente: ¿se requiere democracia para que un gobierno sea legítimo?
Aquí enfrentaré solamente la pregunta normativa fundamental: ¿qué legitima a un gobierno? Aclaro: no se pregunta sobre la autoridad del gobierno. Los gobiernos despóticos ejercen autoridad sin ser legítimos.
La teoría moderna del “consentimiento de los gobernados” comienza con el filósofo británico John Locke, quien argumentó en su Segundo Tratado que ningún gobierno es legítimo sin el consentimiento de los gobernados, y que ese consentimiento solo puede expresarse mediante decisión mayoritaria.
Entonces, si un gobierno viola derechos fundamentales —Locke se preocupaba principalmente por los derechos de propiedad— el pueblo tiene derecho a reemplazarlo. Menos de un siglo después, los conceptos de Locke se reiteraron en la Declaración de Independencia de Estados Unidos.
Una fuente mucho más antigua de legitimidad gubernamental es el derecho divino de los reyes: un mandato donde el cielo concede al gobernante el derecho a gobernar, como en las dinastías o monarquías. La dinastía Saud, que gobierna Arabia Saudita desde el siglo XVIII, es un ejemplo contemporáneo.
El concepto utilitario de las “consecuencias beneficiosas” es otra filosofía utilizada para legitimar gobiernos; en este caso, en base a su utilidad. Según este criterio, la legitimidad de un gobierno depende de si fomenta la felicidad de la ciudadanía.
El gobierno dictatorial del general chileno Augusto Pinochet se presenta a menudo como ejemplo de las “consecuencias beneficiosas”. Pinochet asumió el poder mediante un golpe de Estado que derrocó al gobierno socialista democráticamente electo de Salvador Allende.
El gobierno militar de Pinochet implementó políticas de liberalización económica que lograron lo que fue descrito como el “milagro chileno”, donde el país se convirtió en la economía de mejores resultados en América Latina durante gran parte de la década de 1990.
Bajo esta teoría, un buen resultado —comoquiera que se defina— crea las bases de legitimidad, y no se necesita democracia para la legitimidad política.
Otra fuente propuesta de legitimidad del poder es gobernar por virtud o carisma. En el sistema confuciano de jerarquía moral, se supone que el emperador es el hombre más virtuoso del planeta. Según Platón, la razón y el conocimiento constituyen la base para reclamar legitimidad política, y solo los filósofos deberían gobernar por su capacidad para entender racionalmente.
Los estados comunistas, incapaces de legitimar su gobierno mediante el consentimiento de los gobernados, defienden que la legitimidad surge de la lógica de la ideología marxista. La doctrina se convierte en la fuente de legitimidad, haciendo innecesario el consentimiento popular. Es una forma de razonamiento circular en la que el gobierno legitima al gobierno.
La legitimidad es vital para justificar el uso que hace el Estado de poderes coercitivos y establecer nuestra aceptación de obedecer. Sin legitimidad, el gobierno ejerce el poder injustificadamente y no hay obligación de obedecerlo. Solo las autoridades legítimas crean obligación de obediencia. La legitimidad no depende necesariamente de las teorías mencionadas, sino de si un régimen protege nuestros derechos naturales. El rol del gobierno es crear y mantener una sociedad que respete esos derechos.
Un gobierno que no los proteja es ilegítimo. El único gobierno legítimo es aquel que garantiza nuestros derechos individuales, incluyendo el derecho a consentir en ser gobernados.
El ultimo libro del autor es “Reflexiones sobre la libertad”.
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