El electricista que desafió a un imperio

Antes de viajar a Polonia, conversé con mi amigo y hermano en libertades y derechos Alexis Ortiz sobre mi plan, sugiriéndome de inmediato tratar de visitar a Lech Walesa, histórico líder del sindicato Solidaridad, que para una parte de nuestra generación no ha dejado nunca de ser un héroe en la lucha contra todas las formas que es capaz de adoptar el letal camaleón del marxismo.
Nuestro afán, del doctor Daniel Pedreira, Kemel Jamis y de este servidor, era ver y conocer todo lo más posible sobre Varsovia. Lo mismo haríamos a nuestra llegada a Cracovia dos días después, visitando el campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau, tal vez el recinto donde mejor manifestaron su sadismo los seguidores de Adolfo Hitler.
Salimos a caminar y quedamos impresionados. Avenidas amplias, pulcritud en las personas y las calles y un respeto al pasado de lucha y sacrificio que nos impactó. Ambas ciudades —imagino que todo el país— tributan a la memoria de sus héroes, quienes se vieron obligados a luchar contra una miscelánea de imperios despiadados, entre los que destacan el Tercer Reich y los Kremlin del zarismo y el soviético.
Disfrutamos el caminar que nos trajo un cansancio terrible. Comimos espléndidamente, apreciando siempre que la papa ocupaba un lugar de honor en todas las comidas, y conocimos del rechazo que las personas profesan al coronel de la KGB, Vladimir Putin.
Aún más, supimos de situaciones que no se leen en la prensa, y es que, según los comentarios, Rusia está promoviendo incendios en varios lugares del país como parte de un proceso de desestabilización.
Después de todo lo que escuché, confirmé mi opinión de que los polacos están convencidos de que Moscú va a atacar a su país más temprano que tarde y que ellos están esperando con gusto esa oportunidad para saldar viejas cuentas.
Rápidamente tuve la oportunidad de indagar con una guía que hablaba un español de lujo sobre qué opinaban los polacos sobre Walesa. Ella me miró con una expresión que podría decir de sorpresa e intuí que lo que venía no era nada positivo.
Repreguntándole si los polacos se parecían a los cubanos en lo del cubo y los cangrejos, curiosa dijo: “Explíqueme qué es eso, por favor.”
Le espeté el cuento de que cuando un cangrejo estaba al borde de salir del cubo, el que estaba más abajo tiraba de él para que no saliera, a lo que respondió: “Sí, los polacos nos parecemos a los cangrejos cubanos.”
Tomando la conversación un giro más formal, nos explicó que cuando Lech Walesa asumió la presidencia cometió errores que la población no olvidaba. Ese era el problema. A lo que respondí que los errores, de la categoría que hayan sido, deberían ser corregidos.
Pero que, con independencia de esas culpas, Lech Walesa era un líder mundial, un hombre que, cuando todos callaban por miedo o intereses, tuvo el coraje moral y físico para atacar a un monstruo despiadado como lo fue el poder soviético.
Walesa se formó como electricista y mecánico. En su juventud trabajó en un astillero en Gdansk. Nunca dejó de criticar la administración de su centro laboral y menos al sistema comunista, participando en la huelga que tuvo lugar en los astilleros en 1970. En 1976 fue despedido por sus actividades políticas.
Walesa, como todos los grandes de la historia, no se arredró, desbrozando el camino para Polonia y todos los países bajo el poder omnímodo del Partido Comunista de la Unión Soviética, aunque nunca dejó de estar consciente de que sus enemigos mataban, como sucedió con el sacerdote Jerzy Popiełuszko.
En 1980 se subió a la carroza de la historia al asumir la posición de portavoz del sindicato Solidaridad, el primer sindicato independiente en el imperio soviético. Fue arrestado, olvidado en una celda cualquiera por varios meses. Sin embargo, su ejemplo cundió, creció y se extendió, incluyendo una lejana isla a la que había llegado el estigma del marxismo de la mano de Fidel Castro.
El líder obrero no cejó en su lucha contra el falso paraíso de los trabajadores, mereciendo ser honrado por todos los que hemos sufrido la crueldad soviética, con independencia de los errores en los que hubiera incurrido.
No debemos mirar a Lech Walesa como un héroe polaco, como lo fuera Ignacy Jan Paderewski, sino como una figura de dimensión mundial.
El autor es periodista.
- 23 de junio, 2013
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- 15 de noviembre, 2019
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