¿Por qué es adecuada la especulación? (II)

Continuando con el artículo anterior sobre “la especulación”, y por qué es tan saludable como necesaria para el funcionamiento de la sociedad, proseguiremos con la tarea de desmitificar a “este personaje perverso” que, muy por el contrario, tanto ayuda dentro del proceso de coordinación social.
Al especulador se le imputa la culpa del “incremento de precios”, cuando éste con su accionar contribuye precisamente a evitar que sigan elevándose. ¿Cómo puede ocurrir esto último? Los precios reflejan lo que acontece en el mundo real, y por tanto, al elevarse revelan la escasez relativa de un bien, lo que dicho en otras palabras, se refiere a un problema de oferta (escasez por algún motivo) o un súbito incremento de la demanda (ejemplo: deseo de mascarillas durante la pandemia). Por tanto, al incorporar el “especulador” el bien o artículo que “guardó en el pasado”, en espera de una ganancia extraordinaria, se introduce en el mercado una existencia adicional que contribuye al incremento de la oferta… dando lugar de esta manera, a la contención de los precios (evitar una escalada mayor).
Sin embargo, ello no termina ahí, dado que esta forma de obrar es adoptada por muchos otros previsores (especuladores), se promueve con este comportamiento el retorno paulatino de los precios, a la situación previa, al problema experimentado.
Cuando castigamos o condenamos este comportamiento, destruimos de hecho el elemento coordinador, y mecanismo de solución que da lugar a que la gente cuente con el bien que experimenta problemas de escasez relativa. Su deseo, aquel que poseemos todos, de ganar más y lucrar en medio de “las nuevas realidades” es parte de la solución, no del problema.
Esta compulsa instintiva que nos lleva a señalar el aprovechamiento de las necesidades de otros, como algo intrínsecamente malo, no nos permite ver que eso es precisamente lo que da lugar a la cooperación social. El abogado, aprovecha la necesidad de su cliente que está tras las rejas, el cardiólogo que su paciente acaba de tener un infarto, el pintor de autos el accidente automovilístico, quien vende agua la sed del prójimo, y el profesor nuestra ignorancia.
Finalmente, y qué pasa si se quiere “aprovechar de más” … enhorabuena, pues esto motivará a muchos otros a sumarse a la competencia “por hacer dinero”, con lo cual como resultado de esta competencia tendremos el problema en cuestión, solucionado. ¡Qué viva la especulación carajo!
El autor es economista, PhD (c) en Ciencias Sociales y Jurídicas por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, España y máster en Economía de la Escuela Austriaca. Es liberal, vive en Guayaquil y es director ejecutivo del Instituto Ecuatoriano de Economía Política (IEEP).
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