Burocracia
“Buenos días, vengo para un trámite que necesito sacar y en este momento”. Le presento a la dependiente los papeles para hacerlo. Me responde con cara impaciente o aburrida: “Mire, en este momento no está disponible la supervisora para hacer el trámite. Si quiere, vaya la próxima ventanilla, donde lo pueden atender”. Me alejo, no sin antes protestar que ya he hecho cola y no me queda más que volver a hacer otra cola, igual o más larga, para buscar algo de acción con mi trámite y lograr la consabida firma del supervisor.
Cuando después de hacer cola puedo hablar con el supervisor, este me dice, “…pero es que no ha hecho todo el trámite completo, necesita regresar otro día y empezar de nuevo, pues acá ya mismo nos vamos a almorzar, y usted ya sabe todos tenemos que comer”. Tiemblo de pensar que tengo que volver a hacer la fila. Son casi 3 horas que he perdido haciendo fila y trámites. Después de unos días regreso a hacer el mismo trámite. Y otra vez la misma historia. Así van pasando los días, las horas, las semanas. Y sigo de ventanilla en ventanilla y de supervisor en supervisor.
Esto que les acabo de relatar es lo más normal cuando uno va a hacer un trámite en cualquier ventanilla pública donde le toque hacerlo. El sector privado no está exento de estas dificultades, es un problema constante. La burocracia parece que solamente se multiplica, que sólo crece y crece y crece, como los conejos cuando uno encierra un casal en una jaula. ¿Y el tiempo de los usuarios? Pues eso es lo de menos. Lo importante es cumplir con los trámites. Lo importante es pedirle permiso a la autoridad. Lo importante es que se cumplan los procedimientos y los procesos. Los políticos siempre siguen y continúan hablando constantemente de cómo beneficiar a la comunidad, y cómo tomar medidas y cambiar las leyes y los reglamentos para beneficiar a uno u otro estamento de la sociedad, sobre la necesidad de regular, de reglamentar lo que no está reglamentado, de permitir lo que nadie tiene que regular o reglamentar. El Estado en su inmensa y sabionda sabiduría, es capaz de decirnos ¿qué es lo que estamos haciendo bien y qué es lo que estamos haciendo mal? Nada se puede hacer si no hay el permiso del Estado, por lo menos en la concepción normativista de Hispanoamérica.
Hace pocos días leíamos la noticia de que Donald Trump, en su nuevo Gobierno, nombraría a Elon Musk y a Vivek Ramasway para que lideren el nuevo departamento de eficiencia gubernamental, mejor conocido como DOGE, por sus siglas en inglés. Este departamento tendría por objetivo reducir la burocracia y los procesos necesarios para lograr resolver trámites y hacer más eficiente la labor del gobierno. Tal vez este es uno de los nombramientos más sorprendentes, pues no solamente implica poner a dos conocidas figuras y críticos de la burocracia americana y su gasto abominable adelante de un departamento que va a tratar de reducir los procesos y la burocracia necesaria para lograr la aprobación de trámites, sino que, en otras palabras, deberán hacer los cambios necesarios para que el gobierno sea más eficiente y menos costoso. Elon Musk ha sido testigo directo y víctima de la burocracia. Sus empresas son víctimas constantes de regulaciones medioambientales que muchas veces no tienen sentido. Se habla de que los Estados Unidos ha perdido competitividad frente a China por la mano de obra barata y el dumping, pero la realidad es que es sumamente caro producir en los países desarrollados por la excesiva regulación y que el problema no es la mano de obra barata o el dumping, el problema es que toma demasiado tiempo hacer algo en los países desarrollados. En lugares como China, en cambio, en poco tiempo y con poco trámite se hacen muchas cosas.
Una de las ventajas de vivir en un país desarrollado es el cumplimiento del Estado de Derecho y las normas. ¿En qué se ha convertido hoy en día esta ventaja? Pues en su principal desventaja, ya que el cumplir con todas estas normas que se han multiplicado exponencialmente se ha vuelto un suplicio que afecta la productividad. Las normas y la burocracia casi siempre son bien intencionadas, pero si no son controladas, crecen y crecen, y hacen que países como Estados Unidos o los que forman la Unión Europea sean más ineficientes. Un análisis hecho por la Florida International University (FIU), del Índice de burocracia del 2024, (en español) indica que los permisos para abrir una empresa y para mantener en funcionamiento una empresa son sumamente onerosos en muchos países de Iberoamérica. Ellos hacen un análisis de aproximadamente 15 países, donde se ve que hay algunos donde el costo de abrir una empresa puede costar cientos de miles de dólares. Y mantenerlas abiertas puede rondar por similares cifras. Hay países en los cuales, medido en horas necesarias para cumplir las normas, puede tomar gran parte del año el tener una empresa abierta. El muestreo que hace el estudio incluye países que no son tan desarrollados económicamente, pero los costos de abrir las empresas son relativamente bajos debido a su bajo costo de mano de obra, pero los problemas de ellos están en otros órdenes en el ámbito laboral. Están en el orden de falta de capital por falta de políticas y a favor de la protección del capital, de las empresas y de su capacidad de proteger mediante el estado de derecho a sus ciudadanos. Lamentablemente, este estudio no incluye los Estados Unidos. Sería interesante tener también a los Estados Unidos y China en este estudio, para saber y tener un punto de referencia sobre lo que pasa en esos países con respecto a Iberoamérica.
La burocracia es casi como una casta o clase social, que encuentra siempre la manera de volver a crecer, y a crecer y a crecer. En el sector privado, Jack Welch se hizo famoso por eso. General Electric compraba empresas, las integraba con la empresa principal y reducía burocracia, haciéndolas más eficientes. Pero en el sector privado siempre está la competencia y el riesgo de ideas nuevas que hagan que las empresas pierdan dinero o se vuelvan irrelevantes si no controlan a la burocracia. Cuando nos quejamos de la burocracia en el sector privado, en realidad es una situación que se da por las regulaciones y normas que impone el gobierno en las empresas y por lo tanto estas se ven forzadas a aumentar su burocracia interna para cumplir con la normativa del gobierno. Así lo veía Ludwig Von Mises en su libro “Burocracia”, donde hace un estudio de lo que es la misma. Por extraño que parezca, él veía la burocracia como algo que ayudaba a organizar el trabajo en ausencia de un mecanismo de precios. La burocracia en el sector privado, de acuerdo con lo que él pensaba, se da por la influencia de la burocracia pública para resolver requerimientos legales que venían del sector público.
Javier Milei es el político de la actualidad que ha popularizado el concepto de la excesiva burocracia. Milei aparece en una clase donde lista los ministerios y enumera cuáles son los que deberían de realmente existir. Con su clásico grito “afuera, afuera” cada vez que levanta un sticker, va reduciendo la burocracia.
Por otro lado, John Stuart Mill creía que los reinados eran burocracias, que eran una forma de gobierno distintiva diferente de la democracia representativa. Eran y de esa forma anticipó, creo yo, lo que ahora se llama, en tono conspirativo, el deep state, el estado profundo. La burocracia no era ni buena ni mala. Tal como la visión de Mises, era necesaria para los procesos del estado en ausencia de un mecanismo de precios. La pregunta por supuesto es, era y será siempre cuánta burocracia es necesaria para que no entorpezca el desarrollo económico y permita el funcionamiento del estado.
En cierta forma, el éxito de las reformas para Trump y cualquier gobernante que medianamente crea que es importante el desarrollo económico de un país para aumentar el bienestar de sus ciudadanos, dependerá de que las reformas lidien con esta casta, la burocracia. Es difícil lidiar con la burocracia, pues siempre vela por sus propios intereses, y, por lo tanto, es saludable cuando los políticos, de tiempo en tiempo, buscan limitarla a su mínima expresión necesaria para llevar a cabo una labor o un trámite. La burocracia es como un árbol o un arbusto que está ahí, casi como un adorno, que provee la fuerza de trabajo del estado. Es parte del funcionamiento del Estado, pero cada cierto tiempo necesita ser podado o reorganizado, para que funcione adecuadamente y se vea adecuadamente. Es un tema que debería de interesar a los políticos de izquierda y derecha, los de la izquierda, para que los recursos públicos vayan a los más necesitados y no se desperdicien en burocracia. Y en el caso de los políticos de la derecha pues para que operen el Estado y que el Estado esté al servicio de la comunidad, proveyendo seguridad y justicia, y que los privados no se vean constantemente desanimados en sus emprendimientos por el exceso de burocracia y de trámites innecesarios para operar. Con exceso de burocracia en Hispanoamérica no vamos a desarrollarnos y en Estados Unidos y los países desarrollados nunca podrán competir con otros que tienen controlada la burocracia.
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