Como señala una nota de Clarín del pasado martes 16/9, de aprobarse la Ley de Presupuesto, en virtud de su artículo 27, se suspenderá, por un año, la obligación que tiene el Estado de invertir en educación el 6% del PBI. Esta obligación surge de la Ley de Educación Nacional vigente desde 2006, pero en los hechos cumplida solamente en 2015. Como era de esperar, esta decisión generó las más variadas críticas de diversos referentes del arco opositor.
Sin embargo, como remarca en dicha nota Mariano Narodowski: “Guste o no, Milei muestra lo que estaba oculto, suspendiendo por ley y acotando a un año solo y no a 14 como los gobiernos anteriores. Esta emergencia será virtuosa si en 2026 se implementa un plan serio de inversión, que aplique el 6% del PBI para educación y que asegure que los fondos lleguen eficientemente a las escuelas, los docentes y los estudiantes”.
Es claro que tiene razón. En septiembre de 2013, publiqué en este mismo espacio la primera de dos notas las cuales centraban su atención en el uso del presupuesto educativo, más allá de su magnitud. La nota titulada: “En educación el presupuesto no lo es todo,” lo ilustraba con el caso de Polonia, el cual es tan relevante hoy como lo fue hace más de 10 años. Veamos los hechos.
Por entonces, Corea y Finlandia, líderes mundiales en educación, según la información generada por los exámenes PISA, llevaban años invirtiendo en el área, pero como señalaba BBC News, ningún otro país europeo había progresado tanto, desde 2000 hasta ese entonces, como lo había hecho Polonia, quien invertía en educación alrededor del 5% de su PBI.
Zbigniew Marciniak, ministro de Educación polaco en el año 2000, señaló que Polonia utilizó la información provista por la primera ronda de exámenes PISA para dar impulso a la reforma lanzada en 1999: “Sabíamos que teníamos problemas, pero la primera ronda de exámenes PISA nos mostró la magnitud de los mismos”.
En 1999, Polonia modificó el programa de estudios, el sistema de evaluación de los alumnos y los niveles mínimos que se les exigía. También cambió el proceso de formación y la carrera docente. Tres años después, en la ronda de PISA 2003, Polonia mostró una clara mejoría, la cual se corroboraría en las rondas 2006 y 2009. Hoy Polonia es un ejemplo de cómo un país pudo en tan sólo 10 años revertir su realidad educativa, reduciendo drásticamente el número de estudiantes de bajo rendimiento a pesar de invertir en educación menos que países mucho más ricos, transformándose en un país líder en las evaluaciones PISA; su rendimiento en las rondas 2018 y 2022 así lo atestigua.
Por ello, como bien señala la secretaría de Educación Nacional: “La crisis educativa argentina tiene un historial de gastos de recursos dispersos en sucesivos programas educativos que redundaron poco en la mejora de los aprendizajes. Más que pensar en un número fijo, es importante invertir mejor”. Es imposible no coincidir con esta apreciación, el presupuesto no lo es todo; Polonia bien lo demuestra, su uso también importa.
Es hora de que en nuestro país la educación deje de ser tapa de los diarios por los días de clase perdidos en virtud de paros docentes, por las tomas de colegios por parte de alumnos que impiden su propia educación, y por otros tantos temas distantes de la calidad educativa y la exigencia académica; de ser así y dándole un mejor uso al presupuesto educativo, no hay motivo para que la Argentina no se convierta en la Polonia de la próxima década.
El autor es Rector de la Universidad del CEMA y Miembro de la Academia Nacional de Educación.
@edzablotsky