La gestión pública y Milei
La palabra gestión proviene del latín “gestio”, entendiéndola como acción de llevar a cabo. Se la relaciona con “gesta” y “gestación” en el sentido de lo que se realiza. En el diccionario de la RAE se la define como acción y efecto de administrar.
Ahora bien, esa gestión se puede desarrollar en el ámbito privado o público. En el privado abarca actividades, planificaciones y estrategias con el objetivo de organizar un comercio, una empresa o una ONG para lograr resultados buscados. Para tal tarea se deben administrar recursos humanos y económicos con la mayor eficiencia posible. En el sector público, la gestión está enfocada en administrar esos recursos dentro de la órbita del Estado (nacional, provincial y municipal) para satisfacer a la sociedad en temas de seguridad, justicia, defensa, educación y salud. Al menos así debería ser puesto que el ámbito económico tendría que estar en manos de gestiones privadas y no del Estado en razón que este no ha sido creado para tener funciones que son naturales de las empresas o de quienes se dediquen a algún comercio.
La gran diferencia entre ambas gestiones es que la privada administra los referidos recursos con su propio dinero, en cambio la pública lo hace con dinero ajeno a través de impuestos y tasas que es de los contribuyentes. La privada asume los riesgos de su emprendimiento, pudiendo ganar o perder. La púbica no asume los riesgos de su gestión, se los hace asumir a los mismos contribuyentes que le dieron el dinero compulsivamente –vía tributos- para los fines indicados ut supra.
Deteniéndonos en el análisis de la gestión pública, la misma debería ordenar sus cuentas teniendo como punto de referencia inicial los tributos que se imponen conforme lo enmarcado en el sistema tributario que rige. En Argentina esta recaudación se ha convertido en un saqueo que se funda en leyes que resultan arbitrarias, irrazonables y muchas de ellas confiscatorias. Ese “terrorismo fiscal” hasta la época actual ha sido consentido por la sociedad. Esa pasividad social enferma a los individuos con el llamado “síndrome del esclavo satisfecho”, es decir en una aparente satisfacción ante una situación de sumisión a pesar de su insatisfacción interior.
Ese abuso tributario consentido ha sido ejercido mediante la administración de la gestión pública. Esa “autorización” social a que el Estado nos sujeta a modo de yugo, varias veces se tolera mediante la expresión “roban pero hacen”. O sea, el “hacen” implicaría una gestión saludable que purga el “robo”. Aquí cabe citar a Frederic Bastiat: “Cuando el saqueo se convierte en el modo de vida de un grupo de hombres en una sociedad, no tardarán en crear un sistema legal que lo autorice y un código moral que lo glorifique”.
Esa justificación al “saqueo legal” tiene su causa en el miedo que transmite el Estado a los particulares a través de su gestión. El poder de la fuerza que posee el Estado con la ley tributaria como sable, es utilizado por los funcionarios públicos (nacionales, provinciales y municipales) infundiendo temor a la ciudadanía. La expresión popular “mejor pago porque caso contrario me perseguirán de algún modo” está instalada e inmoviliza a los contribuyentes a no defender sus derechos.
Cabría decirles a los políticos-funcionarios que la gestión pública se basa en el poder que le ha delegado la sociedad para que administre el dinero que bajo coacción le ha sacado.
Otro enfoque sobre el tema en cuestión en nuestro país, es que nunca pudo estabilizar el equilibrio fiscal debido a la posibilidad que tienen los políticos de nutrir las arcas del Estado y el bolsillo propio con la ayuda de la emisión monetaria, los impuestos y créditos externos que engrosan al Estado elefantiásico.
El actual gobierno conducido por Milei pretende atacar esos vicios dañinos y poner las cuentas en orden con una gestión pública responsable. Una cosa es pretender cumplir con tal misión y otra es saber cómo y con quiénes hacer esa gestión pública. En ese cómo y con quiénes el gobierno está en serios problemas.
El hecho que Milei se encontró con un triunfo inesperado lo colocó en un escenario político adverso. Minoría en diputados y senadores, gobernar con un partido casi inexistente que está en formación. Los funcionarios y legisladores nacionales, provinciales y municipales tienen poca o ninguna experiencia en la función pública, significando ello que no hay coordinación funcional ya que son un conglomerado de recién llegados sin profesionalismo y oficio en la política. En definitiva, no hay gestión pública que por el momento pueda cambiar y estructurar el funcionamiento del Estado.
En este contexto político es preocupante el presente y el futuro que se nos avecina como consecuencia de quiénes ocuparán los cargos ejecutivos y legislativos. Libertad Avanza es un partido político en construcción que está ejerciendo el poder, esa edificación implica que son muchos los casilleros vacíos para ocupar cargos, lo cual constituye una ocasión para los sicarios de las ideas políticas, entendiendo por estos a los políticos que cambian o adoptan un nuevo partido o sello político con el propósito de mantenerse en el poder. Ocasión que también servirá para que arribistas y oportunistas de turno intenten invadir esos cargos.
Esa posible configuración de funcionarios y legisladores que conformarán los recursos humanos del Estado, hará que la gestión pública sea ineficaz administrando los fondos económicos que le aporte el sector privado.
A efectos de sanear esa posible configuración, Milei debería profesionalizar la función pública educando y exigiendo a quienes deseen desempeñarse en esa gestión. Asimismo ansío que el presidente no se convierta en un líder que gestiona con el látigo infundiendo miedo. Su accionar político inicial demuestra a todas luces que avanza a los empujones, insultando y sin equilibrio emocional. Espero que sus asesores puedan influenciarlo para que corrija la impulsividad con la que está gestionando, caso contrario estamos en el umbral de otro líder dictatorial agravado por el misticismo que lo impregna. La confrontación lo hace sentir cómodo, como si estuviera en una zona confortable. Convertir el adversario en un enemigo para construir poder es digno de las enseñanzas de Ernesto Laclau que guiaba intelectualmente al kirchnerismo.
Milei tiene la posibilidad, tal vez única, de encauzar la gestión pública como corresponde. Es querido por los jóvenes que en general son una legión de desamparados desencantados con lo que vivieron sus progenitores. Es con ellos con quienes debe sembrar una república nueva, educándolos con una formación cívica responsable y ética que los aleje de la casta política que contamina. Para tal cometido debe abandonar su alianza con la vieja casta a la cual critica y negocia a la vez. Mal ejemplo para esa juventud que por ahora lo admira y quiere.
Milei se construyó a sí mismo (felicitaciones), también puede autodestruirse si no aprende a gestionar.
El autor es abogado y presidente de la Fundación LibreMente de la Ciudad de San Nicolás, Buenos Aires, Argentina.
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