Individualismo
El individualismo considera al hombre – a cada hombre – como una entidad independiente y soberana que posee un derecho inalienable a su propia vida, un derecho derivado de su naturaleza como ser racional. El individualismo sostiene que una sociedad civilizada, o cualquier otra forma de asociación, cooperación o coexistencia pacífica entre los hombres, sólo puede lograrse en base al reconocimiento de los derechos individuales – y que un grupo, como tal, no tiene ningún derecho sino los derechos individuales de sus miembros.
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No cometáis el error de los ignorantes que piensan que un individualista es un hombre que dice: «Haré lo que me dé la gana a expensas de los demás». Un individualista es un hombre que reconoce los derechos individuales inalienables del hombre – los suyos propios y los de los demás.
Un individualista es un hombre que dice: «Yo no voy a controlar la vida de nadie – ni voy a dejar que nadie controle la mía. No gobernaré ni seré gobernado. No seré ni amo ni esclavo. No me sacrificaré por nadie – ni sacrificaré a nadie por mí».
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La mente es un atributo del individuo. No hay tal cosa como un cerebro colectivo. No hay tal cosa como un pensamiento colectivo. Un acuerdo alcanzado por un grupo de hombres es sólo un trato o un término medio elaborado sobre muchos pensamientos individuales. Es una consecuencia secundaria. El acto primario – el proceso de la razón – debe ser realizado por cada uno de los hombres, solo. Podemos dividir una comida entre muchos hombres. No podemos digerirla en un estómago colectivo. Ningún hombre puede usar sus pulmones para respirar por otro hombre. Ningún hombre puede usar su cerebro para pensar por otro. Todas las funciones del cuerpo y del espíritu son privadas. No pueden ser compartidas o transferidas.
Heredamos los productos del pensamiento de otros hombres. Heredamos la rueda. Hacemos un carro. El carro se convierte en automóvil. El automóvil se convierte en avión. Pero durante todo ese proceso lo que recibimos de otros es sólo el producto final de su pensamiento. La fuerza motriz es la facultad creativa que toma ese producto como materia prima, lo usa, y origina el siguiente paso. Esa facultad creativa no puede ser dada o recibida, compartida o prestada. Pertenece a hombres singulares e individuales. Lo que ella crea es propiedad de su creador. Los hombres aprenden unos de otros. Pero todo aprendizaje es sólo un intercambio de material. Ningún hombre puede darle a otro la capacidad de pensar. Y sin embargo, esa capacidad es nuestro único medio de supervivencia.
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La humanidad no es una entidad, ni un organismo, ni un arrecife de coral. La entidad implicada en la producción y el comercio es el hombre. Es con el estudio del hombre – no con el estudio de ese conjunto disgregado que llaman la «comunidad» – con el que cualquier ciencia de las humanidades ha de comenzar. . . .
Mucho se puede aprender acerca de la sociedad mediante el estudio del hombre; pero este proceso no se puede invertir: nada se puede aprender sobre el hombre mediante el estudio de la sociedad – mediante el estudio de las interrelaciones de entidades que uno nunca ha identificado ni definido.
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Fuentes:
«Racismo», La Virtud del Egoísmo
«Libro de Texto sobre Americanismo», The Ayn Rand Column
«El Alma de un Individualista», For the New Intellectual
«¿Qué es Capitalismo?», Capitalismo: El Ideal Desconocido
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