¿Por qué se debe rechazar el altruismo?
Por Antonio Ceballos
El objetivismo es un sistema de pensamiento integral que se articula sobre las ramas tradicionalmente fundamentales de la filosofía: metafísica, epistemología, ética, política y estética. En el terreno de la ética, el objetivismo destaca el egoísmo como la virtud moral más elevada. El altruismo es su contrario, el vicio ético por antonomasia.
La construcción racional del valor ético del egoísmo y el altruismo encuentra su fundamento en la consideración del ser humano individual como fin en sí mismo, nunca como medio subordinado a los fines de otros hombres o a fines abstractos. De acuerdo con este principio, cada individuo es libre de utilizar las facultades propias como mejor le parezca, sin más límite que el reconocimiento del mismo derecho en los demás individuos.
Ética y felicidad
La ética objetivista considera la felicidad como el objetivo moral del ser humano. El requisito básico de este objetivo es la conservación de la vida propia. El esfuerzo por conservar la vida es un atributo natural de los seres vivos y requiere una acción continua para sustentarla. Los animales disponen del instinto. Los demás seres vivos, de mecanismos biológicos aun más automáticos. En cambio, el hombre requiere del uso de la razón. A un nivel elemental, el egoísmo racional es el programa de acción para conservar la propia vida. Superado ese objetivo básico, se dirige a objetivos superiores hasta llegar al más alto de perseguir la felicidad. Así, pues, el egoísmo consiste en hacer de uno mismo el centro de su vida, racionalmente, para mantenerla, y conformar un proyecto de vida determinado por el beneficio propio con el fin último de alcanzar la felicidad.
El altruismo consiste en sacrificar el bien de algún individuo en aras de procurárselo a algún otro individuo. Por lo tanto, implica despojar al individuo sacrificado de su condición de fin y convertirlo en medio para la consecución de los fines de otros individuos. En un caso extremo, el sacrificio puede traer consigo la muerte. La acción que desemboca en la pérdida de la vida se encuentra en las antípodas de la racionalidad. Por este motivo, por revertir la condición de fin al individuo, es por lo que debe rechazarse el altruismo.
El manantial e Himno
La contraposición entre egoísmo y altruismo es una constante en las novelas de Ayn Rand, ensalzando el primero y vituperando el segundo. Así, por ejemplo, Howard Roark, el héroe de El manantial, repetidas veces califica su comportamiento de egoísta y desmiente que su conducta responda a otra cosa que su propio interés, a pesar de lo que pueda parecer, al contrario de lo que sucede con el villano Ellsworth Toohey.
En Himno, el hallazgo del protagonista es el número singular del lenguaje y el pronombre personal «yo», núcleo del término egoísmo, que habían sido perdidos en aquel futuro distópico; el peor pecado de la sociedad es el «nosotros», siempre vinculado al sacrificio personal presuntamente en aras del bien de los demás. El protagonista cobra conciencia de que su invento no lo había hecho por el bien de la humanidad, sino por su propia satisfacción personal; solo en segundo término desde la perspectiva moral, podría llegar a ser un bien para la sociedad.
Hank Rearden
En La rebelión de Atlas, Hank Rearden es juzgado por un delito contra una ley severamente intervencionista promulgada para el pretendido bien común. Esto es un extracto de lo que proclama ante el tribunal:
Trabajo para mi propio beneficio, el cual obtengo vendiendo un producto que necesitan hombres que quieren y pueden pagarlo. Yo no lo produzco para su beneficio a expensas del mío, y ellos no lo compran para mi beneficio a expensas del suyo; yo no sacrifico mis intereses a ellos, ni ellos sacrifican sus intereses a mí; tratamos de igual a igual por consentimiento mutuo para beneficio mutuo, y estoy orgulloso de cada centavo que he ganado de esa manera.
Hank Rearden
Y poco más adelante:
[…] que no se puede conseguir el bienestar de nadie a costa de sacrificios humanos, que, cuando ustedes violan los derechos de un hombre, han violado los derechos de todos, y que un público de criaturas sin derechos está abocado a la destrucción.Hank Rearden
Egoísmo y altruismo
La ética objetivista contrasta e incluso desafía la ética tradicional occidental, aunque a veces se resalta en exceso este contraste. En el uso ordinario del lenguaje, el egoísmo es considerado un vicio y el altruismo una virtud. La RAE define el egoísmo como «inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás». En cuanto al altruismo, la RAE lo define como «diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio». Podemos considerar esta definición académica de altruismo como neutral. En cambio, los términos «inmoderado», «excesivo» y «desmedidamente» no dejan lugar a duda sobre la consideración censurable del egoísmo, por definición.
A fin de salvar a la vez la definición académica de egoísmo y la definición objetivista podríamos recurrir a Erich Fromm, aunque este autor suele ser presentado como opuesto al objetivismo. Si hacemos buena su distinción entre «egoísmo» (selfishness) y «amor a sí mismo» (self-love), podríamos asimilar el primer término a la definición académica de egoísmo y el segundo podríamos considerarlo muy cercano a la definición objetivista. En términos de Fromm, el amor a uno mismo es la base de cualquier otro tipo de amor a los demás.
Sacrificio
La declaración de Hank Rearden mostrada arriba ensalza la actitud egoísta y orgullosa del protagonista y rechaza la conducta que beneficia a otros a expensas de uno mismo. Una de las claves de esa declaración está en los términos «a expensas de» y «sacrificio», los cuales hacen referencia tácita a la no voluntariedad que acompañaría a la búsqueda del beneficio ajeno en los términos expresados por el personaje. Aquí yace una posible objeción al antagonismo entre egoísmo y altruismo tal y como lo presenta la ética objetivista: ¿qué sucede si una persona elige libremente beneficiar a otros a costa de su propio bien? ¿Es esto incompatible con la consecución de la felicidad personal? ¿Es un comportamiento irracional?
A modo de ejemplo, imaginemos a una persona que tiene a su cargo a otra persona que no puede valerse por sí misma ni siquiera para las funciones vitales básicas, motivo por el cual decide dedicar una parte sustancial de su tiempo a procurarle ese cuidado a la persona desvalida. Pensemos en personas desvalidas de manera objetiva, como un anciano demente, un bebé o un enfermo terminal. Cabe imaginar que distintas personas interpretarían dicha situación de forma diferente, desde el verdadero fastidio a la plena satisfacción, pasando por diversos grados de resignación y otros tipos de afecciones.
Podemos pensar en personas movidas por la obediencia a una religión o a un código ético no necesariamente religioso y podríamos censurar esas éticas que lo obligan a actuar de cierto modo, so pena de recibir el castigo del infierno o del ostracismo. No obstante, ¿importa la motivación de esas interpretaciones vitales? ¿No cabe imaginar una elección voluntaria para un caso así?
Virtudes que son vicios, y viceversa
Si aceptamos que una persona puede ser feliz decidiendo dedicar una parte de su vida o, ¿por qué no?, la totalidad de su vida a procurar cuidado y atención a personas desvalidas, tal vez sacrificando su proyecto de vida anterior, ¿denominaríamos esa conducta egoísta o altruista? Según el uso corriente del lenguaje, es más probable que esa persona fuese denominada altruista antes que egoísta.
En cambio, si profundizamos en el sentido de la virtud del egoísmo y el vicio del altruismo desde la perspectiva objetivista, para considerar a tal persona un ser racional podríamos decir correctamente que su comportamiento es cabalmente egoísta, pues al dedicar su vida al cuidado de personas desvalidas está actuando en su propio beneficio, haciendo de esa entrega la más genuina fuente de satisfacción.
El aparente altruismo de esta persona no sería tal, no porque no procure el beneficio de los demás, sino porque no lo haría a expensas de su propio beneficio. Estaría sacrificando, en efecto, otras opciones vitales, pero estas solo cabría considerarlas ya como un proyecto vital abandonado, no el proyecto vital actual. Por lo tanto, no hay un «a expensas de», sino una afirmación del proyecto elegido, es decir, egoísmo.
La ética cristiana
La ética cristiana suele presentarse como incompatible con el objetivismo porque invita al sacrificio por los demás: «el que quiera salvar su vida la perderá; el que la pierda por mí, la salvará». Esa salvación cabe verla no solo desde una perspectiva escatológica, sino también, ¿por qué no?, terrenal. Y esa «salvación terrenal» es compatible con la línea de la inversión de proyecto vital esbozada en el ejemplo anterior: perder la vida dedicándola a cuidar personas desvalidas y encontrar en ello un programa de vida para salvar la felicidad.
La felicidad como fenómeno psicológico es compatible con una componente de recursividad: mi felicidad como ayuda a la felicidad de otro, ejemplificado en la promesa del matrimonio. En todo caso, el talante del Evangelio cristiano es una llamada rigurosamente individual. La invitación al individuo A para que sacrifique al individuo B en beneficio del individuo C es completamente ajena a la ética cristiana.
En definitiva, el objetivismo lleva al límite el uso ordinario del lenguaje en su tematización de los términos egoísmo y altruismo, pues nos fuerza a rechazar la acepción común de que el egoísmo es malo por definición, pero lo más importante es la crítica de las corrientes éticas que no defienden al ser humano individual como fin supremo para sí mismo. Como conclusión, hay que rechazar el altruismo entendido como sacrificio coercitivo de unos seres humanos en favor de otros. No hay forma de vislumbrar dónde está el límite de una sociedad que consiente o incluso promueve el sacrificio de algún ser humano en beneficio de otros. Con la razón en la mano, nos unimos a la voz de Hank Rearden para denunciar que una sociedad así solo puede dirigirse a su autodestrucción.
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