Melilla: el último confín de Europa en suelo africano, donde la entrada puede costar la vida
En Melilla, nadie se inquieta cuando el helicóptero de la Guardia Civil se posa sobre los 12 kilómetros cuadrados de la ciudad y permanece aleteando en el aire, inmóvil.
En Melilla, nadie deja de hacer lo que está haciendo cuando las sirenas cortajean el sereno murmullo cotidiano y enfilan para la frontera, ese hilo de hierro que separa Europa de Africa.
“Hay saltos”, comenta la gente del lugar, casi con naturalidad.
Hay saltos: dos palabras que resumen la tragedia con la que conviven los habitantes de este pedacito de territorio español en continente africano, confín último de la Unión Europea.
“Hay saltos” significa que almas desesperadas, hombres y mujeres que vienen de países hecho añicos por la guerra y la hambruna como Sudán o Chad, arriesgan la vida trepando los diez metros de alto de la triple valla que, con tramos de alambre de púa y a lo largo de 11,5 kilómetros, separa Marruecos -donde ellos aguardan semanas o meses para el gran salto- de la ciudad española de Melilla, adonde quieren llegar.
Trepan por rejas y pinches curvos como anzuelos y, si todo va bien, en el intento de pasar al otro lado se lastiman. Se cortan. Se desgarran. Se caen. Se fracturan.
Si todo sale mal, los gendarmes marroquíes los muelen a palos para impedirles que salten. Mientras del lado español, ante los ojos de la Guardia Civil, que a veces ven y otras veces miran para otro lado, la mayoría de quienes lograron el cruce son arrastrados de nuevo hacia territorio marroquí sin posibilidad de pedir asilo -recurso legal y avalado por la legislación internacional-.
Es lo que se conoce como “devoluciones en caliente”.
El peor salto
El 24 de junio de 2022, este enjambre de hierros montados para desalentar el cruce fue escenario del peor salto a la valla del que se tenga memoria.
Ocurrió cuando unas 2.000 personas trataron de cruzar a través del puesto de Barrio Chino, que parece más un matadero que un cruce fronterizo.
En la estampida que provocaron los gases policiales y los golpes murieron, al menos, 23 personas.
Según algunas ONGs, fueron 37.
Hubo 470 devoluciones de personas en caliente, algunas de las cuales eran menores de edad. Y aún hay más de 70 desaparecidos.
En la extrema voracidad por cruzar de aquel día, 133 migrantes lograron alcanzar Melilla, esa tierra que se ve, a través del cuadriculado de la reja, como el cielo protector más soñado.
Y contaron el espanto que se vivió en la valla, cuando las fuerzas de seguridad marroquíes los acorralaron contra los alambrados.
Decenas de videos caseros comenzaron a circular por las redes sociales. Filmaron el horror: cuerpos amontonados, algunos azotados por los machetes policiales, heridos que nadie socorrió.
Al día siguiente, obreros marroquíes comenzaron a cavar fosas en un descampado del cementerio Sidi Salem de Nador, la ciudad de Marruecos que está enfrente a Melilla.
Lo hacían en esas tierras reservadas para enterrar a los que mueren lejos de casa, a aquellos aspirantes a refugiados que pierden la vida en el intento.
La Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) denunció el entierro de los migrantes muertos: “Sin investigación, sin autopsia, sin identificación, las autoridades buscan ocultar el desastre”, señalaron.
Desde entonces, la asociación está pidiendo que se investigue cómo se produjeron las muertes y si se pudo haber evitado la tragedia.
“Desde nuestra organización atendimos a un total de 862 personas víctimas de la masacre que fueron desplazadas forzosamente a diferentes ciudades marroquíes, entre ellas alrededor de 300 eran menores de edad", dijeron a Clarín miembros de Ca-Minando Fronteras, la organización que defiende los derechos de las personas migrantes en la Frontera Occidental Euroafricana.
Agregaron que "fruto de ese acompañamiento y atención pudimos reconstruir el relato de lo ocurrido y las graves violaciones de derechos humanos que sucedieron esos días”.
Ca-Minando Fronteras elaboró un informe, “Masacre frontera Nador-Melilla 24J”, en el que relata la situación previa al salto a la valla.
“Los asentamientos en el bosque (marroquí) se habían convertido en un espacio de guerra desde el mes de mayo. Las incursiones militares se repetían dos o tres veces por semana usando cada vez estrategias más agresivas y empleando más materiales bélicos que aumentaban el daño que se producía durante las redadas”.
Del lado marroquí, los bosques y el monte Gurugú son el refugio de los migrantes que planean saltar la valla. Allí montan campamentos y pasan días, semanas, hasta el momento del gran salto.
“Eran personas de Sudán, Sudán del Sur, Chad, Mali, Yemen, Camerún, Nigeria, Senegal, Níger, Guinea Conakry, Burkina y Liberia -detalla el informe-. La comunidad mayoritaria era la sudanesa, que suponía más del ochenta por ciento de las personas que intentaron llegar a la valla de Nador-Melilla".
Y recogieron testimonios de algunos sobrevivientes. “He ido a la frontera unas cuantas veces pero nunca habían hecho algo con tanta violencia, los tiempos anteriores habían sido muy duros. Era una catástrofe, era como si lo tuvieran todo preparado. Nos hacían ir hacia delante y cuando llegamos adelante, entonces llegaron por detrás. Estábamos rodeados”, contó uno de ellos.
“Si llorabas, te pegaban de nuevo hasta que te partían las piernas o perdías el conocimiento”, confesó otro.
Versión oficial
La versión oficial fue acorralada por esos videos caseros y un par de documentales que reconstruyeron lo que sucedió en ese cuadrilátero de rejas.
“La gendarmería marroquí se ha empeñado a fondo en tratar de evitar este asalto violento a la valla de la ciudad autónoma de Melilla”, fue lo primero que dijo el presidente español Pedro Sánchez el 24 de junio.
Este asalto violento, bien organizado, bien perpetrado y bien resuelto por parte de los dos cuerpos de seguridad”, agregó.
Un día después debió corregir sus propias palabras: “No conocía esas imágenes cuando hice esa declaración”, se excusó Sánchez.
Y trató de desviar el foco de la torpeza cometida hacia un aspecto indiscutible de la inmigración ilegal: “Nos olvidamos de recordar que España es el único país de la Unión Europea que tiene frontera con Africa. La brecha de desigualdad mayor del mundo. El drama es complejo. No podemos verlo sólo desde un prisma. Hablamos de mafias. Debemos fortalecer nuestra cooperación”.
“Los marroquíes también tienen un problema de migración irregular. Yo lamento la pérdida de vidas humanas, me solidarizo con los familiares. Pero pido que nos pongamos también en la piel de la gendarmería marroquí que ayuda a la española a proteger las fronteras, y también en el derecho de los ciudadanos de Melilla a tener fronteras seguras”, enfatizó.
“Hay que recordar que en 12 meses Melilla ha sufrido ocho ataques violentos a la valla, con armas, con palos, con cuchillos, con hachas. España tiene el deber de salvaguardar la integridad territorial”, insistió.
La Unión Europea (UE), y España también, proporcionan ayuda económica a Marruecos para que ataje la inmigración ilegal.
La UE aprobó un paquete de 500 millones de euros para el periodo 2021-2027 –que representa un 50 por ciento más de lo aportado en el periodo anterior (2014-2020)– pero para Marruecos no es suficiente.
“En el marco de la buena cooperación y buena vecindad y responsabilidad compartida, consideramos que lo destinado está por debajo de lo que queremos”, dijo en septiembre el máximo responsable marroquí de migraciones, Khalid Zerouali.
Desde 2018, cuando Pedro Sánchez llegó al Palacio de la Moncloa como presidente del primer gobierno democrático de coalición en España, Rabat ya recibió cuatro partidas presupuestarias para contener el cruce ilegal de fronteras.
Hace poco más de un mes, el Consejo de Ministros de Sánchez aprobó que se otorgara a Marruecos una ayuda de 30 millones de euros bajo el enunciado, políticamente correcto, de “luchar contra las mafias que trafican con personas”.
Historia de una valla
España tomó la decisión de levantar una reja que complicara el cruce de frontera a los inmigrantes ilegales, durante el gobierno de José María Aznar, que en 1998 desembolsó unos 5.500 millones de pesetas -más o menos el equivalente a 33 millones de euros- para reforzar el perímetro fronterizo desde el paso de Beni Enzar -el único abierto hoy- hasta el mirador del Barranco del Quemadero.
En 2020, por la pandemia, Marruecos cerró la frontera con España, asfixiando la economía de la ciudad española, despegada del continente al que pertenece y, por lo tanto, muy dependiente del país africano.
El cierre de fronteras afectó, además, a la precaria cotidianidad de la que vivían cientos de personas, a uno y otro lado del confín, a través de un modesto contrabando.
Hoy, el único pase abierto es el de Beni Enzar, donde los fines de semana las filas de autos pueden demorar hasta seis y ocho horas. El control de pasaportes es lento.
“Yo soy de un pueblo a diez minutos de la frontera y mi suegra vive en Marruecos. Pero cada vez vamos menos a visitar a los parientes por las demoras en la frontera”, dice Mimón, un marroquí que vive en Melilla.
En 2020, por la pandemia, Marruecos cerró la frontera con España, asfixiando la economía de la ciudad española, despegada del continente al que pertenece y, por lo tanto, muy dependiente del país africano.
El cierre de fronteras afectó, además, a la precaria cotidianidad de la que vivían cientos de personas, a uno y otro lado del confín, a través de un modesto contrabando.
Hoy, el único pase abierto es el de Beni Enzar, donde los fines de semana las filas de autos pueden demorar hasta seis y ocho horas. El control de pasaportes es lento.
“Yo soy de un pueblo a diez minutos de la frontera y mi suegra vive en Marruecos. Pero cada vez vamos menos a visitar a los parientes por las demoras en la frontera”, dice Mimón, un marroquí que vive en Melilla.
¿Hubo muertos en suelo español?
Una investigación que reunió al diario español El País, a Le Monde y a Der Spiegel, entre otros medios, asegura que en el trágico salto a la valla del viernes 24 de junio de 2022, al menos un migrante falleció en suelo español en el intento de entrada a Melilla.
“A través del análisis de más de 140 videos, 40 entrevistas y la reconstrucción en 3D del puesto fronterizo de Barrio Chino, un sobreviviente y agentes marroquíes grabados mientras arrastraban a las víctimas apuntan a que hubo al menos un muerto en suelo español”, publicó El País.
Reunidos en el consorcio de medios Lighthouse Reports, las imágenes del video cuestionan la versión oficial del ministro del Interior español, Fernando Grande-Marlaska, quien desde el primer día aseguró que “ningún hecho trágico” tuvo lugar en suelo español.
“No tuvimos que lamentar ningún hecho trágico en territorio español. Lo dije y lo reitero: estamos hablando de unos hechos trágicos que suceden fuera de nuestro país. No hubo ninguna pérdida de vida humana en el territorio nacional”, dijo Grande-Marlaska en el Congreso.
El Parlamento lo convocó dos veces en setenta días para escuchar su justificación sobre el accionar de la Guardia Civil en Melilla.
Los diputados que integran la Comisión de Interior del Congreso viajaron a la ciudad autónoma para saber más sobre lo sucedido.
En Madrid habían estudiado los videos registrados por las cámaras del perímetro fronterizo, los realizados por el helicóptero y por el dron de la Guardia Civil, que suele deambular por Melilla aún los días en los que se producen saltos a la valla.
En un documental –“Death on the Border” (“Muerte en la frontera”)- la BBC ya había repasado decenas de los videos que circulaban -más otros que le llegaron en forma privada- y entrevistó a algunos sobrevivientes.
También Amnistía Internacional denunció, en un documento, el “uso generalizado de fuerza ilegítima por las fuerzas de seguridad marroquíes y españolas”. Y que tanto España como Marruecos cometieron “crímenes de derecho internacional”.
La comisaria de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Dunja Mijatovic, viajó para sondear cómo y por qué se produjo la tragedia.
“Había amigos que estaban heridos, con huesos rotos y, aunque habían cruzado la valla, fueron devueltos”
Consideró que lo ocurrido ese día en la frontera demuestra “la necesidad urgente de mejorar las medidas de responsabilidad y solidaridad entre los Estados miembros del Consejo de Europa”.
Y criticó a España: “No debe contribuir directa o indirectamente a las violaciones de los derechos humanos con medidas adoptadas en su cooperación con terceros países”, dijo Mijatovic.
“Aunque todos los Estados tienen derecho a controlar sus fronteras y a cooperar con otros Estados para hacerlo, esto debe hacerse en plena conformidad con todas las normas internacionales de derechos humanos”, agregó en alusión a la “devolución en caliente” de migrantes.
También la Comisión Española de Atención al Refugiado (CEAR) reunió testimonios de sobrevivientes para exigir políticas migratorias que respeten los derechos humanos.
“Había amigos que estaban heridos, con huesos rotos y, aunque habían cruzado la valla, fueron devueltos”, contó un migrante, Annour, a CEAR.
“Cuando llegamos a la valla, nos esperaban numerosos hombres. Intentamos escalarla, pero nos obligaron a desplazarnos a la puerta de entrada, un lugar muy pequeño. Nos lanzaron piedras desde fuera. Las autoridades españolas también nos rociaban con un spray, nos disparaban con las balas de goma y tenían bombas de ruido”, denunció Ahmed, otro joven que sobrevivió al salto.
Melilla en en el Parlamento europeo
A principios de diciembre, el presidente de la ciudad autónoma de Melilla, Eduardo De Castro, estuvo en Bruselas para exponer ante el Parlamento europeo lo que se vive en la ciudad en la que él nació hace 65 años y que hoy gobierna.
“Melilla ha sido el epicentro del debate en la 152 edición del Pleno del Comité Europeo de las Regiones”, dijo De Castro.
“Todo lo que ocurre en Melilla, como territorio europeo, tiene la atención de este organismo”, le dijo el eurodiputado François Decoster, miembro de la Asamblea regional por el partido Renew Europe.
“¿Por qué en Melilla no tuvimos la misma reacción que en Calais con la movilización masiva de migrantes en noviembre de 2021?”, se preguntó.
La delegada del gobierno de España en Melilla, Sabrina Moh, no pudo atender a Clarín “por motivos de agenda”.
Quien sí lo hizo fue el presidente de la ciudad autónoma, que tiene mandato hasta mayo del año que viene, cuando habrá elecciones. Él, aseguró, no piensa volver a presentarse.
“Cuando los subsaharianos vienen a la frontera vienen por todas. No vienen tocando un timbre. Están dispuestos a todo”, comenta Eduardo De Castro.
“Comprendo que estén desesperados. Vienen con 3.000 kilómetros en el cuerpo. Y cuando llegan a la frontera, entran de forma agresiva y violenta -describe-. Entran con palos, con ganchos, echando excrementos. Hemos visto de todo. Y cuando tocan suelo español, saben que están pisando territorio europeo. Se van solos al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) y no dan ningún problema. No delinquen, no molestan. Se comportan de forma normal.”
Según el presidente de la ciudad autónoma de Melilla, “la solución no es saltar una valla. Tiene que ver otros mecanismos para que no se produzca todo este padecimiento”.
“Hay ya acuerdos por parte de España, Francia y Marruecos de cooperación policial para atacar a estas mafias que usan a esta gente. No olvidemos que hay gente que gasta muchísimo dinero para llegar aquí -agrega-. La ayuda para el desarrollo hay que darla a los países de donde vienen."
Y sigue: "Hay que ayudarlos allí. Y que vengan los que tengan que venir pero con papeles. Son necesarios. Hace falta mano de obra en Europa.”
Respecto de la ciudad que él gobierna: “Somos un territorio que está en Africa. No tenemos las mismas competencias que las autonomías. Las competencias que tiene el Estado las ejerce a través de la Delegación del Gobierno. Somos una ciudad autónoma pero funcionamos como un ayuntamiento normal”, explica De Castro.
-¿Cuáles son las competencias del gobierno nacional?
-Las Fuerzas Armadas, las fuerzas de seguridad, hacienda, las fronteras, sanidad. No tenemos ningún poder de decisión.
-¿Se controla como corresponde la frontera en Melilla?
-El problema de la frontera es que depende de los dos países. Si el otro país no coopera…
-En el caso de la valla, ¿se gestiona bien el control?
-En la valla se hace todo lo que se puede hacer.
-¿Qué es todo lo que se puede hacer?
-Vigilar la valla, poner cámaras, helicóptero, sensores. Pero lo que no podemos controlar es lo que sucede del otro lado. Un embiste como el del 24 de junio no ha sido el primero y no será el último. La diferencia de ese día ha sido que ha habido muertes. Fue una catástrofe. Un drama. No tenemos dos mil guardias civiles para parar a dos mil personas. Ese día teníamos 50.
-¿Hubo o no muertos en territorio español?
-Los documentales dicen que hubo, al parecer, un muerto en territorio español. Las imágenes que han visto los diputados no las he visto.
-¿Usted le cree al ministro del Interior cuando dice que no hubo muertos en España?
-Yo creo que no hubo ninguno. Que sí hubo heridos. Se ve cómo se cae la valla por la presión de toda esta gente. También creo en la asfixia que se produjeron unos a otros. Todo lo que pasó ese día fue un auténtico desastre, una desgracia. En un hipotético caso, que dicen, que uno estaba ya fallecido cuando atravesó la frontera, eso no lo sé. Vamos a suponer que sea verdad… Pero estamos cargando las tintas en un posible muerto ¿y los otros tantos que están documentados?
Como regalo de Navidad, una día antes de Nochebuena, la Fiscalía española archivó la investigación sobre los muertos en el salto a la valla de Melilla.
Después de seis meses de indagación, la Fiscalía no encontró responsables de la tragedia.
“No puede concluirse que la actuación de los agentes intervinientes incrementara el riesgo para la vida e integridad física de los migrantes, por lo que no se les puede imputar un delito de homicidio imprudente”, sentenció la Fiscalía.
Cruce en parapente
Oscar Giménez Barrios es un argentino de Trenque Laquen, provincia de Buenos Aires, que lleva más de dos décadas en la ciudad autónoma, donde nacieron sus dos hijos.
Giménez Barrios es conocido en toda Melilla. Es la voz que presenta eventos sociales y deportivos. Tiene, además, un negocio donde se imprimen casi todas las gigantografías publicitarias de Melilla.
“Hace unos días, uno cruzó la valla en parapente”, contó a Clarín.
La insólita modalidad llegó a la tapa de los diarios locales. “Patrullas de la Guardia Civil se han desplazado inmediatamente hasta la zona, pero no han conseguido localizar al migrante”, dijo la prensa.
“Los que saltan la valla son subsaharianos. Los marroquíes cruzan por mar”, asegura Giménez Barrios.
Detrás de la planta desalinizadora de Melilla, ahí donde el acantilado se pone salvaje y bello, el alambrado que hace de frontera baja hasta el mar y dura unos metros de espigón.
Esto es Aguadú, un límite que, de no ser por el control policial intimidatorio, sería sencillo de cruzar. Hasta a nado.
Es frecuente encontrar rastros de ropa mojada, desgarrada, en las escolleras de Melilla.
Quienes alguna vez presenciaron un salto o un desembarco, aunque son menos, reconocen el grito de algarabía con el que los migrantes celebran haberlo logrado: un “¡Bossa, bossa!” que representa una expresión de júbilo.
Así se saludan cuando se reencuentran, si lo logran, en el CETI de Melilla que hoy está casi desierto.
Hay menos de cinco recién llegados. En voz baja, los trabajadores del CETI confiesan que temen su cierre definitivo.
Melilla es española
Marruecos nunca abandonó su reclamo sobre Melilla. “Ceuta y Melilla son tan marroquíes como el Sahara”, dijo el ex primer ministro marroquí, Saadeddine al Othmani, antes de dejar su cargo, en 2021.
Los folletos sobre la ciudad autónoma, sin embargo, retrucan que Melilla es española desde hace más de 500 años: reivindican que se convirtió en parte de España durante el reinado de los Reyes Católicos, que lograron seducir a su gente, agobiada por el dominio bereber, y mucho antes de que Marruecos se declarara una nación independiente.
Tanto Melilla como Ceuta formaron parte de Andalucía hasta que la Constitución española de 1978 les dio la posibilidad de que se convirtieran en ciudades autónomas, proceso que recién se concretó en 1995.
Melilla es una de las ciudades de España menos visitadas por turistas españoles y extranjeros. Hay vuelos desde Madrid, Málaga, Sevilla, Almería y Granada. Y ferries desde Málaga, que tardan seis horas. También hay barcos desde Almería y desde Motril, en la España continental.
El Patronato de Turismo de Melilla ofrece bonos con descuentos en los pasajes y alojamiento pero hasta las primeras semanas de diciembre, el mecanismo no funcionaba entre las agencias de viaje adheridas al programa.
Melilla es también la última ciudad que borró de sus monumentos una estatua de Francisco Franco, el dictador que padeció España entre 1939 y 1975, cuando murió.
Lo hizo recién el año pasado. La ciudad autónoma no olvida que antes de convertirse en tirano, un jovencísimo Franco luchó, en 1921, contra las tropas del marroquí Abdelkrim en la guerra del Rif. Fue además la rebelión militar de Melilla el puntapié inicial del golpe de Estado que daría inicio a la Guerra Civil Española.
En Melilla aún subsiste también La Legión, ese cuerpo militar terrestre de élite que José Millán-Astray fundó el siglo pasado inspirado en la legión francesa. Frente al regimiento, un mural lo recuerda.
Pero lo más pintoresco de la ciudad está en Melilla La Vieja, la fortificación que empezó a construirse en el siglo XV sobre un peñón con cuatro fuertes separados por un foso.
Y en el itinerario por los más de 500 edificios modernistas que el paso de un discípulo de Gaudí -Enrique Nieto y Nieto- dejó por aquí.
Melilla es la segunda ciudad de España con más edificios modernistas, después que Barcelona, y suelo en el que conviven cristianos, musulmanes, judíos e hindúes.
Hay dos kilómetros de playa y algunas calas soñadas, salvo por los restos de ropa que a veces quedan enredados en la roca.
Aquí, el mar es el de Alborán, la parte más occidental del Mediterráneo y cuna de recurrentes movimientos sísmicos.
Argentinos en Melilla
Según el Padrón continuo de habitantes de España, “en Melilla hay actualmente diecinueve personas de nacionalidad argentina”. Representan el 0,02 por ciento de la población total, que ronda los 86.300 habitantes.
“Por sexos, se reparten en un 47,37 por ciento de argentinas y un 52,63 por ciento de argentinos; con una media de edad de treinta y cinco años, similar a la media de edad de toda Melilla, que es de treinta y seis años”, reseña el padrón.
Sin embargo, la noche en la que Argentina se consagró Campeón del Mundo en Qatar, varias decenas de compatriotas con la camiseta patria coparon la Plaza de España cantando el “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar…”
“No creo que haya ningún altercado”, había dicho el presidente de Melilla, el 6 de diciembre, horas antes de que el azar mundialista de Qatar enfrentara a España con Marruecos en octavos de final.
“Está muy claro, estamos en Melilla, aquí no hay marroquíes -sentenció De Castro en la previa al partido-. Aquí hay musulmanes que son españoles y se tendrán que alegrar, precisamente, de que España juegue y si gana, pues mejor.”
Pero cuando la Selección de Marruecos eliminó a la española, Melilla estalló en bocinazos de algarabía marroquí. Hubo banderazo rojo y verde -los colores de Marruecos- y un par de exaltados que metieron los pies en la fuente de Plaza de España al grito de “¿Dónde están los españoles? ¿Españoles dónde están?”.
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