Hélène Carrère d’Encausse: “Vargas Llosa ha ayudado a la cultura francesa más que muchos escritores franceses”
Quedan unas horas para el gran acontecimiento del invierno cultural y social en París: el ingreso de Mario Vargas Llosa en la Academia francesa. En la sede de la institución fundada por Richelieu en 1635 reina la calma. París está medio paralizada por la huelga contra la reforma de las pensiones. El metro no funciona, hay comercios cerrados. A sus 93 años, y secretario perpetuo (ella, que no cree en el lenguaje inclusivo, insiste en usar el masculino para el cargo) de la Academia desde el cambio de siglo, Hélène Carrère d’Encausse ni hace huelga ni se plantea jubilarse.
“Cuando uno hace lo que le interesa, no veo por qué preocuparse”, dijo ayer en una conversación con El País en su apartamento oficial en la Academia. “Mire, señor, esto no es un tema que me incumba”.
Carrère d’Encausse tiene mañana una de las citas que sin duda marcarán su mandato como secretario perpetuo. La ceremonia de recepción del hispanoperuano Vargas Llosa, que ocupará el escaño número 18, es un momento insólito para la Académie, una audacia poco habitual en una institución a la que se le suele reprochar el anquilosamiento y la alergia a la modernización. Es decir, en uno de los 40 miembros del cónclave encargado de “defender la lengua francesa” y preservar su “inmortalidad”.
¿Una incongruencia? “En ningún lugar está escrito que para entrar en la Academia francesa haya que escribir en francés”, replica Carrère d’Encausse cuando se le mencionan las dudas que suscitó la elección del autor de Conversación en La Catedral y La fiesta del Chivo. “La gente no sabe de qué habla”. Ante las críticas que, en la prensa francesa, se publicaron por las posiciones políticas liberales del nuevo académico, la jefa de la Academia responde: “Ha llevado su vida como él lo ha considerado. No somos la Unión Soviética. No es obligado tener una doctrina. Fueron críticas muy curiosas, pero poco pertinentes”.
Vargas Llosa, argumenta el secretario perpetuo, “es un espíritu universal, un espíritu que no tiene límites”. Había leído su obra antes de su elección el año pasado, pero no se conocían personalmente. Y le fascinó. “Es como lo imaginaba: caluroso, abierto”, describe. “Es lo que en la Academia llamamos un hombre de buena compañía. Eso es lo esencial: ser cortés, civil”.
Carrère d’Encausse —prestigiosa historiadora de Rusia y la Unión Soviética, eurodiputada por la derecha francesa en los años noventa, madre del escritor Emmanuel Carrère— destaca la simbiosis de Vargas Llosa con Francia, país en el que vivió en los años sesenta, y con la cultura francesa, determinante en su formación literaria, para explicar su entronización como inmortal (denominación que reciben los miembros de la Academia). “No conozco a nadie que hable tan bien de Flaubert como él”, dice. Y remacha: “Ha ayudado a la cultura francesa más que muchos escritores franceses”.
El proceso hacia la inmortalización, que concluirá este 9 de febrero con la ceremonia bajo la cúpula del Institut de Francia, sigue un ritual estricto. El jueves pasado, se celebró, a puerta cerrada, la instalación. Vargas Llosa leyó su discurso de elogio al anterior titular del escaño 18, el filósofo Michel Serres (1930-2019). El académico Daniel Rondeau, a su vez, leyó la réplica. Vargas Llosa tomó posesión de su sillón. Recibió una moneda con la inscripción de la divisa académica: “A la inmortalidad”. Tuvo que disertar sobre la palabra que se le atribuyó: xerès, jerez. Este miércoles, el secretario perpetuo le entregará la preceptiva espada. Y al día siguiente comparecerá por fin en la ceremonia con el tradicional vestido verde con bordados ornamentales.
Carrère d’Encausse no ignora que, junto a Vargas Llosa, otra persona atraerá los focos bajo la cúpula del Quai Conti, a orillas del Sena: Juan Carlos I, rey emérito de España, residente en Abu Dabi desde que en el verano de 2020 abandonó España para evitar que los escándalos dañasen a la Corona. El autor de La guerra del fin del mundo explicó hace dos semanas a El País que le había invitado por una razón “muy sencilla”: “En la medida en que los reyes puedan tener amigos, yo soy un amigo de él”.
“Es el invitado de Mario Vargas Llosa, y está muy bien”, aprueba Carrère d’Encausse. “Estará aquí, como todos los invitados. Ha sido rey de España. No vamos a tratarlo como si fuera el conserje, será tratado de acuerdo con su rango. Debemos esto a España. Es el padre del rey actual”.
La figura del rey emérito trae a la memoria del secretario perpetuo un episodio de los años noventa: la fallida entrada en la Academia de otro español, el deportado en Buchenwald, militante comunista en la clandestinidad, ministro con Felipe González y escritor Jorge Semprún (1923-2011). Semprún “siempre explicaba lo extraordinario que había sido el papel del rey en el acceso de España al Estado de derecho”, recuerda. Y aquí habla la historiadora: “Es la imagen que tenemos de él, lo que recordará la historia: esta extraordinaria transformación de España, pacífica, y que ha hecho de España un inmenso país democrático de Europa que todo el mundo admira”. ¿Y los escándalos de la Corona? “Esto es lo que se denomina los aspectos secundarios de la Historia”.
Sobre Semprún, Carrère d’Encausse explica el malentendido por qué quedó fuera de la Academia, y su significado ahora: “Hubo un malentendido que hizo que Jorge Semprún no quisiera presentarse. Creyó que se le reprochaba su pasado comunista, o algo así. Yo era muy amiga de él, y me dijo: ‘Pese a nuestra amistad, prefiero no presentarme’. Es una lástima. Se le ha echado de menos en la Academia. De una cierta manera era España la que llegaba. De una cierta manera, Vargas Llosa viene a corregir esta ausencia, que hemos sentido”.
Y es un Nobel, además. Desde que François Mauriac muriera en 1970 no había habido ninguno bajo la cúpula. “No se trata solo de que sea un premio Nobel, sino de que sea este premio Nobel”, precisa Carrère d’Encausse. “El premio Nobel puede cubrir cualquier mercancía”.
Y después de Vargas Llosa, ¿quién? “Monsieur, esto no me corresponde a mí decirlo: soy neutral”, afirma. Pero hace unos meses declaró que le agradaría ver al explosivo novelista Michel Houellebecq convertido en inmortal. “Sí, lo mantengo”, confirma. “Pero por ahora él está en sus cosas. Se ocupa de sus libros. El día que quiera venir será bienvenido. Encuentro que es un escritor absolutamente genial. Es mi opinión personal”. ¿Sería de buena compañía? “No lo sé, no lo conozco. Lo he visto dos veces. Eso espero. Por ahora no es candidato”.
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