La verdadera historia de los recientes disturbios en Perú
Perú no aparece muy a menudo en las noticias internacionales. Desde que el presidente Pedro Castillo intentó un autogolpe que le habría dado poderes dictatoriales, un relato impulsado por la extrema izquierda y sus compañeros de viaje se ha colado en los principales medios de comunicación.
Según esta realidad alternativa, el presidente Castillo fue depuesto y secuestrado por la extrema derecha. Un huracán de represión y abusos de los derechos humanos por parte de las fuerzas armadas se ha enfrentado a las protestas pacíficas y signado estas últimas semanas. Al mismo tiempo, la ex vicepresidenta, Dina Boluarte, que sucedió a Castillo, es una traidora sanguinaria empeñada en instaurar un régimen dictatorial. El heroico y desarmado movimiento de resistencia está luchando por la justicia social y racial.
La verdad es mucho menos romántica. Castillo hizo lo que tantos gobernantes han hecho en América Latina: intentó destruir el sistema democrático desde arriba pergeñando un golpe de estado. Cuando los militares no le respaldaron, ordenó a su chófer que lo llevara a la embajada mexicana, donde el demagogo populista de ese país le había ofrecido protección. La policía se negó a seguir sus órdenes y lo detuvo. Ahora se encuentra con prisión preventiva en una cómoda cárcel por orden judicial.
El Congreso destituyó a Castillo; según la Constitución, la vicepresidenta, que no había respaldado el golpe, lo reemplazó como Jefa de Estado. No intentó instaurar una dictadura, sino que pidió al Congreso que recortara su mandato adelantando dos años los próximos comicios generales. En consecuencia, Perú elegirá un nuevo gobierno en abril del próximo año.
La Sra. Boluarte no es una oligarca blanca y rica. Procede de una de las regiones más pobres del país, Apurímac, habla lenguas prehispánicas y viene del partido marxista que apoyó la candidatura a la presidencia de Castillo. Antes de ser elegida vicepresidenta, era empleda pública.
Tras el fracaso del autogolpe de Castillo, se desató un torrente de violencia que ha durado hasta hoy. Organizada por diversos grupos radicales en busca de sus objetivos conocidos, la violencia ha causado estragos en todo Perú, provocado muchas muertes, destruido muchos bienes y ha acabado con la poca confianza que los inversores tenían en el clima político y empresarial.
Dadas las circunstancias, el gobierno de Boluarte se vio obligado a declarar el estado de emergencia (permitido por la Constitución) y pedir a las fuerzas de seguridad que contuvieran la violencia. Como resultado, varios manifestantes murieron trágicamente, algo que la fiscal general y otros fiscales se encuentran investigando actualmente. Todo esto ha sido ampliamente cubierto por una prensa libre que no ha encontrado obstáculos para informar (incluidos los corresponsales extranjeros que venden estereotipo tras estereotipo a sus editores en sus países de origen).
Algunos de los populistas de izquierdas de América Latina, incluidas las dictaduras de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, y los líderes democráticos pero demagógicos de México y Colombia, han alentado la violencia y han dado crédito al relato según el cual Castillo no es el culpable sino la víctima. Evo Morales, ex presidente de Bolivia, que ejerce una considerable influencia sobre las instituciones de su país, se ha inmiscuido abiertamente en los asuntos de Perú, organizando grupos de militantes armados que han cruzado la frontera con Perú y se han unido a los radicales peruanos.
Hasta ahora, la mayoría de los peruanos no desea que Boluarte dimita, temiendo que el colapso del gobierno convierta a Perú en otro pilar latinoamericano de la izquierda populista autoritaria. Pero los cimientos de su gobierno son precarios. La convocatoria a una asamblea constituyente (el instrumento utilizado por la izquierda populista para derribar la democracia liberal en muchas partes de la región) ha cobrado fuerza entre muchos peruanos que la ven como una forma de acabar con la clase política; los grupos radicales han aprovechado esto para intentar erosionar la legitimidad del gobierno.
Las fuerzas del antiliberalismo que han hecho retroceder el reloj en toda la región en los últimos años intuyen que un país importante de Sudamérica podría caer pronto en sus manos. Esperemos que se equivoquen.
Traducido por Gabriel Gasave
El original en inglés puede verse aquí
Álvaro Vargas Llosa es Académico Asociado Senior del Centro Para la Prosperidad Global del Independent Institute. Sus libros del Independent incluyen Global Crossings, Liberty for Latin America y The Che Guevara Myth
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