La incidencia de la política exterior estadounidense de 2023 en la campaña para las presidenciales del año 2024
El comienzo del año 2023 abre un escenario global con varios interrogantes, entre ellos, la profundización de la guerra en Ucrania y la escalada militar que se acrecienta día a día en la crisis entre China y Taiwán, los problemas energéticos por los que transita Europa durante el actual invierno y una creciente preocupación internacional en materia de salud ante un probable nuevo brote de Covid-19 del que se sospecha que China estaría ocultando información, lo cual genera fundados temores ante una situación emergencia similar a la de 2020. Las conductas de Beijing cuando se produjo la crisis de salud de aquel año, como su negativa a cooperar responsablemente sobre el origen del virus y su displicencia ante las consecuencias -además del ocultamiento de la pandemia en su territorio- han dejado mal parado al régimen comunista chino conducido por Xi Jinping.
Por otro lado, China está sumando una preocupación adicional en la comunidad internacional por su programa de profundización estratégica en la medida que ya no oculta sus planes de avanzar en la región del Indo-Pacífico, algo que no es una novedad sino una realidad concreta en los frentes tecnológicos, económicos, políticos y en sus movimientos militares.
Ante ese escenario regional, un documento dado a conocer recientemente por el Pentágono indica que el presupuesto chino de defensa se duplicó en los últimos ocho años y continúa aumentando en materia de sistemas de armas para su ejército, su marina de guerra y su fuerza aérea. Tal situación hace pensar que 2023 será un año crucial, en el que indefectiblemente la amenaza China deberá ser enfrentada en todos esos frentes. Según Washington el interrogante más importante para la comunidad internacional no es cómo sino cuándo deberá enfrentarse a ésta realidad concreta.
En lo que concierne a Estados Unidos, los dos primeros años de la presidencia de Joe Biden no han mostrado una estrategia definida y firme para frenar el comportamiento chino. Algunas decisiones individuales fueron razonables y lógicas pero en general la respuesta de la administración ha sido ambigua a pesar que potencias regionales como Japón y Corea del Sur -importantes socios estadounidenses- reclamaron un abordaje mas profundo a la cada vez más grave amenaza china, tanto igual a los peligros que encarna Corea del Norte con sus pruebas de sistemas balísticos potencialmente nucleares.
Tal vez el enfoque de la administración continúe en la misma línea que mostró al arribar al gobierno. Hay que recordar que en su tiempo y a una semana de asumir la presidencia, Joe Biden envió a China a John Kerry como su representante, pero el tema del viaje refirió a conversaciones sobre el cambio climático, aunque se esperaba que la administración también abriera un dialogo amplio sobre los problemas del comportamiento político y militar chino en la región, específicamente en relación a Taiwan. Sin embargo, eso no sucedió, “el tema central del viaje de Kerry no fue otro que el clima como asunto de máxima importancia” y a pesar de las profundas diferencias con China en los asuntos económicos y políticos de los aliados de Washington. No obstante, esos asuntos nunca fueron abordados por Kerry que no abrió ningún canal de dialogo para otra cosa que no tenga que ver con el cambio climático.
A partir de ese momento, la Casa Blanca ratificó su deseo de avanzar prioritariamente en materia del clima evitando poner en peligro los acuerdos ambientales vigentes si tomaba posiciones duras sobre la amenaza militar china. Después del viaje Kerry recibio amplias críticas por parte de un sector de senadores del bloque republicano que la semana pasada volvió a pronunciarse por medio de un documento que incluye una serie de cuestionamientos a la administración Biden de cara al año 2023. La petición interpela al presidente sobre cual será su posición y cómo se manejará la administración ante las actuales conductas agresivas de China en materia económica, política y militar. Al mismo tiempo se le exige que asuma una posición de liderazgo que los aliados regionales de Estados Unidos esperan de Washington desde el día que la administración llegó al gobierno.
No obstante, en favor del presidente Biden, es justo decir que acertó en algunas cosas; por ejemplo, en el aumento de las presiones económicas sobre áreas de comunicaciones, tecnología e informática china. También estuvo presente en la primera reunión de jefes de estado del Bloque Asiático (integrado por India, Japón, Australia y Estados Unidos). El proyecto fue liderado en su tiempo por el asesinado ex-Primer Ministro de Japón, Shinzo Abe y aunque el Bloque no integra la Organización del Atlántico Norte (OTAN), ha sido útil como asociación para abordar cuestiones políticas-militares entre los cuatro actores que son relevantes en la región del Indo-Pacífico, lo cual fué un buen comienzo. De hecho, la presencia de India es muy destacada en ese grupo para contener a China -algo que es de un importante interés estratégico para la India-. Sin embargo, Washington aún no ha podido hacer más en la busqueda por estrechar vínculos con India para fortalecer relaciones que anulen su dependencia del Kremlin en materia de sistemas de armas e hidrocarburos. Esto último es muy importante en un marco en el que India puede ser determinante para neutralizar y dividir los acuerdos entre Rusia y China antes que las necesidades de Putin hagan que se subordine de forma completa a Xi Jinping.
El presidente Biden también aprobó la asistencia y cooperación con el Reino Unido y Australia para llevar adelante la producción de entre 10 y 12 submarinos clase cazadores de propulsión nuclear para la marina de Australia, ese programa se encuentra en etapa avanzada y proporcionó una asistencia muy positiva para otras formas de cooperación militar en la que también Tokio busca una asociación similar para ampliar su flota de submarinos de propulsión nuclear con posibilidad de operar en el Indo-Pacífico y como aliado privilegiado de Washington con mayores capacidades militares para confrontar con China.
Sin embargo considerando aciertos e inacción de la administración en aquella región, otros estados no han permanecido estáticos frente a la amenaza de China. El mensaje más fuerte fue el anuncio dado a conocer días pasados por el Primer Ministro japonés, Fujio Kishida, quien asevero que su gobierno va a duplicar el presupuesto de defensa para los próximos cuatro años, de ese modo, Japón asume de forma similar el compromiso de la OTAN de que cada uno de sus miembros invierta entre el 2 y el 3 % de su PIB en programas de defensa, lo cual convertiría a Japón en el tercer ejército más poderoso del planeta después de Estados Unidos y China.
No hay duda que la posición de Tokio está influenciada por la invasión de Putin a Ucrania, pero muestra también la importancia que otorga Japón a prevenir agresiones como la del Kremlin y lo hace sin las ambigüedades de la corrección política típica de varios países Occidentales. Actualmente, Tokio lleva adelante sin complejos lo que propuso y defendió Shinzo Abe en su tiempo y está mostrando claramente que después de un debate nacional amplio tiene la intención de comportarse como una nación normal, con un ejército fuerte en quien se puede confiar como socio en cualquier alianza con Washington, y eso es algo que tanto Alemania como Francia deberían tomar como ejemplo.
Otro movimiento importante similar a Japón, es que Corea del Sur también aumentó su presupuesto de defensa ante el comportamiento amenazante del régimen comunista de Corea Norte. Aunque Seúl continúa implementando su programa de disciplina fiscal, también entiende que la inversión en materia de defensa es vital para la supervivencia de su país. En el corto plazo, Corea del Sur seguirá los lineamientos presupuestarios de Tokio, la reciente venta de armas de Seúl a Polonia muestra su compromiso, pero también el lugar en que se colocó frente a las agresiones de los regímenes totalitarios en los conflictos en curso, aún en aquellos que se desarrollan fuera de su ámbito regional. En ese sentido, Seúl demuestra al mundo que no todo es una cuestión de presupuesto, sino que es necesario un cambio real con actitudes proactivas para garantizar el suministro de armas adecuado ante la profundización de las guerras en curso o en prevención a las que pudieran comenzar.
En relación a Taiwán, el inicio de 2023 muestra que el apoyo militar estadounidense continúa en aumento, aunque los retrasos en las entregas de sistemas de defensa están presentes; no obstante, Washington ha expresado su compromiso en normalizar ese aspecto a partir de éste mes de enero.
En este tablero internacional, la próxima campaña presidencial no se ve tan lejos en Washington, está iniciándose desde el principio de éste año y seguramente definirá quien será el nuevo inquilino de la Casa Blanca en 2024. Los ciudadanos estadounidenses tienen sus propios interrogantes en materia de política nacional, ellos incluyen aspectos relativos a la industria, el empleo y los índices de la economía, todo esto es muy relevante al interior de los Estados Unidos; por ello, los aspirantes a candidatos serán observados en esos tópicos, pero también lo serán por el manejo de las relaciones con los focos de conflictos fronteras afuera.
Luego de las elecciones de medio tiempo, las cuestiones de seguridad nacional están adquiriendo relevancia ante las amenazas de regímenes altamente peligrosos y son seguidas de cerca por la ciudadanía estadounidense. Ucrania ha demostrado que hay demasiado en juego, lo propio sucede en Oriente Medio, Asia Central y el Océano Pacífico. De allí que aquellos que tengan aspiraciones presidenciales de cara al 2024, si pretenden alcanzar resultados exitosos, deberían atender todas y cada una de esas inquietudes de la ciudadanía.
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