Hacia el salario básico universal y la pobreza absoluta

La Prensa, Buenos Aires
Caben dos interpretaciones al coordinado movimiento de las hordas piqueteras que el jueves invadieron la Ciudad de Buenos Aires. Tal vez ambas se rocen, en la práctica. Por un lado, resulta demasiado casual que semejante explosión, tipo marabunta, ocurra justamente a los pocos días de que la vicepresidente en ejercicio del poder haya aceptado con deliberada renuencia “dejar de revolear ministros”, en sus propias ilustradas palabras. Los mercenarios de la desocupación y la miseria esclava reemplazan la presión insostenible a la que Cristina Kirchner venía sometiendo al presidente Fernández – y a la sociedad productiva y trabajadora – y evitan que se repita la triste imagen de la dueña del Senado saboteando a la República y a su propio gobierno con sus planteos imposibles y delirantes. Ahora los piqueteros la reemplazarán en esa misión. Nada nuevo en el movimiento. También los obispos abogarán por la confiscación y el reparto generalizado, vaya a saber a pedido de quién y con qué respaldo de ignorancia y simplismo.
Por otro lado, la mafia en que se ha transformado el piqueterismo puede estar advirtiendo el nuevo plan de Batakis está en línea con el planteo no sólo del FMI sino de la sociedad productiva y de los economistas ortodoxos, o serios, que no solamente se oponen al reparto creciente de planes, subsidios y dádivas para favorecer a los que no trabajan ni quieren trabajar, sino que se oponen a que esos planes sean financiados con emisión lisa y llana, a que esos regalos sean muchas veces más altos que los salarios y jubilaciones que perciben los trabajadores. Y por supuesto, también observan con asco y repulsa que esos subsidiados compartan parte de lo que reciben, con mecanismos diversos de apoderamiento, con capimafia piqueteros, que incluyen la obligación esclavista de asistir a las marchas que estos organizan o venden con fines diversos. El viralizado reportaje a una marchadora de anteayer, en el que plantea la ignominia que implica el que “ahora se la quiera obligar a trabajar, si ya trabajamos de esto” muestra acabadamente que ese disgusto generalizado ciudadano tiene amplia razón de ser.
El peronismo, y también Cristina, aunque odien enfrentarse a la verdad y la realidad, saben que la idea de fomentar una masa amorfa y demandante les explotará en la mano, y buscan lograr algunos objetivos en esta orgía de gastos (cuestan 100 veces más caros los planes que todo el retraso tarifario). Por lo pronto, odian la idea que toleraron forzados, que equipara a los líderes piqueteros con los sindicalistas y al movimiento piquetero con un sindicato, algo que no sólo va en contra del principio fundacional del movimiento, sino que enoja a la CGT y a Moyano, ya desplazados por La Cámpora de la cercanía de las cajas. Es, además más fácil, controlar al sindicalismo amigo y prebendario institucional que al salvajismo piquetero, por interesados y ambiciosos que fueran sus líderes. El FMI también lo sabe, y habrá que lograr complicidades para parar la locura del llamado gasto social y su indexación por inflación. Entonces, es preferible empoderar al sindicalismo como negociador y representante no sólo de los trabajadores, sino de los no-trabajadores.
Diploma de pobre
La idea de conceder un salario universal a los desocupados vocacionales, en el enrulado pensamiento vicepresidencial, es un intento de reemplazar la escandalosa suma de planes de todo tipo por una suma única, que, vía algún formulario mágico como el diploma de pobre que se utiliza desde ayer, se pagará a cada jefe de familia, con la esperanza de reducir el gasto total, primero al pagarlo como salario y acotar las duplicaciones y triplicaciones, y segundo al desacoplar ese pago de la gestión de los movimientos piqueteros, que no tendrían excusas para cobrarles una cuota a los planeros y perderían todo poder de calle sobre ellos y sobre el estado. El sindicalismo clásico volvería a ser la contraparte del gobierno, también en el manejo de planes. Finalmente se denomina salario, por universal, inmerecido y sin contraprestación que fuera. Los viejos socios se entienden.
Los piqueteros han comenzado el jueves una lucha para impedir cualquier intento de limitarlos y cortar su estafa ideológica y presupuestaria, cualquier ataque contra el enriquecimiento de los capimafia y cualquier reducción del gasto. Lo que también es una lucha contra el trabajo, la producción, la inversión y el empleo. Esa lucha continuará con cualquier gobierno de cualquier tendencia, de cualquier partido, de cualquier ideología y es el verdadero enemigo que enfrenta la sociedad. Por una curiosa paradoja, el sindicalismo, para muchos el culpable de un tercio de la decadencia nacional, es el recurso que usará el gobierno para contener a la masa de deseducados, marginales y nunca-trabajadores, que ya son más que los que trabajan y producen. Algo así como recurrir a Frankenstein para librarse de Drácula.
No hay que hacer un ejercicio de imaginación para adivinar enfrentamientos de proporciones en las calles, y una pugna feroz entre los ayer aliados, a lo que también está acostumbrados los argentinos que han visto morir a tiros a muchos dirigentes peronistas asesinados por otros dirigentes peronistas.
Una aberración global
Si bien Argentina tiene características propias que la hacen un caso único desde hace 75 años, no es cuestión de ser soberbios y sostener que se trata de un fenómeno propio y exclusivo. El mundo todo está atravesando situaciones similares, con circunstancias distintas tal vez, pero no con un fondo distinto. El movimiento que brega por la implementación de un salario o renta universal sin el requisito de trabajar es coordinado, está presente en las recomendaciones de los entes burocráticos internacionales, y tiene siempre las mismas características económicas:
- a) Nunca se explicita el modo en que se financiará semejante dádiva. En el ensayo general provocado del aislamiento pandémico, esos entes, encabezados por el FMI, la Unión Europea y los Estados Unidos sostuvieron que no era el momento de preocuparse por el déficit o el equilibrio presupuestario, un disparate keynesiano que siempre que se aplicó condujo a muchos años de miseria internacional.
- b) Cualquier intento de financiar tal pretensión sólo puede ser logrado de una de dos maneras. Con un aumento siempre confiscatorio en la cantidad y alícuotas de los impuestos, ya suficientemente altos en el mundo, o con una emisión desproporcionada que siempre conduce a una gran inflación, destructora de todo porvenir y de toda oportunidad.
- c) Un aumento impositivo de la magnitud del que se necesita para semejante gasto, sin ninguna producción ni productividad, necesariamente ataca la inversión, el empleo y la credibilidad de quien lo aplique. El concepto de que si se aplicase en todo el mundo el inversor y el empresario no tendrán más remedio que resignarse a seguir produciendo y a ganar menos o no ganar, no sólo no se ha evidenciado nunca, sino que es un desconocimiento del comportamiento de las personas, o sea de la acción humana.
- d) O sea que cualquier intento de aplicar este salario universal con cualquier formato, nombre o excusa, llevará siempre al mismo resultado: desempleo, déficit, inflación, aumento de pobreza y de nuevo iniciar el ciclo fatal. Lo de Argentina es un adelanto, no una excepción.
- e) Es posible que tenga mucho más éxito en satisfacer el resentimiento y la envidia de muchos, que en lograr los efectos de igualdad, equidad o redistribución que se dice perseguir con semejante idea. O para decirlo con la frase del vulgo, cualquier igualdad será emparejando hacia abajo, pero como las necesidades a satisfacer serán crecientes hasta el infinito, tarde o temprano se llegará a la miseria generalizada, sin promedio. Gini cero, para usar un indicador interesado, falso y de escaso valor técnico tan amado por el progrepopulismo.
- f) El reseteo global, la agenda 2030 o cualquier otro nombre con que se designe la idea que tiene como centro el salario universal, lo que Cristina llama “la platita” termina siempre en la ruina generalizada, aunque se presente como equidad o igualdad, un concepto que no existe ni en la naturaleza ni el derecho ni en la lógica. Los países que tengan una fuerte base industrial o de servicios, o fondos de pensión o de emergencia acumulados, o que aún generen confianza por un tiempo, podrán subsistir 3 o 4 años mientras se dilapidan esos fondos, se defrauda la confianza o se expulsa el empleo. La industria o la producción desaparecen por falta de estímulo y rentabilidad, o por inseguridad jurídica. Los países más débiles, caso Argentina, estallarán en pobreza en plazos mucho menores.
Coincidencias
También tiene las mismas características políticas:
- a) La presencia creciente de gobiernos de la Nueva Clase política, de los detentadores del concepto maquiavélico del Poder por el Poder mismo, acaso la peor forma de corrupción de un político, los burócratas de profesión, que se concentran tanto en el armado político que descuidan o desprecian la formación técnica individual, con lo cual los cargos terminan siendo ocupados por inútiles o ideólogos, a veces mediante negociados inconfesables, a veces con un nepotismo que incluye amantes de ambos sexos, pone a los gobiernos lejos de las decisiones serias, honestas, de fondo y de largo plazo que son necesarias en cualquier sociedad. Basta recorrer los espineles de funcionarios de alta categoría en los países más importantes para encontrar miles de ejemplos.
- b) La falta de grandeza que la política implica, que hace imposible la prédica, la explicación, la formación de educación técnica, universal y personal que resulta imprescindible ante una población con crecimiento inmanejable como la actual. Eso torna a la sociedad en masa precaria, con expectativas a la que no se tendrían derecho a aspirar si se aplicase un pensamiento racional, y la catapultan a la bronca, la envidia y el resentimiento.
- c) La deshonestidad de los políticos y gobernantes, cuando no la corrupción rampante y tolerada. Dejando por un momento el fácil ejemplo de Argentina, donde Cristina cree por caso, que no está sujeta a la justicia ni al derecho sino al juicio de la sociedad, (el pueblo) o de la historia (nadie), no es posible ignorar que en muchos países la clase política está exenta de la justicia, formal o virtualmente. Vale el ejemplo de países tan diametralmente opuestos como Uruguay, donde los políticos son juzgados por sus partidos o por sus cámaras, y hasta es mal visto recurrir a la justicia, o Estados Unidos, donde Clinton protagonizó uno de los mayores escándalos durante su gobernación en Arkansas, que luego se ocuparon de tapar aún los medios más combativos como The Economist, que lo había acosado y acusado varios años. O las acusaciones gravísimas y nunca desmentidas contra George W. Bush y su vicepresidente Dick Cheney, por la tercerización de la guerra a favor de la empresa privada Halliburton, de la que el vice había sido CEO, y muchas otras irregularidades, que se denunciaron hasta en películas hollywoodenses y fueron convenientemente relegadas. O los cargos comerciales contra Trump, y los menos comerciales contra su familia, o las andanzas con las influencias del “otro” hijo de Biden. O los delitos de que se acusó a la burócrata sublimada Lagarde. Esa deshonestidad de múltiple espectro es la que hace que los funcionarios se vuelvan complacientes, o al menos intrascendentes e ineficaces, para no ofender al pueblo y a quienes los protegen con su silencio o su omisión.
Democracia revisada
Paralelamente, se ha revisado, vaya a saber por qué autoridad o de qué modo, el concepto mismo de la democracia. Se pasa por encima de las constituciones y las leyes en nombre de lo que se llama democracia directa, que no es más que un formato de prepotencia, una asamblea con voto a mano alzada, como diría Cavallieri, que termina en el exceso de la pedrea, la protesta callejera, la urgencia, la transformación de cualquier necesidad o exigencia en derecho que merece ser satisfecho. En todos los casos, omitiendo explicitar el modo en que semejante garantía será costeada por el Estado, eufemismo del expolio al que se somete a las minorías que aún producen, invierten, estudian y arriesgan. Habrá quienes crean en una conspiración. Aunque no lo fuere, los efectos coordinados de tanta disconformidad instantánea y cambiante, (el tema ambiental pasó de la lucha contra el calentamiento global a la lucha contra el cambio climático, cuando se advirtió que la tierra se estaba enfriando. La lucha contra la pobreza se cambió por el reclamo imposible de igualdad cuando se advirtió que la pobreza se reducía drásticamente con la libertad comercial de la globalización.
Lo que sí es cierto, es que nadie puede creer en la espontaneidad de los reclamos. Siempre los reclamos fueron la excusa para imponer movimientos ideológicos. No es nuevo. Cualquier argentino podría explicarlo. Chile se destruyó de la noche a la mañana sin que haya habido aún ni un solo beneficiado del caos constitucional que se organizó. Y sin que siquiera se haya aprobado la Constitución. Y lo que también se debe tener en cuenta, es que la promesa de un mundo mejor que viene empaquetada con la promesa del reseteo, es falsa por imposible. La sociedad se enoja porque cree que alguien la priva de un bienestar que es posible, engaño básico al que es sometida.
También es evidente que no existe la posibilidad de un retorno una vez que se emprenden estos caminos de reivindicación exprés. Y sería bueno entender que la situación de Argentina no es reversible y no es excepcional. Una vez que se emprende el camino de los planes, la platita, el salario universal, el retroceso es imposible, y el único futuro es primero el saqueo impositivo e inflacionario, y luego la ruina.
Hay un elemento final que envuelve, que caracteriza este reseteo a la nada. Es la imprescindible condición de una dictadura para imponer los cambios, que van contra la naturaleza humana, contra la acción humana. Alguna vez esa dictadura fue simbolizada por las burocracias que sabían mucho más que cada interesado cómo gastar y disponer de su dinero. Luego fueron las fórmulas matemáticas que suponían predecir el comportamiento humano, pretensión de soberbia que estalló cuanta vez se ensayó. Ahora es la llamada democracia directa, el motín, la instantaneidad, la destrucción de las calles y espacios públicos, la huelga salvaje, el enojo inducido o no, la violencia, el corte piquetero, el apoderamiento, la violencia confiscatoria del Estado, la tiranía de las leyes electorales que son una estafa en sí mismas, Sri Lanka y su marabunta humana.
No hace falta Cristina Kirchner para destruir una economía, una sociedad, un país. Argentina es sólo un ensayo general de miseria del Reseteo global de la Agenda 2030. Cada uno con su estilo, el destino es el mismo. Sólo se salvarán aquellos que se atrevan a seguir un camino diferente. Si tienen una dirigencia inteligente, capaz y honesta que los gobierne.
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