Catolicismo, protestantismo, comunismo, capitalismo
Los Papas se han pronunciado respecto al liberalismo, capitalismo y al socialismo y comunismo. Ambos sistemas reciben sus reparos, aunque no es el mismo.
El socialismo y el comunismo real recibe la condena con Pio XI en 1931, en QA (117, 120), pero mucho antes ya el papa Pio IX en 1849 en (Nn 17) y en 1846 (QP), antes de que Marx sacara su manifiesto comunista en 1948, había advertido respecto estos sistemas. El socialismo y el comunismo real tienen muy serios reparos porque son un sistema ideológico contrario a la revelación cristiana, es decir, como sistema ideológico se trata de una concepción de cómo tendría que funcionar la humanidad e intentan llevarlo a la realidad imponiéndolo, quitando la libertad. Pues priva a la persona de su libertad en «beneficio» de la colectividad e imponiéndole la renuncia a toda aspiración a la trascendencia, la encierra en una perspectiva terrena y dirigida. ¿Se sostiene el ‘beneficio» colectivo privando a la persona de su libertad? Pues creo que no, ni eso, ni el beneficio individual, ni el colectivo. No existió, no existe ni existirá “el paraíso terrenal” comunista prometido por Marx. Su profecía se ha revelado falsa por ser un sistema insostenible y empobrecedor ya a corto y medio plazo, aunque por la fuerza haya sido mantenido en el tiempo con sus nefastas consecuencias medibles.
Respecto al capitalismo y la economía de mercado la iglesia hace una distinción. El papa Juan Pablo II en (CA 42b) dice: “Si por capitalismo se entiende el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta es ciertamente positiva… Pero si por capitalismo se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa.» Mi impresión valorativa sigue la relación entre libertad, justicia, economía y política. La justicia debe cuidar a la libertad y la economía debe cuidar de la correcta política. Aunque a veces se descuidan.
Por otro lado, apreciamos cuando leemos a los primeros ‘economistas’, incluso anteriores a A. Smith, de la Escuela de Salamanca, como el historiador sacerdote Juan de Mariana (1536-1624), o al mismo A. Smith que escribió ‘la teoría de los sentimientos morales’ además de ‘la riqueza de las naciones’, cuando leemos a Mises en la Acción Humana, cuando leemos a León XIII en la RN, tratando `la cuestión social` no argumentan en términos de pugna mutua (lucha de clases), sino mediante la interdependencia entre agentes libres y distintos, con objetivos distintos, sujetos a restricciones endógenas y exógenas de manera que van actuando y van, vamos, tomando decisiones en búsqueda de acuerdos que se plasman en intercambios voluntarios, no impuestos.
En el marxismo las decisiones en cantidades y precios no las determinan las interacciones voluntarias entre personas libres buscando optimizar sus objetivos. Los objetivos los definen desde la imposición planificada centralmente desde lo público, en planes anuales o quinquenales, … Un trágala atroz. La persona es un factor, como persona, individuo, libre e integral no existe, su función es la de factor de producción. ‘El hombre queda reducido así a una serie de relaciones sociales, desapareciendo el concepto de persona como sujeto autónomo de decisión moral’ (CA, 13), S. Juan Pablo II.
Por otro lado, en el socialismo, aunque no haya planificación central, existe una multitud de intervenciones gubernamentales en los mercados. Estas intervenciones intentan o pretenden mejoras sociales estableciendo precios máximos o precios mínimos, regulando salarios, los precios de la energía, de materias primas, los tipos de interés, dando subvenciones a diversas industrias o grupos sociales, recargos o bonificaciones fiscales, etc.; así como recurriendo de forma permanente, con ávida adicción, al déficit público, lo que normalmente conlleva un crecimiento continuo de la deuda pública.
Estas políticas y reacciones de los agentes, sean tomadas por católicos o por protestantes, normalmente generan ineficiencias plasmadas en una menor actividad socio económica, aumentan el paro y reducen la riqueza.
La causa primigenia de ello no son las creencias religiosas, ciertamente coincidente con sus matices entre ambas lecturas dentro del cristianismo. Es la pretensión de fijar los precios de los bienes de manera discrecional por los gobiernos y la reacción espontánea de los agentes económicos a estas medidas.
Éste es el punto, muchos políticos y no políticos afirman que lo que hace falta es “voluntad política”, que con voluntad política “sí se puede”, y con estos eslóganes logran seducir a muchas personas. Los ‘fallos del Estado’ suelen ser mucho más graves que los ‘fallos de mercado’.
Ciertamente el sector público cobró mucho protagonismo tras la crisis de demanda que siguió al crack de 1929. En dicha crisis muchos creyeron ver la constatación del fin del “modo de producción” capitalista profetizado por Marx. Pero este fin no se produjo. Siguiendo la “orientación” de JM Keynes, el sector público ha cobrado con el tiempo un protagonismo tremendo, no sólo por su actividad legislativa en materia económica sino por su implicación directa en la producción de bienes y servicios y la cuantía del gasto. Aquella crisis de demanda fue resuelta en una economía en la que el sector público tenía un peso raquítico en comparación con el privado. En una crisis de esta clase se podría entender el tirón desde el sector público, pero el margen de maniobra de este sector merma por “asfixia” conforme crece su proporción en el PIB, porque la financiación del mismo puede “apabullar” y «sofocar» al sector privado, que es la fuente de financiación de todo lo público. Esto lo sabemos desde la economía, pero desde la política pueden intentar ignorar esta restricción apelando a la “voluntad política” y a los bolsillos y patrimonios ajenos. Todos somos conscientes de la cada vez menor laxitud de las restricciones derivadas de la escasez de recursos financieros, nos percatamos por la evolución de las primas de riesgo de la deuda soberana acumulada, que ya alcanza un 120% del PIB anual. Resultado derivado de la crisis de confianza en las instituciones financieras.
Bajo el capitalismo y el mercado, de bienes y servicios, de trabajo, de activos financieros (dinero, bonos y divisas), ¿es verdad que las cosas fluyen de mejor manera? Desde luego el mercado como mecanismo de asignación de recursos, como mecanismo de búsqueda de los acuerdos de intercambio voluntario entre personas libres, es la mejor de las garantías entre los experimentos llevados a cabo. Si yo tuviera responsabilidades políticas y le dijera una mañana a mi esposa: ¡lo tengo decidido, voy a fijar los precios y las cantidades de todos los bienes, servicios y factores! Su respuesta sería, con toda firmeza, ¡’loco, tú hoy no sales a la calle’! Las posibilidades de los mercados son indudablemente superiores a las asignaciones a dedo por colas o por racionamiento, aunque siempre hay que estar pendientes por si se producen conflictos entre los objetivos de libertad y justicia y las “leyes” de la economía y la política. Tenemos que estar atentos, como indica la encíclica de Juan Pablo II (CA 42b), en el cuidado de «un sólido contexto jurídico al servicio de la libertad humana integral…»
En esta clase de conflictos tienen un protagonismo especial las connivencias entre empresas y gobiernos, entre los que dirigen las grandes empresas y los políticos en connivencia, sobre todo cuando se trata de empresas con ‘poder de mercado’. En el arte de la economía y la política no debe haber margen para la ingenuidad. Y en la imagen que aparece al principio de este artículo hay mucha ingenuidad y estupidez con doblez de intención. Se necesita una gestión en la que cada quien tenga el arte y la sensibilidad de ver ‘la belleza’ del otro. No en vano, el otro para el otro soy yo. Y la verdad es que reconozco, como indiqué, que si la justicia cuida de la libertad y la economía cuida de la política las cosas marchan mejor.
En un debate me indicó un conocido, «estoy muy de acuerdo con usted. Pero cuando el papa era Juan Pablo II creo que nadie osaría poner ese símbolo de la imagen, Francisco y su discurso, ese es el problema… que usa terminología de izquierda para hablar de temas económicos y políticos…».
En un debate me indicó un conocido, «estoy muy de acuerdo con usted. Pero cuando el papa era Juan Pablo II creo que nadie osaría poner ese símbolo de la imagen, Francisco y su discurso, ese es el problema… que usa terminología de izquierda para hablar de temas económicos y políticos…».
La osadía siempre aparecerá en alguien por lo que diga o deje de decir cualquier papa. La verdad es que, como dije a principio, la imagen me entristece por su falsedad y perversidad. Pero tranquilos por eso. A Juan Pablo II también le criticaron cuando estaba en su puesto, por su posición ante el aborto y la eutanasia, y muchos comunistas y socialistas occidentales por su posición contra el comunismo por él experimentado, por su teología del cuerpo, por sus puntualizaciones sobre el capitalismo, por su oposición a la “ideología de género” … Así y todo, con su capacidad de convocatoria y seducción, cautivó a los jóvenes y a los mayores por igual.
Los papas y el cristianismo tratan los asuntos materiales y espirituales que nos mueven en nuestro interior como personas libres, sin perder el sentido de la trascendencia (el cielo) y sin pretender imponer sus creencias a nadie. ‘Dios es un caballero’ y su Iglesia podrá proponer, podrá sugerir, pero nunca, nunca imponer. Cuando se ha pretendido imponer algo inapropiado y se ha hecho desde la religión, ello ha sido causa de daños por los cuales los papas Juan Pablo II y Francisco han tenido el coraje de pedir públicamente perdón. El fallo en la gestión humana nos acompaña siempre. Nos caemos y nos levantamos.
El mundo cristiano, católico o protestante, Occidente, tiene sus raíces en las tradiciones judeocristiana y grecorromana. Pero es verdad que, estando atentos a todo, muchas veces en Occidente también se bebe y se vive “como si Dios no existiera,” “en el ardiente afán de novedades.” sin ser de izquierdas; o bien, se bebe y se vive así mismo de los postconceptos surgidos del ‘marxismo cultural’ tras la caída del muro de Berlín en 1989. Algunos, quizá muchos, desenfocan el análisis y quieren escuchar en Francisco cosas que el Papa dice mirando ‘al cielo’ y pisando el suelo. Si a Francisco se le escucha sin mirar ‘al cielo’ puede no entendérsele y ello es normal y debe aceptarse. Las interpretaciones son múltiples y la confusión aumentan el ruido. Es lo que hay. Los papas hablan no solo a los católicos, muchas veces se indica en sus textos que van dirigidos a las personas de buena voluntad. Pero ¿quiénes son estas personas? Para mí son todos los humanos.
Normalmente, la gente no se levanta por la mañana decidida a hacerse o a hacer daño, a menos que padezca algún trastorno mental. Pero, eso sí, los economistas, juristas y políticos cristianos tenemos una responsabilidad compartida y debemos apoyar al papa en su permanente ejercicio de discernimiento. Muchas conversaciones sobre ello he tenido con profesores, especialmente menciono aquí las que he tenido con mi querido compañero de departamento de la ULL el Dr. Eduardo Martínez Budria y con mi maestro de la UVA el Dr. José Miguel Sánchez Molinero.
Los cristianos, católicos y protestantes, con sus debilidades y fortalezas, tratan el compartir, la caridad, la ‘caritas’, a distintos niveles y siempre voluntariamente, nunca imponiéndola, ejerciéndola con discernimiento en libertad. Siempre sujetos a las restricciones exógenas vigentes (restricciones fiscales, monetarias, etc.); y también, por otro lado, a las restricciones propias de cada cual, las que cada quién se marque a sí mismo en su libre ejercicio solidario, con sus propios recursos económicos, con su bolsillo y patrimonio, no con el ajeno. Y en cada nivel de ejercicio de la caridad, el cristiano está llamado a realizarse, a ejecutarse de tal modo que ‘no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha y/o viceversa’.
Los papas apelan a esto, a despertar y avivar esta conciencia que libera y engrandece a quien la practica con alegría y explicitan el premio anunciado: ‘recibirás el ciento por uno’, eso sí con persecución. Estos creo son los puntos que fundamentan la posición de los papas: 1) El anuncio de la Buena Noticia, esto es, la predicación del Evangelio. 2) La libertad religiosa, es decir, la no imposición de la Fe a nadie. 3) La caridad con los recursos propios de cada uno, alentando la sensibilidad plasmada en el principio de ‘preferencia por los pobres’. 4) El principio que inspira toda la doctrina social de la Iglesia, resaltado por Juan Pablo II en su encíclica Laborem excersens; a saber, “La prioridad del trabajo sobre el capital y la exigencia de que el capital y los instrumentos de producción estén siempre al servicio del trabajo y del hombre,” lo cual conlleva el respeto a la dignidad humana por encima de todo. Y 5) ‘Dejar a Dios ser Dios’, esto es, dejar que Dios cumpla sus planes con respecto a cada uno de nosotros, aunque nosotros no podamos entenderlos. Mi opción es el discernimiento en cada momento con los pies en el suelo y mirando, con mucha Esperanza, «al Cielo». Ánimo y a Servir.
- 31 de octubre, 2006
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