¿Cómo de grande debe ser el sector público?
Uno de los debates que generan más tensiones dentro del mundo liberal es el relativo al tamaño del Gobierno, en el que por un lado encontramos a una corriente, generalmente los anarcocapitalistas, que considera al Estado un mal innecesario; por otro lado, encontramos a minarquistas y otras escuelas y ramas del liberalismo que consideran al Leviatán como un mal necesario. Pero la separación no acaba ahí, puesto que el debate también se juega en el terreno del cómo debe producirse una hipotética reducción o supresión del sector público, esto es, si de manera gradualista o de manera directa, sin pasar por ninguna fase intermedia.
Mientras que continuemos sin ponernos de acuerdo en estos temas, los socialistas de todos los partidos continúan avanzando e introduciendo sus ideas y políticas en todas las esferas de la vida pública y privada. En el caso concreto del tamaño del sector público, por ejemplo, las economías más avanzadas del mundo han pasado de tener un gasto público del 10% sobre el PIB a finales del siglo XIX a situarse en niveles que rondan el 45%, y en países como Finlandia o Francia este ratio supera ampliamente el 50%.
Una manera de evitar este despliegue peligroso del Estado es, además de dar la batalla de las ideas y explicar por qué este es un mal (ya sea necesario o innecesario), con base en la evidencia, explicar que mejorando la gestión de los recursos públicos es posible gastar mucho menos y al mismo tiempo se pueden mantener los servicios públicos que los ciudadanos demandan de manera abundante (educación y sanidad, por ejemplo). Porque seamos sinceros, hablar en España de que las Administraciones Públicas podrían desaparecer y que la mayoría de servicios que ofrecen podría ser ofertada por el sector privado es una tarea complicada; una formación política que defienda un recorte de, como mínimo, el 50% del gasto público, es probable que no tenga éxito electoral alguno.
Sin embargo, es posible defender que el gasto público se reduzca un 25% sin que la calidad de los servicios públicos se vea deteriorada, y esta opción sí que podría tener mayores apoyos en unos comicios electorales; pero ¿cómo es posible? Por ejemplo, Afonso y Kazemi (2017) usan el método Data Envelopment Analysis (DEA) en el que se establece una frontera de posibilidades de producción, dados los inputs empleados para obtener unos resultados obtenidos (por ejemplo, el gasto en educación y los resultados en PISA), y de ahí calcular lo lejos que están los países de dicha frontera.
De esta manera, los autores estiman que Suiza es el país que menos gasto y que mejor desempeño tiene (esto no quiere decir que Suiza sea eficiente, simplemente que es el mejor de los países analizados). Si un país se coloca lejos de la frontera esto quiere decir que no está siendo eficiente, puesto que con los mismos recursos otro país lo está haciendo mejor o que, con menos recursos, aquel obtiene unos resultados mejores que este. Los resultados no dejan lugar para la duda, y es que de media, los países gastan un 27% más de lo necesario dados los resultados que obtienen, o lo que es lo mismo, un país con un gasto público de en torno al 45% del PIB podría gastar perfectamente un 35% del PIB; España podría reducir su nivel de gasto público en un 21,7%, y, con los mismos recursos, podría mejorar en un 35,4% sus resultados en educación, sanidad o su desempeño económico.
En Afonso y Schuknecht (2019), y usando la misma metodología (DEA), se estima que para obtener unos buenos resultados, el gasto en educación podría situarse entre el 3,5 y 5% del PIB; el gasto sanitario en el 7% del PIB; el gasto en infraestructuras no debería superar el 2,5% el PIB; y un gasto social del 20% sería suficiente. De hecho, en este trabajo se encuentra una relación negativa entre el tamaño del Gobierno y el desempeño económico.
En definitiva, mientras el Gobierno en España se prepara para subir los impuestos en 26.000 millones de euros (aunque haya anunciado que solo lo hará en 5.600 millones, fiando el resto al ciclo económico, la elasticidad de los ingresos públicos en relación al ciclo se ha situado históricamente cerca de 1, ver aquí), existe evidencia de que es posible gastar menos y obtener resultados idénticos. Los políticos parece que solo hacen análisis cuantitativos (¿gastamos mucho o poco?), en vez de hacer análisis cualitativos (¿gastamos bien o mal?).
Pero no se equivoquen, el defender un sector público más pequeño a través de mejoras de eficiencia solo es una solución para el corto plazo; en el largo plazo corresponde a la batalla de las ideas hacer ver que el Estado es un mal ¿in?necesario.
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