Inmigración (XXXV): los no cualificados también son necesarios
“Los inmigrantes permiten a los nativos acceder a puestos (de trabajo) más valiosos”. Benjamin Powell.
“Los inmigrantes poco cualificados, muchos de ellos irregulares, cubren una necesidad vital para empleadores de un amplio espectro de sectores esenciales… Lejos de quitar trabajo a los americanos, los menos cualificados y recién llegados complementan a los trabajadores nativos e impulsan el empleo entre los trabajadores americanos”. Madeline Zavodny y Tamar Jacoby.
Pese a haber un consenso casi general acerca de los beneficios de la inmigración de trabajadores altamente cualificados, en general el nativista que todos llevamos dentro cree que los trabajadores no cualificados son una carga para los países desarrollados y reducen los salarios de los autóctonos.
De entrada, diré que una economía compleja y diversificada necesita constantemente todo tipo de mano de obra, incluida la menos preparada. A medida que una economía crece, más personas y más habilidades diversas se necesitan. Cuanta más división de trabajo y de conocimiento haya tanto mejor. Bill Gates puede limpiar su coche, cortar el césped de su casa o incluso barrer las calles de su ciudad, al menos, tan bien como lo pueda hacer cualquier inmigrante recién llegado a su país; pero para el conjunto de la sociedad conviene que el cofundador de Microsoft y gran filántropo siga activo en aquello que es más productivo y pague a otras personas para que realicen otras actividades menos especializadas pero que son, sin duda, precisas.
Para intentar acercarnos desde otro ángulo a este espinoso asunto, me basaré en los argumentos que esgrime al respecto la analista de la Fundación Reason, Shikha Dalmia, al dar cinco razones por las que la inmigración de trabajadores menos cualificados es también buena para la economía:
- Los nativos son clientes de los inmigrantes poco cualificados: La mayor parte de los nativos no son competidores de ellos puesto que los primeros han recibido educación secundaria; de hecho son sus clientes (servicio de tareas domésticas, cuidado de niños, de ancianos, jardinería, reparaciones, construcción, etc.). Si los nativos son capaces de gastar menos por estos servicios que les proporcionan los inmigrantes menos preparados significa que les quedará más dinero en sus bolsillos para gastarlo o consumirlo en otras cosas o menesteres; lo que implica que pueden ofertarse más empleos en otras áreas de la economía por otros emprendedores que atiendan esa demanda.
- Los inmigrantes de baja cualificación son mucho más móviles: generalmente no tienen propiedades ni les ata excesivamente la comunidad local, motivo por el cual pueden trasladarse casi en cualquier momento y lugar allí donde hay demanda de sus servicios. Pueden ir a recoger la cosecha de cualquier cultivo o atender la oferta de empleo en zonas donde se construya intensivamente en un momento dado. Son menos reticentes que los nativos en hacer las maletas para irse lejos a rellenar los “huecos” del mercado. Tal y como dice incluso el economista George Borjas, no muy partidario de la inmigración en general, los poco cualificados “engrasan las ruedas” del mercado laboral por lo que le permite a éste ser más dinámico y adaptativo.
- Los inmigrantes poco cualificados son buenos para las mujeres profesionales: al no poder dedicar estas últimas mucho tiempo a las tareas domésticas debido a su, cada vez más, intensa actividad laboral fuera del hogar, se aprovechan de la oferta de los inmigrantes menos preparados para subcontratarlos y/o sustituirlas en las labores del hogar y, así, poder dedicar más tiempo y esfuerzo a su profesión. Contar con dicha ayuda venida de fuera es una bendición porque les hace ser más productivas a muchas mujeres nativas que, de lo contrario, no podrían optar tan fácilmente por vivir de su carrera profesional. Lo mismo podría decirse del hombre actual que está cada vez más implicado –quiérase o no- en las labores domésticas.
- Los inmigrantes de menor cualificación suelen por lo general costar menos al Estado de Bienestar: los estudios que se han hecho en diversos países muestran todos ellos que el prototipo de inmigrante poco cualificado suele ser joven, con buena salud y con deseo de trabajar por lo que generalmente recibe bastante menos beneficios sociales que el nativo promedio. Esto no quiere decir que los inmigrantes poco cualificados no reciban ayudas públicas sino que lo hacen en menor proporción que los nativos. Lo suyo en cualquier caso sería poner restricciones al acceso al Estado del bienestar no a la inmigración.
- Los inmigrantes poco cualificados permiten crear más empleos para todos: Cuando el coste del factor trabajo se reduce más negocios se pueden crear, y cuando esto sucede hay más empleos para todos (incluido para los nativos). Además cuando hay una fuerza laboral poco cualificada que no domina el idioma nativo, permite a los autóctonos aprovecharse del relativo mayor valor añadido que pueden aportar a trabajos no tan manuales o que se necesite una relativa mayor preparación o pericia (aunque solo sea para aquellos trabajos que se requiera utilizar el idioma nativo). Sin inmigrantes poco cualificados estas ventajas comparativas se darían por descontadas y no serían valoradas.
Los inmigrantes de baja cualificación típicamente realizan trabajos manuales que no requieren conocer el idioma nativo y estos empleos son por lo general rechazados por los autóctonos. De alguna manera, los inmigrantes poco cualificados liberan al nativo de trabajos pesados, desagradables o peligrosos que pueden, así, aspirar en general a trabajos un poco o mucho mejores.
Pensemos en la alternativa; que no hubiera inmigrantes poco cualificados. El nativista podría pensar que incluso trabajos poco cualificados se pagarían mucho mejor que en la actualidad, pero se darían estos efectos no deseados: parte de la producción saldría fuera en busca de mano de obra más barata o proliferarían los trabajos en negro. Además el autóctono tendría que dejar de dedicarse a su trabajo más especializado y hacer labores ingratas pero ineludibles y la división del trabajo y del conocimiento menguaría por lo que también lo haría la economía en su conjunto.
Al final de la Segunda Guerra Mundial Hong Kong tenía unos 700.000 habitantes, hoy cuenta con más de 5 millones. Difícilmente se puede concebir una inmigración de gente más pobre y menos educada que los chinos que emigraron masivamente a Hong Kong en los años 50 y 60. Sin embargo, en apenas una generación, esa gente con unas instituciones adecuadas logró transformar una superficie rocosa, sin más riquezas naturales que un puerto, en la economía de mayor crecimiento en la historia de la humanidad.
Ser un inmigrante poco cualificado no implica ni mucho menos ser innecesario; especialmente en las complejas y extensas sociedades modernas. Aunque sé que nunca se constituirá un potente e influyente lobby a favor de los vendimiadores, albañiles, empleadas de hogar o cuidadores extranjeros, la política inmigratoria que no tenga en cuenta la importancia de los efectos de los inmigrantes poco cualificados sobre la economía corre el riesgo de dañarla y de limitar las oportunidades de los nativos autóctonos para especializarse y aumentar su productividad.
Pese a ser contraintuitivo, lo correcto sería dejar llegar también a más inmigrantes poco cualificados. Todos nos beneficiaríamos de ello.
(Este comentario es parte de una serie acerca de los beneficios de la libertad de inmigración. Para una lectura completa de la serie, ver también I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI, XVII, XVIII, XIX, XX, XI, XII, XXIII, XXIV, XXV, XXVI, XXVII, XXVIII, XXIX, XXX, XXXI, XXXII, XXXIII y XXXIV)
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