De la decencia de la izquierda y otras fábulas
Hay una izquierda que se autoproclama decente y que quiere desmarcarse del Gobierno de Nicolás Maduro, del chavismo decadente que le cuesta respetar resultados de elecciones, intolerante y populista que a costa de mantenerse en el poder encarcela a sus principales opositores, suprime la libertad de expresión y desabastece al mercado produciendo más pobreza con altos niveles de criminalidad.
Esta izquierda “decente” abjura de las tropelías de la camarilla que dirige desde hace más de 15 años los destinos de Venezuela pero, curiosamente, se indigna cuando se le recuerda los orígenes de ese afán por limitar las libertades individuales y reducir a mera declaración de buenos propósitos la necesaria convivencia en pluralidad; es una izquierda que no cree en la alternancia de gobierno y que apela a la lucha de clases para concentrar el poder, y a la voluntad del “pueblo” para entronizar a su mesías, quien lo liberará de la fatal opresión capitalista.
Cuando esa izquierda, latinoamericana generalmente, queda decepcionada de los desastres de sus necedades económicas (aunque nunca lo reconoce con hidalguía, porque no la conoce), alza la mirada y la dirige allende los mares, y se emociona cuando ve resurgir –como pedazos de muro de Berlín encajando, de nuevo, unos con otros–, un discurso reivindicador, esperanzador, aunque, eso sí, muy enemigo del constitucionalismo y claramente afín al autoritarismo.
Y así, esa izquierda “decente” se consubstancia con Podemos, para nacer de las cenizas y demostrar que sí es posible gobernar desde la siniestra, que es posible lograr el voto popular para arrinconar al imperialismo y a las fuerzas prepotentes del libre mercado; que es posible gobernar desde un Estado que lo resuelva y defina todo. No es el chavismo, sino Podemos con que esa izquierda “decente”, ahora, se viene acicalando plácidamente.
No le interesan las asesorías a Chávez ni los contratos por jugosas consultorías que Podemos facturó al Gobierno bolivariano (a fin de cuentas, era una forma de apoyo a la primigenia aunque fallida revolución del socialismo del siglo XXI). Tampoco la cercanía de sus principios, muy ajenos al Estado de derecho, por cierto.
Héctor E. Schamis, en un brillante artículo en El País (9/01), le ha propinado a Podemos un certero golpe a su brutal hipocresía cuando recuerda que los partidos políticos en
España han respaldado con su firma el resultado electoral del 6 de diciembre pasado en Venezuela, con la excepción de Podemos, demostrando nuevamente que “usa la democracia de manera instrumental: una herramienta táctica para lograr el gobierno, un mero requisito para el objetivo estratégico del poder”. Por eso, es insincero cuando
Podemos dice distanciarse del chavismo.
Claro, pero la izquierda “decente”, obtusa sin pudor, mira con esperanza a Podemos, el nuevo y dramático disfraz del chavismo.
El autor es Licenciado en Administración de Empresas y Máster en Relaciones Internacionales Aplicadas. Es también docente universitario en las Facultades de Negocios Internacionales y Derecho en el Perú, consultor en temas de Gestión Empresarial y durante largos años columnista de prensa.
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