Ecuador:La ‘pesadilla’ de los dólares
Hay una pesadilla que les quita el sueño a muchos ecuatorianos desde hace años. Esta es la idea de que un día nos vamos a levantar con una aguda escasez de dólares. Si sufre de esta pesadilla, ojalá le sirva esta explicación.
En dolarización, no hay ni debería existir una autoridad que determine la oferta monetaria o la liquidez óptima que requiere la economía en determinado momento. Tampoco se requiere y resulta contraproducente pretender ejercer una administración cambiaria, cosa que se propone el Gobierno mediante el timbre cambiario, ni hay necesidad de que un banco central gestione la liquidez en la economía –peor aún, uno que no goza de independencia del poder político–. Hacer esto solo abre la puerta a que se transfieran riesgos de las finanzas públicas al sector financiero, como lo ha estado haciendo la Junta de Política y Regulación Monetaria y Financiera, organismo que pareciera estar más preocupado por asegurar la liquidez del Gobierno central que la de la economía en general.
En dolarización, los ecuatorianos utilizamos una moneda de aceptación universal. Esto implica que en los países dolarizados desaparecen los “problemas de balanza de pagos”. La oferta monetaria está en piloto automático o, dicho de otra forma, se encuentra totalmente democratizada al ser determinada por la demanda de dólares de los ecuatorianos. Si los movimientos de capitales no están sujetos a impuestos y restricciones y no existen mayores barreras al comercio, los ajustes son automáticos. Por eso F. A. Hayek, hablando sobre la desaparición de las monedas nacionales, explica que:
“‘Los problemas de balanza de pagos’ son un falso problema del que nadie se debe preocupar, excepto el monopolista de la emisión de moneda en un territorio determinado. Y una ventaja no menor de la desaparición de las distintas monedas nacionales sería que podríamos volver a los felices días de la inocencia estadística en los que nadie podía saber cuál era la balanza de pagos de su país o región y, por tanto, nadie se ocupaba o preocupaba de ella”.
En otros países dolarizados como El Salvador y Panamá esto simplemente no es un tema de discusión, incluso considerando que han registrado últimamente déficits en su cuenta corriente (que incluye la balanza comercial) muy superiores a los nuestros. Los que sí deben preocuparse de esto son aquellos países petroleros con moneda propia, donde al caer el precio del petróleo ven su poder adquisitivo licuado. Considere el caso de Rusia, donde el rublo se ha depreciado en el 22% a lo largo del último año en relación con el dólar, la economía se contrajo en el 4% y la inflación llegó a 13%.
Lo que sí debería preocuparnos es el problema fiscal y la incertidumbre generada por el Gobierno. El gasto público actual es insostenible y nos ha llevado a una deuda difícil de servir: plazos cortos y tasas altas. Esto se podría resolver con una reestructuración de la deuda y una reducción considerable del gasto público.
Si el Gobierno realmente desea contribuir a la recuperación necesita restaurar la confianza en el país para que los agentes se animen a incrementar la inversión y la producción. Esto no se logra con una hiperactividad de los políticos, sino más bien con que dejen de hacer mucho de lo que están haciendo, estorbando la recuperación.
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