El crudo y los dictadores
El colapso del precio del petróleo, ¿beneficiará o erosionará a los petrodictadores? A primera vista, la respuesta es obvia. Venezuela, Nigeria, Argelia, Libia e Irán necesitan un crudo entre los US$ 110 y US$ 120 para sostener sus Estados. Rusia, la mitad de cuyo presupuesto depende del oro negro, no se queda atrás. Arabia Saudita, que hizo mucho para revertir la “Primavera Arabe”, anunció en años recientes proyectos estatales por unos US$ 500 mil millones provenientes del petróleo precisamente para segar el césped bajo los pies de adversarios que pudieran usar el descontento con el régimen de Riad para inquietar a las masas.
Se está vendiendo la idea de que el gigante energético Rosneft, una de las empresas más endeudadas de mundo, tiene problemas para pagar su deuda de este mes, más de US$ 7 mil millones, porque las sanciones occidentales le impiden acceder a mercados de capitales extranjeros. De esta forma Putin, que ha echado un cable a su amigo Igor Sechin, jefe de la empresa y símbolo del compadreo mercantilista, a través del banco central y los bancos privados bajo su influencia, alimenta la psicología defensiva de una ciudadanía desconfiada de Occidente.
En Venezuela, algunos creen que la coincidencia de las sanciones aprobadas por el Congreso estadounidense contra la jeraraquía chavista y el colapso del crudo otorga a Nicolás Maduro -que ya recorre, desaforado, calles y plazas- la ocasión perfecta de hacer lo que hizo Fidel Castro cuando anunció el “periodo especial” tras el colapso de la URSS: apelar a la épica numantina de pelear hasta morir.
En Arabia Saudita, que tiene acumulados US$ 750 mil millones en reservas y puede darse el lujo de aguantar un buen rato la caída del precio del petróleo, la bendición vendría por otro lado. Si el petróleo se mantuviera por debajo del precio de equilibrio de muchas empresas productoras de “shale”, se produciría una cascada de quiebras en el sector energético estadounidense, la principal amenaza para Riad a mediano plazo como competencia internacional y como factor de presión a la baja sobre los precios por la vía del aumento de la producción.
¿Y qué sucede con Irán? La caída de los precios debería afectarlo. Pero hay dos atenuantes. Uno: el gobierno afectado encarna una facción moderada que pretende un acercamiento paulatino a Occidente y está en una sorda lucha con el “establishment” de los mulás y sus aliados. Dos: todo indica que el país ha encontrado la forma de burlar las sanciones internacionales vendiendo más crudo del que se piensa, logrando en base al volumen lo que no podría lograr en precios: una percepción de “mejora” en comparación con la situación de hace un año, cuando las sanciones sí apretaban mucho.
No pretendo convencer a nadie de que la caída del petróleo es buena para los régimenes autoritarios. Hechas las sumas y las restas, los perjudica mucho a mediano plazo. Pero es un error creer que las crisis económicas automáticamente acaban con las dictaduras y que su efecto es inmediato. Muchas veces la consecuencia de corto plazo es contradictoria con la de mediano o largo plazo y la concatenación no fácilmente perceptible de diversos factores puede producir (ingratas) sorpresas.
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