Gratitud: por orden del médico
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Nuestros padres siempre nos recordaban a que digamos “gracias”, pero ¿quién podía imaginar que un día serían los médicos y psicólogos que nos dirían que debemos ser agradecidos? Pensábamos que la gratitud tenía que ver con cortesía. Resulta que también tiene que ver con la salud física y emocional.
Varios proyectos de investigación han estudiado la naturaleza de la gratitud y los efectos que tiene en el bienestar físico. Un estudio (Emmons y McCullough, 2003) requirió a adultos que llevaran un diario. Un grupo sencillamente registró los acontecimientos diarios; otro grupo registró sus experiencias desagradables; un tercer grupo hizo una lista de las cosas por las que estaban agradecidos. Los que llevaron un diario de “gratitud” reportaron más altos niveles de estado de alerta y energía, pasaron más tiempo haciendo ejercicios, informaron más horas —y mejor calidad— de sueño, experimentaron menos patología y tenían mayor inmunidad cuando estaban enfermos.
En un estudio similar (Froh, 2008), se dividió en tres grupos a alumnos de la escuela secundaria: un grupo de control, un grupo que informó gratitud, y un grupo que informó problemas. Los alumnos que “contaron sus bendiciones” tuvieron menos dolores de cabeza, dolor de estómago, u otros dolores.
Otro estudio se concentró en el efecto que la gratitud tiene en el bienestar del corazón (Steward). Los resultados sugieren que cuando las personas piensan en alguien a quien aprecian o en algo que les gusta, y experimentan sentimientos asociados con gratitud, se desencadena el parasimpático (el aspecto “calmante” del sistema nervioso autonómico). Cuando se repite este patrón, provee un efecto protectivo en el corazón: los patrones electromagnéticos del corazón llegan a ser más coherentes y ordenados.
De modo que la gratitud parece ser buena para la salud física. ¿Qué se puede decir del bienestar emocional?
Algunos investigadores se han centrado en los efectos psicológicos de la gratitud. En un repaso de esa literatura (Wood, Froh, Geraghty, 2010), los investigadores descubrieron que la costumbre de centrarse en los aspectos positivos de la vida (practicar la gratitud) se relaciona con un alto nivel de bienestar psicológico y un bajo riesgo de ciertas formas de psicopatología.
Específicamente, las personas que practican la gratitud informan tener más altos niveles de emociones positivas, satisfacción en la vida, vitalidad, optimismo, y más bajos niveles de depresión y estrés. Los investigadores informan que las personas agradecidas no niegan ni ignoran los aspectos negativos de la vida. Más bien, su regular práctica de gratitud parece ampliar sus estados de sentimientos placenteros.
La gratitud deliberada también se ha asociado positivamente con la capacidad y la práctica del perdón (Harpham, Komter, McCullough, 2004). El perdón frecuentemente se vincula positivamente con la sanidad de traumas emocionales y psicológicos.
También se ha hecho estudios de niños, y los que practican pensamientos de gratitud muestran actitudes más positivas con respecto a los estudios y la familia (Froh, Sefick, Emmons, 2008).
Las personas que tienen una fuerte disposición hacia la gratitud muestran la capacidad de ser empáticas y de ser consideradas del punto de vista de otros. Las personas con quienes se relacionan las califican como más generosas y más serviciales (McCullough, Emmons, Tsang, 2002).
Este es un sencillo resumen de los estudios investigativos. No es nada exhaustivo, sino sólo una vista panorámica de algunos de los beneficios físicos y emocionales de la gratitud.
- 28 de diciembre, 2009
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