El mundo de Bachelet
A todo presidente entrante le toca un determinado mundo. ¿Cómo es el que le tocará a la reincidente Bachelet? Si pidiera a sus asesores que le resumiesen en un puñado de ideas el contexto político y económico global de 2014, ¿qué le dirían?
Entre las muchas formas posibles de jerarquizar y simplificar las tendencias que asoman por aquí y por allá, quizá estaría ésta.
1. No hay en el mundo asunto geopolítico más importante que el surgimiento de China como potencia y los esfuerzos de Estados Unidos y Japón para contenerla. Tanto para Estados Unidos como para Japón, el verdadero sentido del Acuerdo de Asociación Transpacífico, del que Chile forma parte, es limitar el poderío chino. Las pretensiones hegemónicas de Beijing en el mar de China Oriental (que la oponen a Japón, Corea y Taiwán) y en el mar de China Meridional (que la oponen a Filipinas, Vietnam y Malasia) proyectan una sombra amenazante sobre los vecinos. Estados Unidos lo ve igual: es una de las dos razones del “pivote asiático” de Barack Obama (la otra es económica, por supuesto). Como han confirmado los incidentes recientes relacionados con las islas Sensaku, la sensibilidad de todos está a flor de piel.
Ha coincidido esta proyección hegemónica de la nueva China con el resurgimiento del nacionalismo japonés, encarnado en Shinzo Abe. Su proyecto es más que económico: es también geopolítico. Japón quiere volver a ser un poder de primer orden no sólo en lo económico. La visita de Abe a los 10 países miembros de la Asean (Sudeste Asiático) y su participación en el Acuerdo de Asociación Transpacífico apuntan a coordinar un “sistema” que, teniendo a Tokio como uno de los líderes, confiera a Abe el peso para equilibrar la balanza frente a Beijing.
Si algún lugar del mundo puede ser epicentro de acontecimientos traumáticos que aborten la lenta recuperación económica del mundo desarrollado, es éste.
2. Estados Unidos va a tardar mucho más de lo que creen los optimistas en salir de su letargo económico y Barack Obama está herido de un modo que no es plenamente reversible. Su liderazgo será débil de aquí en adelante. Cuando eso le ocurre a un mandatario estadounidense, de inmediato se activa el mecanismo para obtener un triunfo de política exterior que permita dejar un “legado”. Sin duda alguna, Irán es el objetivo principal. Obama ha olfateado que tiene una posibilidad real de lograr un acuerdo definitivo con el Irán de Hassan Rouhani, que también por razones internas necesita un logro de política exterior y un oxígeno económico.
Esto importa porque puede modificar las cosas en el Medio Oriente y el Asia Central de un modo insospechado hace poco tiempo. Un Irán convertido en “socio” político del Occidente democrático que haya renunciado a la bomba nuclear será, para espanto de Israel y Arabia Saudí, un actor de mucho más relieve que antes en la zona. La renuncia de Estados Unidos a seguir apoyando materialmente a la resistencia que trata de derrocar a Assad, el aliado de Irán, en Siria confirma que el régimen de Damasco ya es dado por duradero en el Occidente liberal. Para el petróleo, este factor, junto al boom productivo de Estados Unidos gracias al esquisto, supondrá una contención de los precios; por tanto, presagia una moderación de los costos del transporte que tanto han afectado a ciertas industrias, entre ellas la minería, lo que toca de cerca a Chile.
3. Rusia parece haberle ganado el pulso a Europa en el forcejeo por atraer hacia su esfera de influencia a los países que formaban parte de la antigua URSS. La relevancia de esto para Chile no es directa, pero lo es para el mundo libre en general: fracasada la “Primavera Arabe”, se trata de la zona del globo donde la causa liberal tenía la posibilidad de expandir de forma más significativa su frontera, a juzgar por los millones de personas que, como hemos visto en Ucrania, tienden con ansia la mirada hacia el Occidente democrático. Putin, a pesar de una economía muy afectada por el sistema corporativista que allí impera y de un descrédito moral muy extendido, manda mucho. Como miembro del Consejo de Seguridad durante los próximos dos años, Chile lo sentirá de tanto en tanto en carne propia.
4. Estados Unidos no se ocupará de América Latina en los próximos años más allá de las corrientes inerciales que fluyen hacia el sur. Pero hay algo que afectará a Chile y América Latina poderosamente: la política monetaria. Más temprano que tarde, la Reserva Federal tendrá que poner fin a su política expansiva; cuando ello ocurra, las tasas de interés, irreales e irresponsables en la actualidad, habrán de subir. No hace falta esforzarse mucho para entender que eso afectará losflujos de inversión, los precios de los commodities y los créditos de un modo que en el corto plazo descolocará a los países latinoamericanos. Chile lo sentirá muy directamente.
Quienes vaticinan el declive irreversible de Estados Unidos pierden de vista varias cosas. En especial, que este país sigue siendo la savia innovadora y tecnológica del mundo, y que sus universidades siguen atrayendo talentos como la miel a las moscas. También, que la relativa flexibilidad de sus factores de producción permite a esta sociedad superar con más éxito que otras la pesadez de su Estado y los frecuentes desaciertos de sus políticos. Washington es también responsable de entre 35 y 40 por ciento del gasto militar en el mundo, de modo que su poderío no conoce aún rival.
Dicho esto, no hay duda de que los síntomas de la decadencia están allí: si el “establishment” no es capaz de purgar los excesos acumulados del sistema, ese declive ocurrirá. Su ritmo será lento y sus consecuencias pertenecen al mundo del largo plazo.
5. La Europa de 2014 habrá dejado atrás la recesión que parecía eterna, pero sólo por una pizca. Tras la caída de 0,5 por ciento del PIB de los 28 países de la unión en 2012, por fin se registrará una tasa positiva (es arriesgado vaticinar su cifra, pero los pronósticos giran en torno a 1,4 por ciento). También en la zona específica del euro, que agrupa a 17 países, vendrá un alivio, aunque ligeramente menor. Por ahora quienes tiran de la carreta son Alemania, los bálticos y Suecia, pero las buenas noticias son que ya España e Italia se preparan para su primer año sin recesión, y que el Reino Unido se reanima. Tratándose del primer mercado para las exportaciones chinas, esto debería tener un efecto “en cadena”. Pero, dado que se trata de una mejora muy leve y que China está transitando hacia un modelo en el que el consumo pesará más que el comercio, cuando Europa haya superado del todo su marasmo, es posible que ya no estén dadas las condiciones para que el efecto por la vía china sea de gran envergadura. Lo será más por otras vías.
6. El precio del cobre ha caído este año, aunque menos de lo que se temió (de US$ 3,75 la libra a US$ 3). Aunque nada hay menos predecible en el corto plazo que los commodities, aun tratándose de los metales industriales, no parece probable un aumento del precio pronto. A mediano y largo plazo, las tendencias mundiales apuntan al alza del cobre, pero por ahora, en el mundo lento de hoy, sigue habiendo una sobreoferta que en 2014 debería en principio, incluso, acentuarse, pues la producción aumentará un cinco por ciento. Después de varios años en que la oferta tuvo dificultades para ponerse a la par con la demanda, especialmente la china, y por tanto el precio se triplicó en una década, hoy ocurre lo contrario: la oferta ha atrapado a la demanda y la ha desbordado un poco. Para una presidenta que necesita dinero fiscal para cumplir sus promesas, esto es algo a tener en cuenta.
7. En America Latina, las dos grandes cuestiones son Brasil y México. En Brasil, la Presidenta Dilma Rousseff, tan cara a Bachelet, corre muy por delante de sus rivales hacia la reelección de octubre. Pero, atención: la alianza entre la popular Silva Marina (líder ecologista) y un ex aliado del gobierno, Eduardo Campos, gobernador de Pernambuco y líder del Partido Socialista Brasileño, puede dar muchas sorpresas. Son compañeros de cama “raros”, que dirían los ingleses: ella mira hacia la izquierda y él, a pesar del nombre del partido, más bien hacia la centroderecha. Brasil, no es un secreto, está atascado y ve con algunos celos a la Alianza del Pacífico. Es de esperar que trate de frenar su avance abrazando muy fuerte a Bachelet.
De México, sin embargo, vienen “vibras” de signo muy distinto. Enrique Peña Nieto ha emprendido en un solo año más reformas que todos los países plenamente democráticos de América Latina juntos en una década. La última, el cambio constitucional para abrir el petróleo y el gas a la inversión privada, ha supuesto un paso de gigante hacia la modernización. Si México se convierte en esta década en el chico de moda del barrio, como lo fue Brasil en la década pasada, Santiago tendrá una oportunidad dorada de engancharse a esa locomotora porque ya tiene un pie en ella.
8. La tentacion -siempre en la región latinoamericana- de sobredimensionar a quienes se sobredimensionan a sí mismos puede hacer perder energía inútilmente. Un ejemplo es la Venezuela chavista. Para todo presidente chileno, la tentación de pensar que hay que llevarse bien con los chicos malos del barrio para no quedarse aislado es grande. Pero de ese problema se está encargando la realidad: a medida que la economía ha ido naufragando y el hiperactivismo de Chávez ha dado paso a la ornitología interpretativa de un Maduro con menos dinero y capacidad para exportar revoluciones, el perfil de Venezuela ha ido recobrando dimensiones normales. Eso libera a Chile de hacer un esfuerzo especial para ganarse el cariño de los “bolivarianos”. Emplear las escasas energías en otros esfuerzos rendirá mucho más que tratar de complacer a Venezuela. Varios países que tenían relaciones estrechas con ella porque recibían subsidios se han ido apartando. El caso más reciente es Guatemala.
9. Ademas de Brasil y Mexico, hay que ponerle mucha atención a Argentina. Por “default”, un presidente chileno tiene que priorizar a Argentina, Perú y Bolivia en su radar. Pero Argentina sería hoy para La Moneda un asunto prioritario aun si no hubiese una frontera común. Ese país se prepara para un cambio de “tiempo” en las elecciones de 2015. Algo mucho más importante que el fin del kirchnerismo: el fin de un modelo de sociedad y de un proyecto institucional (sería más exacto decir: des-institucional). A menos que algo imprevisto ocurra -y la imprevisibilidad en Argentina es un rasgo nacional-, lo que vendrá después será algo mucho más afín al paradigma chileno de lo que hay ahora.
La repercusión de eso tendrá alcance sudamericano y afectará al Mercosur, al bloque “bolivariano” y a la propia Alianza del Pacífico, a la que no sería nada raro que un futuro presidente argentino quiera integrar a su país. Cómo convivir inteligente con Cristina y preparar el terreno para ese tiempo nuevo en el país vecino será un desafío diplomático fascinante.
En suma: si algo no será el mundo de 2014-2018 es aburrido. Suerte.
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