Argentina: El naufragio kirchnerista

Por Juan Salinas Bohil
Correo de Buenos Aires
Si la vedette y actriz
Moria Casán tildó en su momento a la fauna artística argentina de jet set de cabotaje, no puede llamarse
de otra modo a los diversos grupos políticos, económicos, judiciales, gremiales
y de toda clase que atiborran con su accionar tapas de diarios y estudios de
radios y televisión.
Es común
escuchar “este no es un país serio” como si fuese necesario de urgencia
inmediata que lo sea. Afortunadamente no lo es, porque de lo contrario, la
existencia en él se haría imposible. Argentina se ha convertido en una gran
platea en donde a 40 millones de vivientes les resulta más efectivo divertirse
con los numerosos programas de boberías que brinda la televisión en donde
abundan personajes estrafalarios que parecen recién salidos del laboratorio del
Dr. Jekyll y pomposas señoritas con abundancia de siliconas, notable ausencia
de neuronas, lenguaje suburbano y forrada billetera obtenida vaya a saberse con
qué artimañas y a costa de quiénes.
Analizar seriamente la realidad bajo el nuevo
cielo bolivariano resulta impropio. Por ejemplo, aumenta día a día la cantidad
de “opositores” que hasta ayer nomás defendían a capa y espada preferentemente
con esto último las bondades
del modelo estatista, dirigista, inflacionario, restrictivo de las libertades
individuales, verborrágico, mesiánico y profundamente corrupto. Estos seres han
comenzado a bajar la planchada del crucero del amor “nacional y popular con
inclusión social” en el que tan bien vivieron durante una década. Y para uno,
opositor a rabiar aún antes de que Él asumiera, autor no reconocido y por ello
frustrado de concepciones como “la presidencia como bien ganancial”, el
encomillado en lo “nacional y popular”, “aplaudidores profesionales”,
“matrimonio presidencial” y tantas otras dichas en soledad mientras los
conversos de hoy se empalagaban de miel kirchnerista, el travestismo no llama
la atención. Esa actitud es moneda
corriente en un país donde los electores
resultan, aunque no lo asuman, los
únicos responsables de sus peripecias en un territorio falto de ideología o
mejor dicho con una sola y excluyente en la que mama toda la
dirigencia.
El
“modelo”, el “socialismo bolivariano del siglo XXI” o la “década de mayor
crecimiento de Argentina en sus 200 años de historia” comienza a hacer agua y
grandes rumbos se abren en babor, estribor y el casco de la nave. Presurosos,
toda la primera clase, con sus chalecos salvavidas de última generación, sus
GPS a prueba de humedad y balas, y chóferes y guardaespaldas, se apiñan en
cubierta junto a la borda a la espera del bote salvador.
Más
algunos, superrápidos, se han lanzado a las tempestuosas aguas del Mar de la
Realidad siguiendo a pura brazada el fluir de un bote bautizado neokirchnerismo
que se encuentra a punto de naufragar debido a la cantidad de gente que carga y
que con relativo éxito intenta alcanzar la costa de un paraje repleto de
mosquitos llamado Tigre. Ellos son un ex terrorista ajado, otrora joven
idealista, Carlos Kunkel, lógico entrista del peronismo en los 70 que acaba de
confesar en LA NACIÓN, “nunca fue kirchnerista, siempre fui peronista” aunque
sin aclarar por qué intentó derrocar a Perón (¿su líder?) para implantar por
las armas una dictadura castroguevarista.
Otra que
se fue de boca y del kirchnerismo es Milagros Salas, una especie de Gabriel
Condorcanqui con polleras, si bien no suele usarlas, sitiada más que situada en
la norteña provincia de Jujuy, que como la queridísima Hebe ha recibido
millones de dólares para hacer casitas para los pobres y mantener una guardia
pretoriana a su servicio. Pues bien, esta ingrata mujer habría manifestado
recientemente: “Que el kirchnerismo se vaya a la m…”.
Pero quien más
llamó la atención con su desvinculación de la Casa Rosada fue Eugenio
Zaffaroni, miembro de la Corte Suprema, otro reconocido militante de izquierda
que como el gobierno no se ha cansado de acusar a los medios de comunicación de
crear una especie de paranoia con relación a la inseguridad, quizás porque como
funcionario de larga data cuenta con custodia oficial y esas simplezas de robos
o asesinatos les son ajenas. Por lo demás, el juez acaba de dejar plantados a
sus pares en una audiencia pública citada por la Corte por la Ley de Medios
para irse a Alemania por dos o tres semanas por “cuestiones académicas”. Su
labor es debería ser full time, sin horas extras ni premios
por presentismo. Es de esperar que como a cualquier mortal se le descuente de
su sueldo el medio mes de vacaciones que se ha tomado.
Lo dicho no
tendría que llamar la atención proviniendo de un integrante de la nomenclatura
pero con esta gente siempre hay más. Zaffaroni dijo, además: “Me queda un año en la Corte, espero que pase rápido”. Más
rápido sería si renunciara hoy y muchos, incluso él mismo, estarían más felices
que en la actualidad. ¿Por qué esperar?
Sin
embargo, quien no debe abandonar el barco es la Presidente pese a algunas
desconsideraciones efectuadas sobre su salud. Las razones son dos y creo, bien
valederas. La primera es que con pleno conocimiento de causa puedo afirmar que
goza de una salud excelente. La otra, igual de importante es que, ¿alguien
puede imaginarse a Boudou al frente de la Casa Rosada? Argentina sería un caos.
Impidámoslo.
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