Argentina: Manuel Belgrano, muy lejos de la Presidenta
Conjeturas un tanto estrafalarias esbozadas por la
Presidenta en el Día de la Bandera, en Rosario, nos mueven a intentar
alguna aclaración respecto del creador de la insignia patria. En su
autobiografía, Belgrano consigna que, si bien se graduó de abogado en
España, su interés residió principalmente en la economía. Por su parte,
en el relato autobiográfico de Alberdi, éste destaca el liberalismo de
su padre, quien entabló una estrecha amistad con Belgrano (el autor
intelectual de nuestra Constitución sostuvo que, en gran medida, la
Independencia lamentablemente trocó de colono: de la metrópoli a los
gobiernos patrios, "siempre máquinas fiscales").
Luis Roque Gondra apunta: "La obra económica de
Belgrano es tan transparente y candorosa que puede señalarse en ella,
sin esfuerzo, el grupo de escritores que influyeron profundamente en su
espíritu", y subraya la influencia preponderante de Adam Smith. Así, en
el número inaugural del Correo de Comercio, periódico inspirado por
Belgrano, aparece un resumen de la sección primera del libro cuarto de
la obra cumbre del célebre economista escocés.
En Escritos económicos , donde se recopilan
trabajos de Belgrano, se lee: "El hombre sólo trabaja en aquellos ramos
en que concibe puede sacar utilidad, y si ésta se la limita la tasa en
términos que le deje muy poco y ningún logro, no haya remedio que vuelva
a dedicarse a ninguno de aquellos ramos [?] no hay fiel ejecutor ni
tasa mejor que la concurrencia: ésta es la que nivela y arregla los
precios entre el comprador y el vendedor; ninguna cosa tiene su valor
real ni efectivo en sí mismo, sólo tiene el que nosotros le queremos dar
y éste se liga precisamente a la necesidad que tenemos de ella".
Esta reflexión de Belgrano no sólo alude al eje central
del mercado en cuanto a la importancia de la libertad de precios al
efecto de asignar bien los siempre escasos recursos, sino que se
adelantó a la teoría subjetiva del valor hasta entonces impregnada por
la errada tesis del valor-trabajo. Recién en 1870, primero William S.
Jevons y León Walras, y luego con mucha mayor profundidad Carl Menger,
desarrollaron la teoría de la utilidad marginal en el contexto de la
subjetividad de las valorizaciones. A diferencia de lo expuesto por Karl
Marx, dieron por tierra con la plusvalía en la que descansa la teoría
de la explotación, tal como lo desarrolló en detalle Eugen Böhm-Bawerk.
Hay muchas lecturas de Marx, pero es de interés
resaltar una especulación sobre su honestidad intelectual: una vez
rebatida la antedicha tesis central, no publicó nada más sobre el tema a
pesar de contar con 49 años y de haber sido un escritor prolífico. Sólo
dos apuntes fueron posteriores, el referido al programa Gotha, dirigido
al oportunismo de Ferdinand Lasalle, en el que modifica la forma de
remuneración, y el folleto de poco más de treinta páginas sobre las
comunas de París. En efecto, luego de publicado el primer tomo de El Capital
, en 1867, se abstuvo de publicar sobre el eje central de su teoría, a
pesar de que tenía redactados los otros dos tomos de esa obra, tal como
informa Engels en la introducción al segundo tomo, publicado veinte años
después de la muerte de su autor (ocurrida en 1883) y 30 años después
de aparecido el primer tomo.
Sin duda que a fines del siglo XVIII y principios del
XIX no puede esperarse de Belgrano una actualización y coherencia
compatibles con fértiles contribuciones posteriores, tal como calibrarán
futuras generaciones nuestros conocimientos actuales, ya que éstos
están formados por corroboraciones siempre provisorias sujetas a
refutaciones en un contexto evolutivo.
Resulta paradójico, pero hoy el cuadro de situación no
ha cambiado respecto de las preocupaciones medulares de Belgrano y de
Alberdi en cuanto a la libertad de comercio y al respeto a los derechos
individuales. Sin embargo, hay quienes son españolistas en el peor
sentido -imperial, inquisitorial y franquista-, aunque se llenan de
escarapelas como si no hubiera una contradicción flagrante entre ambas
actitudes.
Las consideraciones de Belgrano respecto de la
necesidad del funcionamiento libre de los precios se basan en que son
las únicas señales para operar, aunque queden desfiguradas en la medida
de la intervención de los aparatos estatales. No son indicadores
caprichosos, se deben a las prioridades para el uso de los factores de
producción que derivan de la institución de la propiedad privada, que a
su vez aparece debido a que los bienes son escasos.
En un mercado abierto y competitivo (o de libre
concurrencia, como decía Belgrano) el cuadro de resultados revela la
eficiencia de cada cual para atender las demandas de su prójimo. En este
proceso, las ganancias constituyen un premio por los aciertos, y los
quebrantos castigan a quienes no dan en la tecla con los requerimientos
de los demás. Distinto es lo que ocurre con los empresarios prebendarios
que obtienen sus beneficios fruto del latrocinio debido a su cercanía
con el poder, que les otorga privilegios inaceptables en una sociedad
abierta (en la época de Belgrano, los comerciantes ligados a la corona
española; en la actual, los amigos del Gobierno y aplaudidores
oficiales).
Hoy reaparecen funcionarios megalómanos que pretenden
administrar precios, sin comprender la naturaleza del conocimiento
fraccionado y disperso, por lo que inexorablemente concentran
ignorancia. Es del caso ilustrar el tema con la tragicómica suerte de la
divisa estadounidense: se implantan cepos, controles, formularios,
compromisos forzados, sabuesos propiamente dichos y de los otros para
perseguir a ciudadanos pacíficos que sólo pretenden disponer de lo suyo,
todo para generar faltantes, blue , paralelo, negro y
seminegro, en lugar de comprender que el precio libre que establece el
mercado (es decir, la gente a través de arreglos contractuales
voluntarios) no hay faltante alguno, del mismo modo que ocurre con las
zanahorias y los calzoncillos.
Como también indica Gondra, las ideas de Belgrano
dejaron su impronta en no pocos próceres. Por ejemplo, en Mariano
Moreno, un adalid del librecambio a nivel internacional, quien en La representación de los hacendados
escribió que "el contrabando subrogó el lugar del antiguo comercio" a
raíz de los controles burocráticos a las importaciones y exportaciones.
Conviene repasar la historia para no repetir errores.
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