Álvaro Vargas Llosa: “Hoy, muchos no votarían por Ollanta Humala”
Considerado uno de los garantes del triunfo
electoral del presidente Humala –aunque no le gusta ese calificativo– y
ad portas de que el Gobierno cumpla dos años, Álvaro Vargas Llosa evalúa al mandatario y los temas de coyuntura.
En una entrevista con el diario El
País, de España, el presidente Humala marcó distancia de la izquierda, a
la que llamó “acartonada y sedienta de cupos de poder”. ¿Cómo califica
esa postura de romper con quienes lo ayudaron a llegar al poder?
Si esa fuese una ruptura ideológica con el sector más populista,
antidemocrático e ideologizado de la izquierda, me parecería
interesante. Lo veo más como una rivalidad de poder, una disputa por
ocupación de espacio en el espectro político peruano. Me parece que el
presidente piensa que el nacionalismo debe copar el espacio que copaba
la izquierda en un sector de la población y de las demandas populares.
No lo veo como una ruptura ideológica. Si así fuera, en esa misma
entrevista a la que se refiere no habría tantos guiños a la izquierda
dictatorial venezolana.
¿Fue un error del Gobierno intentar
comprar los activos de Repsol? ¿Hay la tentación de Humala de dar un
giro hacia la ‘Gran Transformación’?
Hay una corriente cercana al presidente que empuja hacia esa dirección,
pero hay otra corriente que le dice no. El resultado es que hay señales
mixtas que tienen en vilo a los agentes económicos y a la sociedad en
general.
¿Qué habría significado la compra de Repsol?
Una estatización del mercado de combustibles, y eso habría significado
una violación flagrante no solo de la Hoja de Ruta sino del compromiso
democrático asumido por el presidente Humala en la Casona de San Marcos.
Además, habría empujado a una ruptura con el modelo económico que se
comprometió a respetar, y eso habría destruido el proceso económico y el
progreso que se ha dado en los últimos años. Así que yo me alegro de
que haya dado marcha atrás, pero hizo mucho daño a la confianza que no
debe perder, y eso se nota pese a los esfuerzos que viene haciendo.
¿Qué debe hacer el Gobierno para recuperar confianza?
Sobre todo, ser consistente. Esto es muy importante. Lamentablemente,
hay una tendencia a la inconsistencia. Lo segundo, creo que el
presidente y el Gobierno gastan demasiada energía política en asuntos
que no tienen nada que ver con el desarrollo y el progreso. Haber
invertido tanto capital político en el servicio militar obligatorio me
parece una pérdida de tiempo, una forma de quitarle energía a lo que sí
importa, que son las reformas verdaderas. Un tercer elemento que
ayudaría mucho es que el presidente Humala despejara de una manera más
clara el temor que existe entre la población a un intento de permanecer
en el poder a través de su esposa
Cuando el presidente salió a pedir
que los noticieros dediquen 15 o 20 minutos en noticias positivas, usted
advirtió que los colaboradores del Gobierno podrían alentar una ley
intervencionista de medios, como en Ecuador…
El tema de la prensa lo vivo muy de cerca no solo porque una parte de mi
tiempo lo ocupo pronunciándome en los medios de comunicación para
defender mis ideas, sino porque he seguido muy cerca la experiencia de
Ecuador, de Venezuela, de Bolivia y de Argentina. Soy consciente de la
tremenda desconfianza que suscitó Humala en la campaña electoral y, por
ello, cada vez que haya el menor asomo de intervencionismo del
presidente o del Gobierno en los medios –aunque sea aparentemente
inocente– ,como esas últimas declaraciones, hay que señalarle con
claridad los límites. A mí tampoco me gustan los noticieros morbosos,
pero el remedio es la libertad y la pluralidad, y no que el Gobierno le
fije parámetros. No creo que el presidente vaya a intervenir los medios,
pero detrás hay personas que pudieran tener iniciativas muy peligrosas.
Recuerde que en la ‘Gran Transformación’ había un segmento sobre los
medios, y no hay que olvidar que los parlamentarios fueron elegidos con
el programa de la primera vuelta. Mi modesto consejo es que, al menor
indicio, reaccionemos con mucha dureza porque, si no lo hacemos, mañana
podrían salir.
¿Cómo interpreta que el presidente
califique a los periodistas de “gallinazos” y que muchas veces solo
quiera declarar para el canal estatal?
Eso está mal. Este presidente y cualquier otro tienen que entender que
la función de los medios de comunicación en una sociedad es la de
contrapeso al poder. Estamos viendo hasta qué punto es importante el rol
de los medios. Tenemos un Congreso que deja mucho que desear, que tiene
mucho interés en investigar a unas personas y no a otras, tenemos a un
Ejecutivo que estuvo a punto de estatizar el mercado de combustibles, y
si no hubiese sido por la prensa, no sé que habría ocurrido. La prensa
tiene una función importante porque me parece que el Gobierno no es lo
suficientemente cuidadoso de tener cercanías con regímenes autoritarios
del continente. El Perú le ha dado un aval al fraude venezolano que ha
tenido una gran consecuencia porque, con ese aval, otros gobiernos que
no estaban reconociendo a Venezuela se han visto obligados a hacerlo en
la medida en que no han querido quedarse aislados. El rol de la prensa
peruana, en un caso como este, es importante porque es la única
instancia que le va a señalar al presidente, con mucha claridad, el
riesgo que le significará tener ese tipo de relación. Espero que la
prensa siga manteniendo esa independencia
¿Cuándo ustedes apoyaron a Humala estaban convencidos de que las ideas chavistas habían salido de su cabeza?
Yo partía de la siguiente premisa: Humala entiende que el chavismo en el
país no es viable, pero para asegurarnos vamos a mantener una
vigilancia muy estricta. Los que apoyábamos a Humala no éramos
incondicionales y teníamos una idea clara de lo que es democracia,
economía y Estado de derecho; por lo tanto, íbamos a ser un contrapeso.
Eso, de cierta forma, se ha hecho.
En ese papel de garante que le señala
un sector de la opinión pública, ¿está satisfecho con los dos años de
gobierno? ¿Qué lo decepciona?
Yo me siento reivindicado en lo esencial, digamos que la democracia está
en pie y lo esencial del modelo económico no ha sido alterado, pero
también me siento frustrado porque pienso que el Gobierno ha
desperdiciado mucho capital político en cosas que no tienen ningún
sentido, que ha alimentado la incertidumbre de manera torpe y majadera
sobre temas como la candidatura de la primera dama y no ha avanzado en
las reformas teniendo el capital humano. No tiene idea de las reformas
que se tienen que llevar a cabo.
Cuando se cuestionó que el Perú
apoyaba la elección de Maduro, el presidente dijo que el pueblo lo
eligió a él y no Mario Vargas Llosa. ¿Cómo toma esa reacción?
Yo lo entiendo. Lamentablemente se generó una percepción –que yo no
compartí– de que mi familia había jugado un rol importante en su
victoria, y claro que sus adversarios machacaron esto para tratar de
crear una serie de complejo, y en cierta forma tuvieron éxito. Nosotros
no hicimos ni dijimos más allá de lo que nos habíamos comprometido. Si
en la segunda vuelta Humala hubiera dicho ‘voy a avalar un fraude en
Venezuela’, muchos de los que votaron por él, y que tenían dudas por sus
anteriores simpatías chavistas, probablemente no lo habrían hecho. Si
él (Ollanta) hubiera dicho ‘quiero que el mercado de combustible pase al
control del Estado’, yo dudo mucho que hubiera contado con el apoyo de
la clase media que votó por él venciendo resistencias; y si hubiera
dicho ‘yo voy a negarme a descartar por completo la posibilidad de que
mi esposa me suceda en el poder’, me imagino que habría sido barrido por
la candidata rival, porque esa era la acusación principal que le hacían
sus adversarios. Estas son las cosas que no son inteligentes y que le
hacen perder capital político.
¿Nadine será candidata?
Creo que no será candidata, pero el presidente no debe convencerme a mí
sino a los millones de peruanos que desconfían porque el Gobierno les ha
dado razones para desconfiar. No entiendo por qué mantienen esta
ambigüedad tan absurda, que bien no les hace. Esto es una especie de
pecado original del cual deriva todo tipo de consecuencias. En la caída
de la popularidad seguramente hay elementos de desconfianza, de sospecha
de que pretenden quedarse en el poder. Si en el Gobierno hay un poco de
lucidez para medir la temperatura política, tendrían que descartarlo.
Si no lo haces, sería como darles un garrote a los adversarios, y me
parece incomprensible.
¿Pero no cree que sí existe esa intención?
Tal vez, internamente, pueda haber algunas iniciativas, pero estoy
seguro de que no por una razón bien sencilla: la primera dama tiene un
instinto de preservación. Cada vez que hay un peligro sale a detenerlo,
como en el caso de Repsol.
¿Es una simple coincidencia el cargamontón de denuncias contra los otros candidatos?
En estas cosas, si uno tiene el mínimo sentido de lo que es el Estado de
derecho y lo que es el rol fundamental de las instituciones, entonces
se tiene que dejar actuar a las entidades y no transmitir la imagen de
que detrás de eso hay una intencionalidad política. Lamentablemente, los
voceros en el Congreso y en el Ejecutivo transmiten esa señal. No se
pueden respaldar las investigaciones a los enemigos y proteger a los
amigos. Eso ha pasado en el Congreso, me temo mucho, en el caso de
Alejandro Toledo. No puedo saber si en estos indicios hay o no delitos,
pero por lo menos hay una gran falta ética. Lo que sí sé es que el
Gobierno ha protegido al expresidente Alejandro Toledo y, al mismo
tiempo, alentaba una investigación a Alan García. Eso no es bueno desde
el punto de vista ético, político ni institucional.
En la segunda vuelta de 2011, usted
señaló que Alejandro Toledo no dijo la verdad en el tema Zaraí. ¿Le cree
en el tema de las propiedades de su suegra, Eva Fernenbug?
Yo dije dos cosas en el 2001: lo que usted recuerda sobre Zaraí y,
también, que era muy peligroso que Toledo tuviera relaciones con
empresarios israelíes. Sostuve que se debería separar la política de los
intereses particulares y los negocios. Durante ese gobierno, lo dije
muchas veces y en solitario porque los demócratas pensaban que no había
que darles armas a sus adversarios, lo cual fue un grave error. Da la
impresión de que esta relación está en el corazón de esta denuncia No
tengo cómo saber la verdad, pero sí tengo dos dedos de frente y ojos
para ver, y hay tal cantidad de indicios, tantas contradicciones y
versiones desmentidas por la realidad, que en el mejor de los casos hay
una gravísima falta ética, una vejación total de responsabilidad de una
persona que, como exjefe de Estado, tiene que ser un referente para el
país. No entiendo cómo el presidente Humala impide una investigación
seria.
EL FUJIMORISMO
– No tengo animadversión hacia ese grupo de
personas que quieren dejar atrás la etapa de los 90 y refundar, moral y
políticamente, esa opción vinculada a la violación de los DD.HH., a la
destrucción de las instituciones y a la corrupción. El problema es con
la posibilidad de que vuelva a gobernar el modelo de los 90. Creo que
eso habría pasado si Keiko hubiera ganado en 2011 porque,
independientemente de sus mejores intenciones, quien habría gobernado
sería su padre o gente vinculada a él.
– El reto que tiene Keiko es liberarse de esa
tremenda mochila. Si algún día lo logra, no es imposible que pueda
conquistar a un sector del país que tiene prevenciones hacia el
fujimorismo, pero esa premisa es sumamente difícil.
– El fujimorismo tiene el derecho de seguir
participando en política y, en la medida en que el precio que deben
pagar por lo ocurrido en los 90 lo asuman de manera madura, en el futuro
podrán ser aceptados como una opción de derecha modernizada. Lo mismo
pasó en Chile.
TENGA EN CUENTA
– ¿Ratifica su artículo ‘Carta a Torre Tagle’
en La Tercera de Chile? Sería de mal gusto que, faltando pocos días
para el fallo, abra la polémica. Naturalmente, sigo pensando lo mismo,
pero me comprometo a que, si me equivoco, haré una autocrítica muy
detallada, y si no me equivoco, haré una reflexión. Si el fallo es
término medio, no sé qué haré.
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