La deriva argentina hacia el chavismo
La ciudadanía
argentina no se encuentra de buen humor. Basta ver cómo los argentinos convirtieron en su hazmerreir en
Twitter al ministro de Economía por su imposibilidad de defender las
estadísticas que él mismo hace. O el creciente asombro con que han ido apurando
las revelaciones del periodista Jorge Lanata (todo un fenómeno mediático)
sobre la corrupción que involucra al
expresidente Néstor Kirchner y, probablemente, a la propia presidenta Cristina
Fernández de Kirchner. O las exitosas marchas multicolores del
18A y 24A en repudio a la gestión de la presidenta.
Pero aunque
estos hechos ocupan sólo los últimos días, convirtiendo esta semana en una verdadera semana
horribilis para Fernández de
Kirchner, la verdad es que la crispación de los argentinos en contra de la
gestión del kirchnerismo y sus pobres resultados es de mucho tiempo atrás.
Argentina está
entrando a una etapa que puede conducirla sin retorno al caos. La culpa la
tiene el propio régimen de la presidenta Cristina, que ha venido copiando las
recetas venezolanas para empobrecer a un país: expropiación de empresas por
encima del orden jurídico, para convertirlas enseguida en grandes fracasos
económicos, como hoy lo son, por ejemplo, Aerolíneas Argentinas e YPF, la
compañía petrolera; restricciones cambiarias y comerciales que requiere de los importadores
un permiso por cada producto ingresado y que llevó al Banco Mundial a etiquetar
a Argentina como “el país más proteccionista del mundo”; la orden a los
supermercados de congelar los precios por varios meses; la evidencia de
adulteración de las estadísticas oficiales, por la cual el propio FMI amenazó
con sancionar al país; una disputa larga y costosa contra los acreedores, tras
el incumplimiento del pago en el 2001, y que aún se dirime en los tribunales;
la expoliación a jubilados y trabajadores mediante la estatización de los
fondos de pensiones…
Y si esto no
fuera aún suficientes argumentos para no invertir en la Argentina, el régimen
kirchnerista ha venido derivando hacia un creciente autoritarismo y un crónico
desprecio hacia el estado de derecho, del brazo de sus vínculos con Irán y
Venezuela: Persecución de críticos y opositores; concesión de publicidad
gubernamental a medios sólo con posturas favorables al gobierno; acoso por
cuanto motivo sea imaginable a los diarios y directivos de El Clarín y La
Nación; las tentativas de la presidenta y sus adictos de intentar una ilegal re
reelección en el cargo; el adoctrinamiento en escuelas secundarias por el grupo
juvenil comandado por el propio hijo de la presidenta, y a quien se paga con
cargos públicos, en un descabellado proyecto de sucesión dinástica…
Y por si todo
esto no bastara en un país donde la inflación barre con todo, los capitales
huyen despavoridos, la producción no mejora, el dólar paralelo bate récords
impensables y la inseguridad pública es la norma, a la presidenta Fernández de
Kirchner se le ocurre sembrar más discordia y desunión, y tras dominar a dos de
los tres poderes -el Ejecutivo y el Legislativo- que son la base del sistema
constitucional argentino, ha decidido ir a dominar al Poder Judicial, proponiendo un proyecto de reforma
judicial que pretende, entre otras cosas, limitar las medidas
cautelares contra el estado, dejando en la indefensión a los particulares
frente a su acción; someter a votación popular el nombramiento de los
integrantes del Consejo de la Magistratura, (el organismo que nombra y remueve
a los jueces) como candidatos de los partidos políticos, y al que le otorga
facultades que le quita a la Corte Suprema, subordinando así la justicia al
poder político; crear tres cámaras de casación, cuyos jueces podrían ser ya nombrados
directamente por la presidenta, en un intento de deponer al Poder
Judicial, a fin de que jueces amigos resuelvan varios de los escándalos que
carcomen la legitimidad del régimen cristinista. Demasiadas cosas que ya hemos
visto en Venezuela y otros países donde el autoritarismo ha prosperado a costa
de las libertades, las garantías individuales y la acción democrática de la
sociedad. Con infaltable escándalo de por medio
y reprobación de quienes saben del tema,
el proyecto ya casi ha pasado la aduana de ambas Cámaras legislativas, se
presume que mediante la compra de voluntades, votos y
quórum. Así, un eventual monopolio del poder se abre paso en
Argentina, poniendo en peligro a la república y las libertades de sus
ciudadanos.
Hoy Argentina
está en una intersección crucial, debiendo elegir entre su supervivencia
económica mediante el respeto de las reglas básicas de un Estado de Derecho,
restaurando así la confianza de inversionistas y los cauces para el acuerdo
social, o la supervivencia de su cleptocracia
neo-chavista mediante el endurecimiento político y la desaparición
de toda división de poderes, enfilándose a una cierta e inexorable
miseria y a convertirse en un estado paria, como hoy lo es Irán y
cada día más lo está siendo Venezuela.
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