Malvinas: Nueva lección de democracia a Cristina Kirchner
Kirchner inició hace más de una año una suerte de cruzada, exigiendo
las Malvinas. Era sabedora de que enarbolando esta bandera, podría
lograr, por un lado, dosis de adhesión hacia su proyecto político, y por
otro, desviar la atención de la precaria situación por la que atraviesa
su pueblo.
Sin embargo, hasta el día de hoy, más allá de exaltaciones de rancio
patriotismo, poco más ha obtenido. Por el contrario, el gobierno
británico ha resistido las diferentes acometidas verbales sin caer en la
demagogia, como hubiera gustado en La Casa Rosada, a pesar de que el
contexto doméstico que afronta David Cameron no es el más halagüeño.
Tampoco Londres se ha dejado engatusar por declaraciones rimbombantes
de intelectuales como Adolfo Pérez Esquivel, quien, más que arremeter
contra con una democracia consolidada e histórica como la británica,
debería ser más autocrítico con la forma en que se ejerce el poder en su
país natal, donde los excesos e injerencias gubernamentales son la
pauta oficial.
El tercer actor invitado en esta obra lo representaban los habitantes
de Malvinas. Estos siempre han mostrado su rechazo a formar parte de
Argentina, entre otras razones porque son espectadores privilegiados del
camino que sigue el país bajo los auspicios del Justicialismo (el
Peronismo siempre está presente, con independencia del nombre del
Presidente).
El alto nivel de vida de Malvinas contrasta con el hecho de que en
algunas provincias de Argentina, por asombroso que parezca, el hambre
esté presente, a pesar de que si algo caracteriza a su populismo
gubernamental es el intervencionismo a gran escala y con diferentes
manifestaciones, una de ellas, quizás la más peligrosa, la que adopta la
forma de expropiaciones de empresas. A nivel exterior, algunos de los
principales socios de Kirchner no muestran ningún respeto hacia los
Derechos Humanos, clara evidencia de que entre la teoría y la práctica
del actual gobierno argentino existe un abismo.
La consulta celebrada ha transcurrido por los parámetros de la máxima
legalidad y respeto hacia las leyes. La presencia de observadores
internacionales así lo ha refrendado, pese a lo cual, la voluntad
popular no parece inmutar lo más mínimo el ánimo de Fernández de
Kirchner. Por el contrario, el Ministerio de Exteriores ha emitido un
comunicado en el cual dice que los resultados de la consulta en ningún
caso ponen fin a la cuestión de la soberanía, tras lo cual, se emplea el
tradicional lenguaje, insistiendo que "el gobierno británico vuelve a
manipular", hablando incluso de "mala fe" por parte del número 10 de
Downing Street, todo ello aderezado con las clásicas acusaciones a Reino
Unido de "colonialismo".
A pesar de todo, esta lección que ha le dado Malvinas no debería
dejarla de lado el ejecutivo argentino, cuya deriva radical carece de
límites. En efecto, si hace un mes fue capaz de llegar a un acuerdo con
el gobierno iraní para crear una Comisión de la Verdad que investigue
los crímenes de la AMIA (menospreciando, en consecuencia, a las víctimas
y a sus familiares), ahora ha recibido un nuevo toque de atención por
parte de la Sociedad Interamericana de Prensa, en cuyo informe final
tampoco sale bien parada la dirigente.
En definitiva, el discurso victimista de Fernández de Kirchner está
muy gastado en cuanto que conocido. Frente a lo que sucediera en 1982,
los argentinos no han dado muestras de inquebrantable adhesión,
conscientes de que la mejora a todos los niveles del país nada tiene que
ver con Malvinas. Por el contrario, con toda probabilidad a muchos les
gustaría tener la calidad de vida que disfrutan los kelpers, no sólo en
cuanto a bienestar, que también, sino en lo que a la garantía y
salvaguarda de sus libertades se refiere.
- 23 de julio, 2015
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