La Argentina de hoy: La utilidad marginal de los cocos en la isla de la fantasía
(Puede verse también del autor los artículos anteriores De la isla del progreso, a la isla de la fantasía y Cómo “eliminaron” la escasez en la isla de la fantasía)
Dada la escasez de cocos y peces que había en la isla de la fantasía
desde que habían llegado los de La Compota, Willy Dark y la señora
parlanchina, se produjo un debate por el aumento de precios de todos los
productos en la isla.
Uno de los náufragos estaba reunido con Willy Dark y la señora
parlanchina por este tema. La señora parlanchina le recriminó al
náufrago: los precios suben. Hay que entregar cada vez más hojas de
palmeras porque hay una oferta concentrada que especula. El náufrago le
respondió: mire, antes que Uds. llegaran éramos los mismos náufragos que
ahora, es decir los que pescaban y los que bajaban cocos de los árboles
son los mismos ahora, que antes que Uds. llegaran, ¿por qué ahora vamos
estar unidos en grupos concentrados y especulando si no lo hacíamos
antes y los precios no subían?
La señora parlanchina, que siempre tiene una respuesta para todo,
aunque sea disparatada, le dijo: mire, yo no sé la causa de esta
conspiración, de lo que sí estoy segura es que para administrar una isla
siempre hay que culpar a alguien cuando las cosas no funcionan. El
manual del buen administrador de una isla dice que siempre el que
gobierna tiene que buscar un enemigo. Y si no lo hay, lo inventa. Así
que Uds. se transformaron en grupos concentrados que especulan contra
los isleños. Quieren lucrar con el hambre de los isleños. E,
inmediatamente, dio la orden. Que llamen a Willy Dark.
Apareció Willy y a los gritos, insultos y amenazas, como era su
costumbre, preguntó amenazante y golpeando sobre una mesa, aunque
previamente se aseguró que estuvieran sus guardaespaldas para que lo
defendieran por si alguno le embocaba una piña por maleducado: ¿por qué
hay que entregar cada vez más hojas de palmeras para comprar cocos y
peces?
El náufrago le dijo: porque Merche está tirando demasiadas hojas de
palmera al mercado y cada vez valen menos. Willy, de pocas pulgas, dijo:
no me vengan con esas teorías monetaristas de los golpes militares y
del Consenso de Washington. La inflación no se produce porque Merche
poné más hojas de palmeras en circulación. La suba de precios es porque
UDS. especulan y quieren tener mucha renta. Así que ahora muéstreme su
hoja de costos para ver qué rentabilidad tiene.
¿Cuáles son sus costos? Preguntó Willy. El isleño de respondió: tengo
que darle 2 cocos por día al que me ayuda, además, como Uds. rompieron
la escalera uso unas sogas para treparme que se rompen cada vez que subo
y como las manos se me lastiman uso unas hojas de una planta que me
sirven para una subida al árbol. Así que tengo de costos 2 cocos, más
las sogas y las hojas que son otros insumos que duran para una subida.
Muy bien, dijo Willy, como los precios los determinan los costos de
producción, el problema es que Ud. está teniendo muchos costos
innecesarios.
Eso, dijo la señora parlanchina. Willy tiene razón, tiene que haber
un reparto de bienes que sea un wine and wine. El náufrago la miró y le
preguntó: ¿qué es un wine and wine? La señora parlanchina lo miró con
desprecio y le dijo: se ve que no sabe inglés. Es un ganar y ganar. Esto
va a ser un lady chaise de administración económica, se ufanó la
parlanchina de su inglés. ¿Señora, diván, qué tendrán que ver? Se
preguntó el náufrago.
Vea, le dijo el náufrago a Willy después de escuchar los disparates
en inglés de la parlanchina, los costos no determinan los precios, es al
revés, los precios que los isleños quieren pagar por mis productos
determinan los costos en los que puedo incurrir. Si yo contratara más
ayudantes, a gente que me llevara en andas a trabajar y tuviera una
secretaria que contabilizara los cocos que voy bajando, el costo sería
tan alto que la gente no me compraría los cocos. Es la cantidad de hojas
de palmeras que la gente está dispuesta a entregarme por cada coco lo
que determina cuántos costos de producción que puedo tener. El problema,
le insisto, es que Merche envía al mercado tantas hojas de palmeras que
pierden valor y por eso suben los precios de los cocos en términos de
hojas de palmeras. No es que los cocos sean más caros, es que las hojas
de palmeras cada vez tienen menos valor para la gente, y encima
producimos menos porque Uds. destruyeron la escalera y la red de pescar.
Si junta la mayor cantidad de hojas de palmera que manda al mercado
Merche y la menor cantidad de cocos y peces, ahí tiene la respuesta del
problema de la suba de precios.
Willy, haciéndose el que sabía le dijo: vea, esa es la teoría la
escuela australiana de los precios. Y los australianos no entienden que
el valor es objetivo. Y como el valor es objetivo, yo puedo fijar los
precios sin equivocarme y determinar cuántas hojas de palmeras hay que
entregar por cada coco.
El náufrago le respondió, vea, no es escuela australiana, es escuela
austríaca. Es lo mismo respondió Willy. No me venga con sutilezas de si
es la escuela australiana o austríaca. ¿Qué diferencia hay? Bueno, dijo
el náufrago, por empezar, unos hablan alemán y los otros hablan inglés.
Pero de todas maneras, si para Ud. el valor es objetivo, le pregunto, en
esta isla, ¿Ud. valora más los cocos o un buen bife de lomo de carne
vacuna? Qué pregunta estúpida me hace, obvio que le doy más valor a un
buen bife de lomo vacuno porque en esta isla no hay vacas y me muero por
comer uno de esos bifes, además estoy harto de comer cocos. Daría lo
que no tengo por comerme un bife de lomo. Entonces, le dijo el náufrago,
el valor no es objetivo, depende de cada persona en determinadas
circunstancias. Si estuvieses en Argentina no tendría que dar todo lo
que tiene por un bife de lomo porque ahí abundan, o abundaban hasta que a
alguien se le ocurrió arruinar el sector ganadero.
¿Qué me quiere decir con eso?, preguntó Willy. Que el valor no es
objetivo, es subjetivo, dependiendo de cada persona en determinadas
circunstancias. Como acá somos varios náufragos, cada uno valora de
manera diferente cada bien al que puede acceder, por lo tanto, cada uno
decidirá cuántas hojas de palmera está dispuesto a pagar por una
determinada mercancía. Si valora más lo que le dan, que las hojas de
palmera, hace el intercambio. Si valora más las hojas de palmera que lo
que le dan, entonces, no hace el intercambio. Esa es la teoría del valor
subjetiva. Y Ud. no puede conocer las valoraciones individuales de cada
uno de los náufragos sobre cada bien que hay en esta isla.
Willy, medio confundido, atinó a responder: esas son teorías
filosóficas sin aplicación práctica. La gente no tiene que valorar nada.
La cosa es mucho más sencilla, como el valor es objetivo, todos los
habitantes de esta isla valoran igual los cocos, los peces y el resto de
los bienes, así que como el valor que le otorga la gente a los bienes
es constante, yo puedo fijar el precio al que tienen que vender cada
coco, pez y demás bienes.
Le puedo hacer una pregunta, dijo el náufrago. Sí, respondió Willy.
Si yo ahora le doy un coco, ¿lo comería con ganas? Sí, respondió Willy.
¿Y si le doy otro coco más?, volvió a preguntar el náufrago. También lo
comería pero con un poco menos de ganas. ¿Y si le doy un tercer coco
para comer? Ya empezaría a cansarme, dijo Willy. ¿Y si le doy un cuarto
coco para comer? Se lo tiro por la cabeza porque estaría harto de comer
cocos. Ve, dijo el náufrago, la utilidad marginal del coco va
disminuyendo a medida que come más cocos. Eso quiere decir que valora
más el primer coco que le di y al cuarto no le da valor, por lo tanto,
las cosas no valen siempre lo mismo para la misma persona. Depende de
las circunstancias. El valor va cambiando de acuerdo a cada persona y en
determinadas circunstancias.
Ud. está haciendo una dialéctica típica de los fondos buitres y los
especuladores para embarullar la cosa, grito Willy. Los bienes siempre
tienen el mismo valor y por eso yo voy a poner precios máximos para cada
coco que haya en esta isla más una rentabilidad.
¿Y cuál va a ser nuestra rentabilidad? Preguntó el náufrago. Una
rentabilidad razonable, respondió Willy. ¿Y qué es una rentabilidad
razonable? Inquirió el náufrago. Una rentabilidad que no sea muy alta,
gritó Willy. ¿Y cuándo una rentabilidad es muy alta?, insistió el
náufrago. ¿Ud. me está cargando? pregunto Willy. ¿No sabe la diferencia
entre una rentabilidad razonable y otra alta? Póngale un porcentaje, le
pidió el náufrago. Vea, antes de caer en esta isla vi que en Canadá la
rentabilidad de las empresas era del 10% sobre el capital invertido. Ahí
tiene un número. Bueno, dijo el náufrago, pero en Canadá respetan la
propiedad privada, la carga tributaria es menor que en esta isla, no
destruyen el stock de capital con el que producen y los gobernantes no
toman medidas inesperadas y absurdas, así que el riesgo de invertir para
trabajar en Canadá es menor al de invertir en esta isla, por lo tanto,
la rentabilidad que le pedimos a una inversión en esta isla es mayor que
en Canadá por la diferencia de seguridad jurídica.
No me venga con esa palabra horrible de seguridad jurídica propia del
capitalismo salvaje y del neoliberalismo. Y si no le gustan nuestras
reglas, arme un partido político y gane las elecciones, total el
recuento de votos lo hacemos nosotros y siempre nos da a favor. Y ahora
váyase que tengo que definir los precios a los que se van a vender todos
los cocos, peces y demás bienes en esta isla.
Una vez que se fue el náufrago, la señora parlanchina le dijo a
Willy: estamos mal de recursos en las arcas de la isla. Tuvimos que
gastar más porque los chicos de La Compota gastan más de lo que ingresa
en la empresa de balsas que expropiamos, yo gasto más en viajes a la
otra punta de la isla a ver mis chozas 5 estrellas que estoy
construyendo, mi vicemandante en esta isla se hizo una choza con
jacuzzi, mesas que le trajeron de Italia y sillas especiales de EE.UU.
Además, tenemos que darles más cocos a los que vienen a aplaudir y
festejar mis discursos que ahora son de 4 horas. Claro, como mis
discursos son más largos, tienen que aplaudir más y cantar más, así que
hay que darles más cocos, sino a la media hora se me van a dormir y
nadie va a festejar mis ironías. ¿Qué hacemos? Le preguntó a un chico
patilludo que manejaba la economía y se creía un fenómeno en ese tema.
Fácil, respondió el patilludo, sigamos la perfecta teoría de Willy que
dice que los costos determinan los precios. Si gastamos más, quiere
decir que el costo de administrar esta isla subió y, por lo tanto, como
los costos determinan los precios, tenemos que cobrar más impuestos, ya
que los impuestos son el precio que tienen que pagar los habitantes para
tener seguridad, educación, salud y transporte seguro dentro de la
isla.
Tenés razón patilludo, dijo la señora parlanchina. Subamos los
impuestos porque el costo de administrar esta isla aumentó, y aumentalos
un poco más porque mi hijo necesita una nueva playstation, porque es la
forma en que se concentra para darle órdenes a los de La Compota cuando
se pelean por los puestos en el ministerio de no hacer nada.
La verdad, dijo la señora parlanchina, que razonamos tan bien en
economía y resolvemos magistralmente los problemas, que merecemos el
premio Nobel, ¿no les parece? Que le avisen al encargado de relaciones
con las otras islas que cuando termine de arreglar la truchada de
tratado con la isla vecina, me proponga como candidata a premio Nobel de
economía. El comité del Nobel no puede negarme el premio y reconocer
que soy una administradora exitosa.
Nota: "La Compota" alude a La
Cámpora, una agrupación política oficialista de Argentina, mientras que
Willy Dark sería Guillermo Moreno, el energúmeno que ocupa el cargo de
Secretario de Comercio Interior de ese país. Entre ambos, tienen
prácticamente a su cargo el manejo de la economía de la ex República
Argentina. Merche es la presidente del Banco Central argentino, Mercedes
Marcó del Pont. El nombre de la señora parlanchina lo omitimos para no
afectar el estómago de nuestros lectores.
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