¿Control de armas o de las farmacéuticas?
Si el pueblo
permite que el Gobierno decida qué alimentos comer y qué medicamentos tomar,
sus cuerpos pronto se encontrarán como las almas de aquéllos que viven bajo la
tiranía. Thomas Jefferson
Obama tiene un plan.
Y lo tiene para aumentar el control de armas tras las últimas masacres sufridas
en EEUU. Sin embargo, si uno busca una correlación entre dichas masacres y
mayor acceso o libertad de armas no la hallará. Probemos pues otra correlación.
El asesino de
la escuela de Connecticut Adam Lanza fue diagnosticado con una enfermedad
mental y estaba bajo los efectos de diversos fármacos psiquiátricos. ¿Cuál es
un efecto secundario de no pocos de ellos? El comportamiento violento y las
tendencias suicidas. Ningún arma, recordemos, mata por sí sola. En 2003, las
autoridades británicas tuvieron que prohibir la administración de fármacos
antidepresivos a los adolescentes y menores de edad debido a que parecía claro
el potencial suicida de estas personas bajo dichos medicamentos.
En la
trágicamente célebre masacre de Columbine en 1999, se sabe que uno de los
estudiantes criminales estaba bajo los efectos del fármaco Prozac, y otro de
ellos al menos bajo el antidepresivo Luvox, ambos asociados con comportamientos
psicóticos en adolescentes.
James Holmes,
el joven que perpetró la masacre en los cines de Aurora en verano de 2012,
llevaba meses visitando a un psiquiatra, quien llegó a alertar a las
autoridades de su universidad de que podía resultar una amenaza.
El joven
asesino Shawn Cooper disparó con 15 años a varios compañeros y profesores. Su
padre confesó que su hijo tomaba antidepresivos.
Con sólo 13
años, Chris Fetters disparó a su tía. Estaba tomando Prozac.
Kip Kinkel, con
15 años, disparó a sus padres y después agredió a 22 de sus compañeros. También
tomaba Prozac. Y la lista seguiría…
Uno de los que
han denunciado estos hechos es el Dr Whitaker miembro de la Academia Americana
de Medicina Antienvejecimiento y del Consejo Nacional contra el Fraude
Médico. La Dra Ann Blake, autora de “Prozac, ¿Panacea or Pandora?”,
analizó treinta y dos casos de homicidio más suicidio de madres con sus hijos,
y halló que en veinticuatro de los casos las mujeres estaban tomando
Prozac. El Institute for Safe Medication Practices realizó en 2011 un
estudio sobre los fármacos más involucrados en comportamientos violentos. No
debería sorprendernos que los antidepresivos dominaron la lista.
A día de hoy,
en EEUU ha habido más de 31 tiroteos o actos muy violentos escolares
protagonizados por personas que tomaban fármacos psiquiátricos o estaban
intentando dejarlos, lo cual se ha traducido en más de 160 heridos y 72
asesinados. Sólo entre 2004 y 2011, la FDA ha recibido más de 11.000 avisos o
casos de efectos secundarios de fármacos psiquiátricos relacionados con
violencia, los que incluyen 300 casos de homicidio.
Si todo esto no
es capaz de alertarnos lo suficiente, prestemos atención al caso de John
Noveske. Éste es uno de los más famosos fabricantes y distribuidores
de armas de EEUU. En realidad, lo era ya que falleció en un misterioso
accidente de tráfico el pasado 4 de enero en el que su coche fue por todo el
carril contrario hasta chocar contra dos rocas que expulsaron el automóvil de
la carretera. Y ahora viene lo sorprendente. Una semana antes de fallecer, John
Noveske publicó en Facebook una lista de todos los tiroteos escolares en los
que estaban involucrados los fármacos psiquiátricos. ¿Tan fuertes pueden ser
los intereses para que esta relación no se conozca? Pero Noveske no fue el
único defensor de la libertad de armas hallado muerto recientemente; Keith
Ratliff fue asesinado en una zona rural de Georgia previamente.
Mientras los
fármacos dejan una estela de más de 100.000 muertos anuales por efectos
secundarios sólo en EEUU, la mayoría sólo cree que el peligro reside en un
arma. Y los fármacos no son peligrosos precisamente porque haya un mercado muy
libre. Si no, no habría los poderosos intereses creados entre el brazo
gubernamental de la FDA y la industria farmacéutica. Es lo que Gary Null ha
denominado el culto a la tiranía de la FDA.
Podríamos
concluir que lo que necesitamos es mayor control sobre los fármacos, o quizás
sobre las personas que toman determinados fármacos. Yo creo que lo que
necesitamos es controlar a un Gobierno desbocado. Su responsabilidad, también
en este tema, es infinita. Hilary Clinton es, entre otras muchas cosas,
conocida por su afán por convencer a todos los norteamericanos de que no hay
que tener miedo a que te diagnostiquen una enfermedad mental, que es algo
natural. Éste es el paso previo para psiquiatrizar a toda la sociedad, hacerles
sentir incluso orgullosos de que les diagnostiquen una enfermedad mental que
naturalmente deberá tratarse con uno o múltiples fármacos. Todos estamos locos,
todos necesitamos tratamiento. En EEUU te lo dicen no sólo los anuncios, los
telepredicadores, sino incluso hasta los políticos.
Sólo de 2001 a
2010 aumentó en EEUU el consumo de fármacos psiquiátricos un 22%, y en 2010
llegó a la cifra total de 21% de estadounidenses consumiéndolos. Si crees que
tienes una enfermedad mental, no te preocupes, el Gobierno te ayuda a encontrar
una que se ajuste a ti y a darte la pastilla subvencionada que las
farmacéuticas dicten. Un lucrativo negocio para las farmacéuticas casadas con el
Gobierno, que vive –nunca lo olvidemos- no de tus intercambios voluntarios sino
de tu dinero extraído violentamente por el fisco.
Parte de este
terrible panorama sobre la psiquiatrización de los ciudadanos americanos de la
mano del inseparable dúo Gobierno-farmacéuticas es expuesto por la Dra Marcia
Angell –antigua editora jefe del New England Journal of Medicine- en
“The Epidemic of Mental Illness. Why?”.
Como decía en
el artículo anterior, no se me ocurren acciones más
mortales que aquéllas que provienen de individuos del Gobierno. Y en este caso
de psiquiatrización forzosa de la sociedad, de nuevo el culpable es el Gobierno
y sus agencias sanitarias.
En 2004 la FDA
se vio forzada a organizar varias audiencias para dilucidar los problemas de
los antidepresivos en menores. Uno de los intervinientes fue Tom Woodward,
votante fiel del Partido Republicano que se ha dedicado a la causa de denunciar
las malas prácticas y negativa influencia de las farmacéuticas. "Nuestra
hija Julie estaba emocionada con el instituto y había alcanzado 1.300 puntos en
sus tests", contó al iniciar su declaración. Semanas después, debido a
pequeños problemas que los padres creían normales en una adolescente, Julie fue
diagnosticada con depresión y se le prescribió el antidepresivo Zoloft. Tras
una semana tomando el medicamento, Julie bajó al garaje de su casa y se
autolesionó. "En lugar de elegir un colegio para nuestra hija, mi mujer y
yo tuvimos que elegir un cementerio para ella. En lugar de visitarla en el
colegio, ahora vamos a verla a su tumba".
A día de hoy el
Gobierno americano sigue sin hacer nada. Nada a favor de la ciudadanía. Lo cual
no es nada nuevo.
- 23 de julio, 2015
- 4 de septiembre, 2015
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