Perú: The Rule of Law
El idioma es un claro indicador de la cultura y un condicionante
importante de lo que hacemos. Que un término no puede ser traducido de
un idioma a otro indica que en el idioma donde el término no existe, no
solo hemos perdido una palabra, sino su significado.
Ello pasa con términos como ‘enforcement’, ‘accountability’ o ‘Rule of Law’. No
es de extrañar, por ello, que en los países hispanohablantes lo que
esos términos significan tenga menos vigencia que en los anglohablantes.
‘Enforcement’, que significaría algo así como “hacer cumplir las leyes, reglas y compromisos”,
no tiene un equivalente en español que indique con la misma fuerza e
intensidad la necesidad de que las personas cumplan con lo que están
obligados a hacer.
‘Accountability’, traducido con el impreciso e insípido término “rendición de cuentas”,
significa que los agentes, en especial los estatales, estén sujetos a
controles que limiten el uso ilegítimo y abusivo del poder que se les
entrega, algo que en nuestro país brilla por su ausencia.
Y ‘Rule of Law’, que significa la
conciencia que deberíamos tener los ciudadanos de que hay un
ordenamiento de reglas que está vigente, que es predecible, y
que se aplica con justicia e igualdad a todos, es traducido como “Estado
de derecho”, término que ni por asomo transmite el mismo sentido de
vigencia en la conciencia y psicología de los individuos de que la Ley y
el Derecho son una realidad.
Estudios del Banco Mundial señalan que,
eliminado el efecto de la existencia de recursos naturales, la
existencia de una Rule of Law explica más de la mitad de diferencia en
el nivel de crecimiento entre los países desarrollados y los países en
vías de desarrollo. Reglas predecibles y creíbles generan la confianza
para la inversión y la interacción que crea riqueza y oportunidades.
Esto se refleja en todos los aspectos de nuestras vidas. Cuando
en el Perú vemos un patrullero por el espejo retrovisor que nos hace
señas para que nos detengamos, los peruanos no tememos a la ley. Tememos
a la extorsión. El policía no persigue que la ley se cumpla.
Quiere dinero y usará la ley, o su arbitraria interpretación de la
misma, para esquilmarnos. Y lo más curioso es que una inmensa
mayoría de peruanos caerá en el juego. Ni el policía ni el ciudadano
creen ni cumplen la ley. La ley no es ‘enforceable’, el policía no es
‘accountable’ y ninguno de los involucrados tienen en su conciencia nada
parecido a ‘the Rule of Law’.
En ese contexto, no es extraño que no
tengamos confianza en el futuro, porque el destino está regido por la
arbitrariedad antes que por la razón.
Milton Friedman decía que él siempre
aconsejaba tres cosas a los países que vivían una transición del
socialismo: “Privatizar, privatizar y privatizar”. Pero luego de diez
años de repetir la frase, reconoció que se había equivocado.
“Seguramente el Estado de derecho (Rule of Law) sea más importante que
la privatización”.
El pánico que experimentamos cada cinco años
cuando hay elecciones y pensamos que Alan García o Humala destruirán
nuestro desarrollo se deriva de no entender qué significan esos tres
términos. Y al no hacerlo no hemos podido construir un país en el que
existan las instituciones que representan los valores y convicciones
suficientes para darnos tranquilidad. Sin Rule of Law cada elección es
una lotería donde la única regla es la inexistencia de reglas.
Vemos las elecciones como el patrullero por
el espejo retrovisor. Quien se acerca no es confiable. El Derecho no
está presente para protegernos de la arbitrariedad. El deseo y el
instinto desplaza a la razón. El futuro se vuelve un juego de azar. En
ese contexto, la fuerza de la ley ha sido reemplazada por la ley de la
fuerza. Y parafraseando a Locke, allí donde la ley termina, comienza la
tiranía.
Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org.
Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador
latinoamericano y autor de "Derecho y economía: El análisis económico de
las instituciones legales".
- 23 de enero, 2009
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