Corrupción en Guatemala: ¿Dónde hay?

La tragedia del desastre que
es el Estado de Guatemala se puede resumir en aquel infame refrán que tanto se
repite en el país: “No me des… poneme donde hay…”. El repentino cierre de
Fonapaz y tantos otros ejemplos de la corrupción e ineficiencia
institucionalizados en el Gobierno, pero especialmente en el Congreso, son un
recuerdo de que los ciudadanos no podemos esperar que el desarrollo provenga de
allí. No se trata de “desprestigiar” la función pública. Al contrario.
En mi opinión, la mayoría de nuestros problemas
radican en que muchos, desde el Gobierno, hacen mal lo que no deberían hacer y
hacen peor aquello que sí deberían hacer. No es una crítica sin fundamento. Es
casi un consenso nacional. Necesitamos un Gobierno que funcione para prosperar.
No lo tenemos y tampoco debemos ser tan ingenuos de creer que haciéndolo más
grande, será mejor.
Entra el infame
refrán: es triste reconocer que “donde hay” es en la política y específicamente
en la función pública. En ningún otro lugar se maneja un presupuesto de Q67 mil
millones. Desde ninguna otra posición, el poder se puede ejercer para el
enriquecimiento ilícito con impunidad. Vea el ejemplo que nos dan los
diputados. Por otra parte, si bien es cierto que no todos los burócratas roban,
también es un hecho que no todos los que roban pagan por sus delitos. En ningún
otro lugar hay un botín similar, bajo una fiscalización tan pobre, que la
corrupción continuada es la forma más rápida de pasar “de zope a gavilán”.
A la tristeza
anterior hay que agregar y reconocer, con vergüenza, que los estándares morales
del país están por el suelo. Es un secreto a voces que, al llegar a una
posición de poder público, el consejo es: “¡No seas mula, aprovechá!”. Si la
misma ciudadanía tiene esa visión del Gobierno y alcahuetea el saqueo,
indudablemente tenemos el Estado que nos merecemos.
Entonces, ¿qué
hacemos? No sé. No tengo idea de cómo restablecer el valor de la honestidad a
nivel nacional, por ejemplo. Lo que sí sé es que tomará décadas… Sin embargo
tengo más claro lo que no debemos hacer. No debemos creer que los problemas del
Estado de Guatemala se solucionarán con más de lo mismo: con más presupuesto
público, con más funcionarios, con más leyes. No necesitamos más gobierno, sino
mejor gobierno. No necesitamos más, sino menos y mejores leyes. El reto es
doblemente complicado porque los gobernantes requieren, cada año, de un botín
mayor. Obviamente, la corrupción se alimenta del presupuesto público y el
ejemplo de Fonapaz es claro: la corrupción parece ser un fantasma que no
desaparece, simplemente muta a otras instituciones.
Por lo tanto,
como ciudadanos debemos procurar que ese botín llamado presupuesto público deje
de crecer incontrolablemente. A la vez, hay que exigir una mayor fiscalización
social de su ejecución. Mientras tanto, hay que organizarnos civilmente para
solucionar nuestros propios problemas. Quién quita y concluyamos que los
ciudadanos podemos hacerlo mejor y confirmemos el otro famoso refrán: “Mucho
ayuda el que poco estorba”.
- 23 de julio, 2015
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