¿Corren las librerías el riesgo de desaparecer?
Hace muy pocos años, con la aparición fulgurante del
libro electrónico, comenzó a pensarse cómo sería la nueva
comercialización de contenidos de lectura. Entre otras dudas y desafíos,
surgió el de saber cómo venderán las librerías los textos digitales.
Algunas de las alternativas barajadas por entonces suenan hoy entre
irrisorias e ingenuas: instalar terminales de descargas en los locales,
por ejemplo. Desde entonces, las disputas comerciales estallaron, entre
ellas la que enfrenta en los Estados Unidos a dos gigantes: la tradicional cadena Barnes & Noble y Amazon.
Al margen de la batalla entre estos dos agentes
dominantes del mercado, la crisis de paradigma que acarrea una nueva
manera de descargar, comprar y leer textos está generando efectos en
otro tipo de librerías, no sólo en las cadenas. En el East Village de
Manhattan, uno de los locales más tradicionales del barrio, la St.
Mark's Bookshop, se salvó de cerrar
por una acción conjunta de vecinos, celebridades y funcionarios
municipales. Pero las últimas noticias que llegan de Gran Bretaña no son
alentadoras para los que todavía disfrutan de la lectura en papel, o de
comprar libros a la manera tradicional, es decir, yendo hasta su
negocio favorito, revisando estantes, charlando con los libreros: en los últimos siete años el número de librerías se redujo a la mitad. De las 4 mil que existían en 2005 quedan unas 1878.
Y cuatrocientas de ellas cerraron sólo el año pasado. ¿Las razones? Si
es que puede atribuirse un fenómeno así a unas pocas variables, entre
ellas están la apertura de puntos de venta masivos (los supermercados y
aeropuertos, entre otros) y el crecimiento del comercio de libros
digitales. En Nueva York, como se dijo, sucede algo parecido, aunque los
lectores se vuelcan de a poco pero de forma sostenida hacia las
bibliotecas públicas, que están en pleno proceso de adaptación para
conformar a un público (sobre todo el joven) que ya no ve como una
dificultad o una afrenta el hecho de retirar libros prestados o
alquilarlos.
Es cierto que hay librerías que se reconvirtieron, en
mayor o menor medida, adelantándose a estos cambios. En la Argentina, la
cadena Yenny-El Ateneo diversificó su oferta de productos (discos y
películas además de libros), construyó espacios que funcionan como una
atracción en sí misma (la librería Grand Splendid de Santa Fe y Callao
por ejemplo, que figura en todas las guías turísticas de Buenos Aires), y
abrió la posibilidad de que los visitantes pudieran hojear los libros
antes de comprarlos, en espacios diseñados especialmente para ello.
Otras tiendas más pequeñas y especializadas, como Libros del Pasaje o Crack Up, incorporaron bares a la tienda y suelen ser sede de presentaciones de libros y conferencias. Eterna Cadencia
(que a los pocos años de su apertura se convirtió también en una
editorial) hizo lo mismo, pasó a ser en poco tiempo un punto de
encuentro obligado para escritores y lectores, y funciona hoy casi como
una especie de centro cultural. En Madrid, una librería como Tipos Infames
no sólo ofrece una cuidada selección de títulos, sino que además le da
una importancia fundamental a la venta de vinos, tanto como para
incorporarlo a su lema: "libros y vinos". Y el nuevo e inmenso local de la cadena La Central en Callao
(también en Madrid) se presenta como un espacio con tiendas de objetos,
un café-restaurante y un bar o coctelería incorporado en el subsuelo.
Nadie duda hoy de que los textos van a seguir
existiendo (y hasta los más apocalípticos auguran una larga convivencia
entre los libros de papel y los digitales), al igual que la gente que
escriba y publique. Las editoriales, si terminan por adaptarse a los
tiempos que corren, seguirán siendo quienes construyan catálogos y
colecciones, den visibilidad a los autores o los prestigien (ya sean las
multinacionales o las independientes) con la marca de sus sellos. Pero
para los intermediarios, es decir, para las librerías, el futuro se está
volviendo algo incierto. Las de usados, de saldo o para coleccionistas
sobrevivirán. Pero las tradicionales, como las conocemos hasta ahora, se
enfrentan a una situación compleja: la peor amenaza es seguir el
destino de los videoclubes y las tiendas de discos, casi extinguidas.
¿Será sólo una cuestión de cambiar el modelo de negocio o deberán
encarar transformaciones más profundas?.
- 3 de julio, 2025
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