La inmigración y el poder americano
Estados Unidos es una nación de
inmigrantes. Exceptuado un pequeño número de nativos americanos, todo el
mundo procede de algún otro país e incluso los inmigrantes recientes
pueden alcanzar altos puestos políticos y económicos. En cierta ocasión
el presidente Franklin Roosevelt se dirigió a las Hijas de la Revolución
Americana, grupo que se jactaba de la temprana llegada de sus
antepasados, con estas famosas palabras: "Compañeros inmigrantes".
Sin
embargo, en los últimos años la política de Estados Unidos ha tenido un
fuerte sesgo antiinmigrante y esa cuestión ha desempeñado un papel
importante en la batalla por el nombramiento del candidato a la
presidencia del Partido Republicano en el 2012, pero la reelección de
Barack Obama ha demostrado el poder electoral de los votantes latinos,
que rechazaron al candidato republicano, Mitt Romney, por una mayoría de
tres a uno, como los asiático-americanos.
A consecuencia de ello,
varios destacados políticos republicanos están instando ahora a su
partido a que revise sus políticas antiinmigración y en el programa al
comienzo del segundo mandato de Obama hay planes para reformar la
inmigración. Una reforma lograda será un paso importante para prevenir
la decadencia del poder americano.
Los temores por las
repercusiones de la inmigración en los valores nacionales y en un
sentido coherente de la identidad americana no son algo nuevo. El
movimiento del siglo XIX Know Nothing se basó en la oposición a los
inmigrantes, en particular los irlandeses. A partir de 1882 se señaló a
los chinos para su exclusión y con la más restrictiva ley de Inmigración
de 1924 se aminoró el ritmo de la inmigración en general durante los
cuatro decenios siguientes.
Durante el siglo XX, Estados Unidos
registró el mayor porcentaje de residentes extranjeros, el 14,7%, en
1910. Un siglo después, según el censo del 2010, el 13% de la población
americana nació en un país extranjero, pero, pese a ser una nación de
inmigrantes, son más los americanos escépticos sobre la inmigración que
los partidarios de ella. Diversas encuestas de opinión muestran una
pluralidad o una mayoría a favor de una menor inmigración. La recesión
exacerbó esas opiniones: en el 2009, la mitad del público de Estados
Unidos era partidaria de permitir una menor cantidad de inmigrantes,
frente al 39% en el 2008.
Tanto el número de los inmigrantes como
su origen han causado preocupación por los efectos de la inmigración en
la cultura americana. Los demógrafos presentan un país en el 2050 en el
que los blancos no hispanos serán la mayoría sólo por muy poca
diferencia. Los hispanos representarán el 25% de la población y los
afroamericanos y los asiático-americanos, el 14 y el 8% respectivamente.
Pero
las comunicaciones de masas y las fuerzas del mercado producen
incentivos poderosos para el dominio de la lengua inglesa y la
aceptación de cierto grado de asimilación. Los medios de comunicación
modernos ayudan a los nuevos inmigrantes a aprender de antemano más
sobre su nuevo país que a los de hace un siglo. De hecho, la mayor parte
de la documentación al respecto indica que los últimos inmigrantes
están asimilándose al menos tan rápidamente como sus predecesores.
Si
bien una inmigración demasiado rápida puede causar problemas sociales, a
largo plazo la inmigración fortalece el poder de Estados Unidos. Se
calcula que al menos 83 países y territorios tienen actualmente tasas de
fecundidad inferiores al nivel necesario para mantener constante su
población. Mientras que la mayoría de los países desarrollados
experimentará una escasez de población con el avance de este siglo,
Estados Unidos es de los pocos que podrían evitar la disminución
demográfica y mantener su participación en la población mundial.
Por
ejemplo, para mantener el tamaño de su población actual, Japón tendría
que aceptar 350.000 inmigrantes anuales durante los cincuenta próximos
años, cosa difícil en el caso de una cultura históricamente hostil a la
inmigración. En cambio, la población de Estados Unidos aumentará, según
las proyecciones de la Oficina del Censo, un 49% en los cuatro próximos
decenios.
En la actualidad Estados Unidos es el tercer país del
mundo por el tamaño de su población; dentro de cincuenta años, es
probable que siga siéndolo (después de China y la India). Se trata de un
aspecto muy importante para el poder económico: mientras que casi todos
los demás países desarrollados afrontarán una carga en aumento para la
asistencia a su generación mayor, la inmigración podría contribuir a
atenuar ese problema en el caso de Estados Unidos.
Además, aunque
los estudios al respecto indican que los beneficios económicos a corto
plazo de la inmigración son relativamente pequeños y que los
trabajadores no especializados pueden verse afectados por la
competencia, los inmigrantes especializados pueden ser importantes para
determinados sectores y para el crecimiento a largo plazo. Existe una
sólida correlación entre el número de visados concedidos a solicitantes
especializados y las patentes registradas en Estados Unidos. Al comienzo
de este siglo, ingenieros de origen chino e indio regentaban una cuarta
parte de las empresas tecnológicas de Silicon Valley, lo que
representaba unas ventas de 17.800 millones de dólares, y en el 2005 los
inmigrantes habían contribuido a fundar una cuarta parte de todas las
empresas tecnológicas de nueva creación durante el decenio anterior.
Inmigrantes o hijos de inmigrantes fundaron el 40%, aproximadamente, de
las empresas que formaban parte de la lista Fortune 500 del 2010.
Igualmente
importantes son los beneficios de la inmigración para el poder blando
de Estados Unidos. El hecho de que haya personas que quieran acudir a
ese país aumenta el atractivo del mismo y la movilidad ascendente de los
inmigrantes resulta atractiva para personas de otros países. Estados
Unidos es un imán y muchas personas pueden imaginarse como americanos en
parte porque muchos americanos triunfantes se parecen a ellos. Además,
las conexiones entre los inmigrantes y sus familias y sus amigos en su
país de origen contribuyen a transmitir una información precisa y
positiva sobre Estados Unidos.
Asimismo, como la presencia de
muchas culturas crea vías de conexión con otros países, contribuye a
ampliar las actitudes y las opiniones de los americanos sobre el mundo
en una época de mundialización. En lugar de diluir el poder duro y el
blando, la inmigración los intensifica.
El exdirigente de Singapur
Lee Kwan Yew, observador sagaz de Estados Unidos y de China, sostiene
que ésta no superará a aquél como potencia hegemónica del siglo XXI,
precisamente porque Estados Unidos atrae a los mayores talentos del
resto del mundo y los fusiona en una cultura diversa y creativa. China
tiene una población mayor para reclutar talento autóctono pero, a juicio
de Lee, su cultura centrada en sí misma la hará menos creativa que
Estados Unidos.
Se trata de una opinión que los americanos deben
tener muy en cuenta. Si Obama logra promulgar una reforma de la
inmigración en su segundo mandato, habrá dado un paso de gigante con
miras al cumplimiento de su promesa de mantener la fuerza de su país.
El autor fue subsecretario estadounidense de Defensa y presidente del Consejo de
Inteligencia Nacional. Profesor de la Universidad de Harvard.
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