Perdiendo confianza en Guatemala
El Índice de Confianza de la Actividad Económica
(ICAE) cae estrepitosamente. Pareciera como que todo el optimismo que
generó la elección de un nuevo gobierno se está esfumando. Son malas
noticias para el gobierno… pero también para los ciudadanos. Guatemala
no puede darse el lujo de tener otro gobernante fracasado. Sin embargo,
ello depende totalmente del presidente. El ICAE es una encuesta
mensual que el Banco de Guatemala realiza para medir las expectativas de
analistas privados. Es algo así como un “indicador adelantado”.
Si la confianza en la economía se mantiene alta, se
podría esperar más inversión y crecimiento a futuro… y viceversa. La
confianza que generó la elección del general Otto Pérez Molina como
presidente fue espectacular. Un mes antes de la primera vuelta, el
índice venía cayendo hasta 41 sobre cien. A partir de que se conoció el
resultado de la primera vuelta, el índice subió hasta estar en su punto
más alto en marzo de este año marcando 80 puntos. La última vez que
dicho indicador había estado tan alto había sido seis años atrás, en
febrero del 2006.
Lamentablemente, el presidente no supo
convertir esa confianza en algo de beneficio económico para la
población. En marzo promovió el aumento de impuestos más grande de
nuestra historia y, a partir de ese momento, el índice de confianza no
ha dejado de caer. Hay anuncios de más deuda pública, más gasto y más
escándalos de corrupción. Para colmo de males, en junio se conoció una
reforma constitucional, sin pies, cabeza ni un claro beneficio ante
semejante osadía política. A pesar de los logros en seguridad, al mes
pasado, el índice retrocedió hasta los 41 puntos. El presidente
desperdició, en seis meses, toda la confianza que logró generar.
Al
presidente no lo podemos quitar. Pero él sí debe remover a sus
asesores. Quien le haya metido en la cabeza que aumentar impuestos es
bueno para el crecimiento económico cometió un grave error. Peor aún
meterlos de manera tan improvisada ha causado un caos. Y el que le haya
aconsejado que era necesario modificar la Constitución debe ser
despedido también. Hay que comenzar a cambiar a los “asesores” o va a
ser difícil cambiar de rumbo. Como dijo Einstein: “Locura es pretender
resultados diferentes haciendo las mismas cosas”.
En los próximos
meses, los ciudadanos comenzaremos a descubrir las consecuencias de un
ambiente con una cada vez menor confianza económica. Normalmente los
efectos se ven con nueve meses de retraso. En cierto sentido ya lo hemos
vivido. Bajos índices de confianza, como los que se vivieron con Álvaro
Colom, predicen bajos niveles de crecimiento económico. A nadie le
conviene eso… pero es responsabilidad del presidente ver qué hace para
reponer la confianza perdida.
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