Cuba: Payá y la sospecha que persiste
La noche del 22 de julio, una serie de
reveladores mensajes de texto circularon entre Cuba, Suecia y España y
de vuelta a Cuba, donde el valeroso e influyente disidente Oswaldo Payá
había muerto en una carretera rural. Ese, de todas formas, es el relato
de Regis Iglesias Ramírez, un asociado de Payá y ex preso político que
piensa que fue un asesinato ordenado por el gobierno.
Iglesias, que
fue puesto en libertad y se exilió en Madrid hace dos años, visitó
Washington la semana pasada. Contó que esa noche lo contactó un
activista cristiano español llamado Cayetano Muriel, a quien a su vez
había llamado Annika Rigo, una sueca que dirige el Centro Internacional
Demócrata Cristiano en Estocolmo. Iglesias relata que le dijeron que
Rigo había recibido un mensaje de texto de Cuba diciendo que un joven
activista democristiano sueco, Jens Aron Modig, había sufrido un
accidente terrible: el auto en el que viajaba era seguido por otro
vehículo, que lo sacó de la vía. El mensaje decía que tres personas en
el automóvil habían sido transportadas a un hospital, y que uno estaba
desaparecido.
Modig y un líder juvenil del gobernante Partido
Popular de España, Ángel Carromero, habían viajado a Cuba para ponerse
en contacto con Payá, líder del Movimiento Cristiano Liberación.
Iglesias dice que primero envió un mensaje de texto y luego llamó a la
esposa de Payá, Ofelia Acevedo, que estaba en La Habana, para ver si
sabía algo.
La familia de Payá no sabía nada. Pero pronto las
autoridades les dieron la terrible noticia: Payá y otro disidente,
Harold Cepero, estaban muertos; y Carromero, que estaba manejando el
sedán Hyundai alquilado en el que viajaban con Modig, estaba acusado de
causar un accidente de un solo auto.
Dos meses después, esa sigue
siendo la versión oficial. Carromero apareció en la televisión estatal
cubana, donde confesó que perdió el control del auto y chocó contra un
árbol. También pidió que la atención internacional se centrara en
sacarlo de Cuba. Afronta un juicio por la acusación de homicidio
imprudente. [El lunes, el gobierno dijo que el juicio empezaría el 5 de
octubre en Bayamo.]
A Modig lo tuvieron incomunicado durante cinco
días en La Habana, y después le permitieron regresar a su país, donde
se ha mantenido mayormente en silencio. Sus escasas declaraciones,
pronunciadas antes de salir de La Habana y en Estocolmo, contienen dos
puntos sobresalientes: afirma que no recuerda lo que pasó en la
colisión; y está preocupado por Carromero.
Para Iglesias y otros
miembros del movimiento de Payá, todo está bien claro. El accidente,
dicen, probablemente fue causado por la Seguridad del Estado cubana, que
ha silenciado a los sobrevivientes al mantener de hecho como rehén al
español de 27 años. El gobierno español, señalan los disidentes, tolera
esta farsa por dos razones: quiere que su activista, que encara 10 años
de cárcel, salga libre; y desea evitar la agitación diplomática que se
produciría si se reconociera que el régimen mató a Payá.
Los
activistas afirman que hay más pruebas de juego sucio que los mensajes
de texto del 22 de julio. Iglesias dice que varios amigos de la familia
de Payá viajaron al hospital donde llevaron a las víctimas del accidente
el 22 de julio. Allí supuestamente encontraron a Carromero, que repitió
que un sedán Lada rojo lo había chocado por detrás y lo había sacado de
la carretera. Un policía de la localidad les leyó el testimonio de dos
testigos locales, quienes dijeron que vieron el Lada en el lugar del
accidente. Según Iglesias, los amigos de Payá dijeron que un agente de
la
Seguridad del Estado que estaba en el hospital puso en duda
enérgicamente la historia de Carromero y pareció intimidarlo para que la
cambiara.
¿Por qué el gobierno de Raúl Castro desearía matar a un
disidente a quien no había molestado en una década? A fin de cuentas,
el régimen ha estado buscando un acomodo con la Iglesia Católica y
gobiernos occidentales; ha puesto en libertad a la mayoría de los presos
políticos (entre ellos a Iglesias) y ha implementado modestas reformas
económicas. Iglesias cree saber la respuesta. Payá, dice, se había
convertido en un obstáculo para la estrategia de Castro, ya que llamaba a
la liberalización “el cambio fraudulento” y organizaba un respaldo para
una plataforma alternativa que exigía elecciones libres.
El
accidente del 22 de julio fue el segundo que sufrió Payá en menos de dos
meses. El 2 de junio, un taxi chocó contra una furgoneta Volkswagen que
Payá manejaba en La Habana. Iglesias dice que el conductor del taxi era
un policía retirado.
¿Es todo esto coincidencia y teoría
conspirativa? Quizá. Pero llaman la atención un par de detalles sobre el
caso que Iglesias expone. Primero, no es improbable que el régimen
cubano persiga a un importante disidente en un viaje por carretera,
cause su muerte y luego trate de chantajear a los sobrevivientes para
que no hablen.
Y además, mientras los Castro sigan gobernando en Cuba, difícilmente será posible saber la verdad.
© 2012, The Washington Post
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