EE.UU. y la migración: necesitamos puentes no muros
Hace ya algún tiempo tuve la oportunidad de participar en un foro sobre migración en la Universidad de Georgetown,
ante estudiantes que probablemente serán los miembros del cuerpo
diplomático de EE.UU. Quiero compartir en este espacio algunas de las
ideas que en gran medida proceden de mi participación.
La relación bilateral entre México y los Estados Unidos es una de las
más especiales en el mundo: México no es sólo la puerta de entrada a
América Latina, es también un socio estratégico de los EE.UU., y
millones de personas de origen mexicano viven al norte del Río Bravo -de
hecho, bajo esta premisa lanzamos Azteca America en 2001.
Entre todos los grandes temas en la relación bilateral, la
inmigración es fundamental porque toca la vida de millones de personas:
12 millones de indocumentados del lado norte, y más de 20 millones de
familiares de estos inmigrantes del lado sur.
Ya lo he comentado
en distintas ocasiones: en un mundo globalizado es natural y hasta
deseable que fluyan libremente todos los recursos: capital, mercancías,
tecnología y personas. La migración es un tema controversial, pero creo
que nadie podría argumentar con seriedad que debemos prohibirla, al
contrario, muchas veces es un motor de desarrollo para el país receptor,
y en este sentido México también debe reflexionar acerca de su política
migratoria.
La historia de la migración de mexicanos a los Estados Unidos empieza
en 1847 cuando, lejos de cruzar la frontera, miles de mexicanos vieron
cómo la frontera los cruzaba a ellos: en principio, la experiencia no
fue grata porque nuestros compatriotas sufrieron una terrible
discriminación, a pesar de que ellos no eligieron cambiarse de país.
Hoy, la comunidad latina en los Estados Unidos es joven, productiva, y
emprendedora, con lo que imprime una gran vitalidad a esa nación. Los argumentos antiinmigrantes no podrían ser más falsos e hipócritas:
de hecho, es gracias al flujo constante de mano de obra extremadamente
competitiva que la economía de los Estados Unidos ha mantenido su
dinamismo por tantos años; su ganancia es nuestra pérdida.
Es momento de erradicar los mitos.
La gran mayoría de los hispanos son ajenos a los problemas que,
muchas veces con malicia y racismo, se les atribuye. Los hispanos no le
roban el trabajo a nadie, no explotan los servicios públicos por encima
de su contribución impositiva, ni son la causa del crimen. Por el
contrario: los hispanos trabajan jornadas extenuantes, pagan más en
impuestos de lo que consumen en servicios públicos (incluso en Arizona) y
su contribución a la sociedad norteamericana es invaluable.
Por cada inmigrante indocumentado existe siempre alguien dispuesto a
contratarlo y pagar por su trabajo, su habilidad y su talento; la
economía nos enseña que siempre que se realiza una transacción en
libertad, ambas partes ganan; en este caso, empleador y empleado se
benefician.
Por esto y por muchas otras razones, debemos apoyar a los hispanos en
sus esfuerzos por alcanzar una reforma migratoria. Pero los políticos
típicamente nos dirán que no es el momento, especialmente hoy, en plena
crisis global; y es precisamente hoy que los EE.UU. requieren
urgentemente elevar su competitividad frente al resto del mundo.
Como consecuencia de la peor crisis financiera en ocho décadas, hoy
una gran cantidad de estadounidenses en el desempleo; pero esto no es un
pretexto para estar en contra de una reforma migratoria, porque el
desempleo terminará. En lugar de pelear por las migajas, nuestra
obligación es hacer el pastel más grande.
Se necesita un sistema justo que valore la contribución de los
migrantes, tal vez un proceso de solicitud y de registro que abra la
oportunidad que la gente requiere para contribuir económicamente, y
después regresar a su país de origen, porque la mayor parte de los
emigrantes mexicanos sólo piensan en volver a su patria.
Del lado mexicano también tenemos una enorme responsabilidad en
brindar oportunidades de desarrollo y prosperidad, sobre todo en la Base de la Pirámide,
para que la gente no se vea forzada a emigrar -de la misma forma
tenemos una obligación moral en tratar con justicia a los migrantes de
otras naciones que han elegido a nuestro país como su patria adoptiva.
México necesita más inversiones productivas y generadoras de empleo.
Pero aún si creamos millones de empleos, la migración seguirá existiendo
porque, desde siempre, migrar es natural para el ser humano.
Durante décadas, los Estados Unidos pugnaron por derrumbar el Muro de Berlín,
desafortunadamente hoy algunos políticos de ese país, que no entienden
el significado de la lucha por la libertad, impulsan leyes
discriminatorias, como la SB1070, y apoyan la construcción de un muro
infranqueable en la frontera con México: lo que hoy necesita el mundo
son puentes, no muros.
La promesa de libertad y progreso atrajo a los Estados Unidos a
millones de personas talentosas de todas partes del mundo. Esperemos que
los políticos de ese país no olviden nunca que, en algún lugar de su
árbol genealógico, seguramente existe uno o varios inmigrantes atraídos
por esta libertad, y no la destruyan.
El autor es fundador y presidente del Grupo Salinas.
- 23 de julio, 2015
- 29 de mayo, 2025
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- 28 de septiembre, 2008
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