Diálogo sobre un aspecto moral

A: Creo que en las casas de estudio debiera
mostrarse tolerancia por la pluralidad respecto a personas que exhiben
manifestaciones sexuales diferentes y solo juzgar sus condiciones
intelectuales y su capacidad docente.
B: Por mi parte, estimo que
la esencialísima pluralidad en ámbitos universitarios se refiere a la
exposición de distintas corrientes de pensamiento a los efectos de que
los estudiantes cuenten con los suficientes elementos de juicio para su
toma de decisiones.
A: Pero, por ejemplo, ¿usted excluiría del
claustro universitario a una persona que ha decidido operarse y cambiar
de sexo o se opondría a otorgarle una distinción académica?
B:
Antes que nada debe precisarse que estas materias debieran estar fuera
del alcance legislativo puesto que en una sociedad abierta los
propietarios deciden quienes ingresan a sus propiedades. En segundo
lugar, desde la perspectiva médica no hay posibilidad de modificar el
sexo que está impreso en la estructura genética pero si se decide
cambiar las formas en el quirófano la persona está en todo su derecho de
hacerlo, de lo cual no se sigue que los encargados de admisión deban
aceptarla (unas instituciones lo harán y otras no, según el criterio
moral de los dueños). La acción humana siempre significa discriminación
(entre nuestros amigos, nuestras lecturas, el cine, las comidas etc), lo
que no es admisible es la discriminación desde el poder político puesto
que significaría contrariar la igualdad ante la ley.
A: Me queda
claro que usted sostiene que los dueños deben decidir acerca de las
admisiones en sus propiedades según los procedimientos establecidos en
las correspondientes disposiciones estatutarias, pero, a los efectos de
promover el debate, concretamente, ¿cuál sería su criterio en el caso
que comentamos?
B: Nadie puede tirar la primera piedra en cuanto a
conductas exentas de errores, pero una casa de estudios debe antes que
nada dar ejemplo ético a los estudiantes que convoca que es el punto de
partida de todo lo demás. Si estuviera en mis manos, en una casa de
estudios que represento y en la que comparto responsabilidades no
permitiría que enseñen o sean galardonados aquellos que reiteradamente y
en forma abierta exteriorizan actitudes incompatibles con valores y
principios elementales.
A: No sigo el razonamiento, ¿que tiene de inmoral cambiarse de sexo?
B:
Cuando se alude a lo que es moral se hace referencia a lo que está bien
y lo que está mal. En este plano, hay dos dimensiones a tener en
cuenta: las relaciones interpersonales que afectan derechos son
incompatibles con la moralidad, y las relaciones intrapersonales, es
decir, lo que nos hace bien o nos hace mal. Esto último está vinculado a
la naturaleza de las cosas. Igual que la manzana, el perro y el ombú
tienen ciertas propiedades y características, el ser humano también las
tiene. Que el hombre quiera convertirse en jirafa no actualiza sus
potencialidades en busca de su autoperfección sino que se degrada, a eso
se denomina degeneración. Esta es la parte pacífica de la naturaleza
que debe contemplarse, la parte agresiva debe ser contrarrestada en la
medida de lo posible como los rayos, los terremotos, las pestes y los
abusos de nuestros congéneres.
A: Insisto que si no se afectan derechos de terceros cada uno tiene el derecho de hacer lo que le venga en gana.
B:
Comparto plenamente esa premisa esencial, de lo cual no se sigue que
debamos compartir la conducta de otros ni que tengamos la obligación de
aceptarlos en nuestras casas. La prueba suprema de tolerancia es
precisamente cuando no compartimos la conducta de otros, no tiene gracia
alguna tolerar lo que estamos de acuerdo. En una sociedad libre deben
aceptarse todos los arreglos contractuales que no lesionen derechos de
terceros.
A: Pienso que el permitir el ingreso al claustro a
personas que se han operado para cambiar de sexo constituye algo
conveniente para los estudiantes al efecto de que conozcan diferentes
modos de encarar la vida y no estén en una especie de burbuja irreal.
B: ¿Usted permitiría que un profesor dictara sus clases desnudo?
A: Ese grado de diferenciación puede ofender a otros.
B:
Lo cual revela que hay límites en lo diferente. Todos somos distintos,
situación que es por cierto afortunada puesto que de lo contrario no
solo se derrumbaría la división del trabajo y la cooperación social,
sino que las mismas conversaciones se tornarían tediosas ya que se
asimilarían a una conversación con el espejo. De lo que estamos hablando
es de diferenciaciones que están reñidas con la ética.
A: No comparto ese criterio educativo, incluso a un hijo hay que darle la libertad de elegir su camino como le parezca mejor.
B: ¿Le sería indiferente que su hijo fuera travesti?
A: Tal vez no me sería indiferente pero no quita que deba respetarlo si prefiere seguir ese camino.
B:
Sin duda que si es un adulto no se le puede mandar la policía pero el
hecho de que no le sea indiferente en el sentido de expresar cierta
preocupación pone al descubierto un intuición moral de que está mal
aquella conducta.
A: Bueno, pero hay en esto un “trade-off” entre la conducta privada de un profesor y sus contribuciones académicas.
B:
El “trade-off” es mucho más que eso. No se trata de conductas privadas
sino las que se exteriorizan y se hacen públicas en cuyo caso el
“trade-off” es, por una parte, entre la moral que se traduce en el
ejemplo al que están obligados los educadores como el abc de la
enseñanza y, por otra, las explicaciones más o menos didácticas de temas
técnicos circunstanciales.
A: ¿Extendería sus reflexiones a los homosexuales?
B:
Si no hay alarde de esa condición no las incluiría. Por otra parte,
destaco en un nivel más general que mi única objeción para terceros
vinculada a esa situación consiste en que se recurra a la expresión
“matrimonio” que proviene de otra tradición y, por ende, tiene otro
significado. Lo que si es un despropósito es que el aparato estatal
“case o descase”, ya que es un convenio privado celebrado entre hombre y
mujer. Por otro lado, fuera del matrimonio, entre adultos deben
tolerarse todas las combinaciones imaginables de uniones civiles incluso
entre varias personas y también con la participación de animales.
A:
¿No cree que sus anteriores conclusiones resultan contraproducentes a
la luz de las críticas que se formulan a los cerrados mentalmente que no
son capaces de aceptar otras conductas?
B: Dejarse arrastrar por
ese tipo de consideraciones revela complejo de inferioridad. Además, la
mente abierta no es un basural abierto que acepta todo a la par, una
mente abierta incorpora, digiere, tamiza y selecciona.
A: En su razonamiento aparece una contradicción con el significado de la tolerancia.
B:
Reitero que tolerar no equivale a incorporar como propio el criterio
del tolerado. Agrego que, tal vez, la palabra “tolerar” debiera
sustituirse por “respetar” puesto que aquella expresión encierra algún
tufillo inquisitorial. En definitiva, los derechos no “se toleran”, se
respetan puesto que nuestras corroboraciones son provisorias sujetas a
refutaciones.
A: Dictar cátedra de moralidad no me parece que sea el objetivo de una institución científica.
B:
La base de la investigación científica es la honestidad intelectual y
el cumplimiento de la palabra empeñada que son conceptos eminentemente
morales. La base de sustentación de la investigación libre de ataduras
en el contexto de una sociedad abierta es moral antes que jurídica o
económica.
A: Me siguen sin convencer sus apreciaciones.
Nota
final: estos diálogos se han suscitado entre varios participantes con
el autor de esta transcripción a vuelapluma, a raíz de un caso ocurrido
en una universidad por la que el que esto escribe guarda especial
aprecio.
- 25 de noviembre, 2013
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- 25 de marzo, 2015
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