Paraguay maltrecho
Creo conveniente explicar a los lectores cómo ve un abogado paraguayo el estado de ánimo, al parecer generalizado en nuestro país, como consecuencia de las sucesivas trompadas al estómago que sentimos haber recibido del Brasil, Argentina y Uruguay con relación al juicio político a Fernando Lugo que culminó con la suspensión del Paraguay de nuestra condición de miembros fundadores del pretendido mercado común.
Mercosur fue creado para expandir el comercio intrazona y con terceros países, pero, bajo la apariencia de suspensión de nuestra condición de miembros, concluye la participación del Paraguay con el ingreso de Venezuela de espaldas a las leyes dictadas para reglar la convivencia en la entidad. Mercosur produce su implosión y nos arroja fuera del ring como boxeador vencido.
Aparentemente, las naciones citadas nos culpan de haber destituido a Fernando Lugo Méndez de la Presidencia del Paraguay mediante procedimientos no democráticos violatorios del debido proceso legal, al extremo de considerar incompatible a nuestro nuevo gobierno con el concierto en que ellos declaran vivir.
La reacción del Paraguay ante las sanciones impuestas por los socios y sus consecuencias bolivarianas no se hizo esperar. Fue la más pulcra exposición presentada por escrito ante los tribunales del ente en defensa de sus derechos notoriamente vejados por la maniobra.
Ahora bien, consumada la maniobra por medio de la cual metieron de espaldas la nonata Venezuela al seno de la entidad, como si fuera un parto al revés, nos queda a los paraguayos un sabor amargo, indefinido, desagradable.
Es necesario definir si la culpa es de las tres naciones que urdieron el plan o es de nuestro Congreso al que se acusa de haber entorpecido injustamente por años el ingreso de Venezuela al Mercosur además de la expulsión, por medios ilegales, de Fernando Lugo Méndez, exobispo de la Iglesia Católica, que gobernó la República por cuatro años en los cuales acumuló méritos para que una mayoría abrumadora de senadores de la Nación lo expulsara de su condición de Presidente. Quedó, merced a la generosidad de sus acusadores como líder de una izquierda que pretendía y pretende consolidarse y proyectarse hacia el futuro como grupo gobernante.
El juicio político había dado sus frutos, pero como en las artes marciales, los países vecinos, que creíamos eran hermanos, utilizaron nuestra fuerza empeñada en el proceso político para derribar al Paraguay con intenciones hoy manifiestas. La realidad que ahora se percibe, desde la perspectiva de los hechos ya cumplidos, nos angustia, o por lo menos me angustia, y quiero creer que la población de nuestro país, aun la extranjera, siente la injusticia de que creemos ser víctimas, como si un hierro candente se nos hubiera aplicado, ante la abierta burla de un personaje al que no respetamos por su notorio desequilibrio. Hugo Chávez resultó ser un candidato a socio del Mercosur más codiciado por nuestros vecinos quienes a todas luces prefieren la amistad del rico.
Ante el abierto desprecio la reconciliación será difícil y es un notorio mérito de la conducción de nuestras relaciones exteriores el no haber proferido un ¡ay! ante la artera puñalada.
No llorar por la leche derramada es la reacción estoica. El Paraguay, país otrora preñado de orgullo, celoso de su dignidad, se ve obligado a morderse los labios para no gritar su indignación ante la hipocresía de los falsos demócratas o devolver el desprecio con que nos tratan, sin otra culpa que haber disentido nuestro Congreso con el tirano del Norte, patrón resentido, incivilizado, del pueblo de Venezuela, sojuzgado, aherrojado con los grilletes de un marxismo que pretende expandirse hasta nuestro país, merced al concurso de cómplices provenientes de bastardas filas católicas como lo es Fernando Lugo Méndez.
Ante la odiosa pretensión de amilanarnos, de acobardarnos, de acoquinarnos, reflexionemos sobre la encrucijada en que nos pone la implacable geopolítica, y miremos el futuro con valor. No nos queda sino el derecho de las naciones para defendernos. Que nuestro destino no nos imponga el odio, ni la docilidad mendicante y menos aún la complicidad de algunos conciudadanos ante la falsedad con que se mueven los que se dicen amigos de nuestro pueblo. El imperativo es ejercer nuestros derechos ante el mundo civilizado, porque el ataque que sufrimos es de bárbaros insaciables e incapaces de convivir. Nos urge evaluar con qué naciones puede el Paraguay celebrar acuerdos comerciales que nos permitan vender nuestros productos, y comprar los suyos. En mi opinión, mientras estén los gobiernos actuales de los países vecinos nos será muy difícil, sino imposible negociar para sobrevivir y crecer. Solo sobre la base de la credibilidad internacional en las naciones carentes de mentalidad marxista podremos confiar. ¡Allá ellos con el Mercosur!
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