¿Por qué amamos tanto Facebook?
Un estudio realizado por el Departamento de Psicología de la Universidad de Harvard da cuenta de que los seres humanos dedicamos el 40% de nuestras conversaciones a hablar de nosotros mismos. Lo notorio, además, es que el 80 por ciento de estas charlas y confesiones ocurren a través de las redes sociales.
¿Narcisismo, temor a la soledad, a la exclusión…? Al parecer, la causa principal de este fenómeno sería la gratificación que encontramos los humanos, desde los primeros meses de vida, al conquistar la atención de los otros.
Al parecer, la causa principal de este fenómeno sería la gratificación que encontramos los humanos al conquistar la atención de los otros.
Esta investigación, que publica Proceedings of the National Academy of Sciences, podría ayudarnos a explicar por qué tantas personas tienen el impulso cotidiano de compartir, incluso con personas anónimas, sus "estados", pensamientos, noticias, fotos, videos y demás.
Cuántas veces muchos se habrán preguntado: ¿qué me interesa a mí saber de lo que está haciendo tal, pensando cual…? ¿Qué aporta a mi vida estar al tanto de que Sandra se está yendo a dormir o está cenando con amigas? ¿Cuánto cambia que Claudio esté escuchando tal canción o que hoy no tenga ganas de trabajar?
Así como el concepto más básico de "noticia", seleccionaremos y jerarquizaremos de lo que cuentan los otros de sí mismos aquello que nos resulte novedoso, de interés, que nos sea próximo, que nos afecte de alguna manera. Según lo expuesto por los investigadores, los individuos asignan un elevado valor subjetivo a las oportunidades que encuentren de comunicar sus pensamientos y sentimientos a otras personas, se afirma que hacerlo activa mecanismos neurales y cognitivos asociados con el reconocimiento y la consabida gratificación.
Facebook y Twitter son el proyector perfecto de nuestra radiografía emocional.
Al parecer, las necesidades afectivas básicas de siempre -claro está que lo que todos necesitamos es "amor", "sentirnos parte (la no exclusión)", "saber que no estamos solos"- se adaptan a las facilidades de cada tramo de la historia. Así es como hoy Facebook, Twitter y demás son el proyector perfecto de nuestra radiografía emocional, más allá de lo que haya para mostrar o contar y, en muchos casos, más allá de lo que devuelva la mirada de los otros.
Por otra parte, lo que facilitan hoy las redes es la respuesta inmediata a esa "recompensa" tan gratificante. Internet se ha convertido, en este sentido, en la pastillita que muchos creen puede sustituir cualquier aspirina, relajante muscular, ansiolítico o antidepresivo.
En la investigación de la que damos cuenta se han empleado todo tipo de técnicas de evaluación neurocognitiva, lo que permitió ver hasta dónde se expone o está dispuesto a pagar quien busca gratificarse frente a la idea de que alguien lo esté mirando, escuchando o sabiendo de él.
¿Cuál es el límite de la gratificación por exponerse?
Es por demás sabido lo saludable que es poder hablar de quiénes somos y de lo que nos pasa. La capacidad de expresarse -a diferencia de aquellos alexitímicos que padecen la imposibilidad de hacer saber lo que piensan, sienten y necesitan – promueve el crecimiento de emociones positivas.
Ahora bien, ¿cuál es el límite de la gratificación por exponerse? Eso no lo responden los estudios, eso lo sabemos nosotros mismos.
- 23 de julio, 2015
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