La banalización de la política
Piñera sigue en caída libre y no hay quien lo pare. Siendo realistas no se podía esperar otra cosa; no querido por la derecha e incluso odiado por la izquierda, sólo un milagro podría haberle salvado. Pocos presidentes han sufrido tantas críticas y han contado con tan poca lealtad, pero así es su sector y este final se venía venir.
El presidente obtiene un 66% de desaprobación y un triste 26% de aprobación. Motivos de la bajada: el alza de los precios en alimentos y combustibles, un virus que anda dando vueltas por la Posta Central y la investigación de un lamentable accidente en el que murió el animador más famoso y querido de la televisión chilena en avión de la fuerza aérea. Y esto en el mes en que lanza su reforma educacional y tributaria. Poco más que decir.
Pero no hay mal que por bien no venga, y lo positivo es que Piñera ya no tiene condicionantes: no hay posibilidad de reelección, ni de salir como un presidente amado. Ahora este hombre que no puede batir a las encuestas debería sentirse abocado a gobernar y olvidarse de todo lo demás. A lo mejor así le resulta, incluso podría finalmente licenciarse con un buen resultado.
Con la carrera presidencial desatada con dos estupendos actores del espectáculo político que satisfacen el espíritu de las masas, Golborne y Bachelet a la cabeza por sus coaliciones respectivas, éstas tienen ahora otras tareas en las que fijar su atención.
Las coaliciones plantean sus programas y decisiones orientadas por las encuestas, la Biblia de nuestros tiempos, y así se va definiendo lo que será nuestro futuro, buscando encandilar a un electorado en la inmediatez de sus demandas y olvidando metas de más largo alcance; acercándonos a un populismo no tan descarado como el de algunos países vecinos, pero que tiene en común la búsqueda del encantamiento de las masas.
Igual que la cultura se ha rebajado al espectáculo (como sostiene el gran Vargas Llosa en su nuevo libro, en el que señala que el arte ya no busca trascender sino la mera entretención), la política se ha rebajado a las encuestas, con el peligro de que con el fin de agradar y deleitar al público se pierda el horizonte de la búsqueda de un bienestar a largo plazo. Perdido por Piñera lo primero, le convendría centrarse en conseguir lo segundo. Y al país, más.
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