Cristina Kirchner: Los riesgos del personalismo

El Imparcial, Madrid

Se ha dicho hasta el cansancio (quizá yo he pecado también de este exceso en estas columnas) que, salvo que se la reduzca tan sólo a un hecho electoral, la democracia no debería ser definida con independencia de sus condiciones de ejercicio, tales como la división de poderes, la publicidad y el control de los actos de gobierno o el respeto a las libertades individuales.

Sin embargo, cuando se pasa del plano de lo prescriptivo a lo descriptivo, estas máximas, de sencilla formulación, se ven condicionadas por una realidad que, con frecuencia, les resulta esquiva. En este sentido, que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner aludiera recientemente, con indisimulado desdén, a los titularesde los medios “institucionalistas” es un signo indicativo (uno más) del escaso crédito que se asigna hoy en la Argentina, desde las más altas esferas del poder, a aquellas formalidades cuya observancia marca la diferencia que media entre una democracia a secas y la comúnmente llamada democracia republicana.

A lo dicho se suma, en nuestro caso, la fuerte impronta personalista del gobierno y su carácter hegemónico que lo vuelven repentinamente frágil cuando la persona que monopoliza las decisiones, aquella de quien todo depende y a quien sus subordinados simplemente acatan, se nos revela como un ser de carne y hueso expuesto, por ejemplo, a contraer enfermedades o a ser intervenido quirúrgicamente.

Es lo que ha pasado en este caso. A Cristina Kirchner se le ha diagnosticado un cáncer de tiroides y acaba de ser operada con éxito y excelente pronóstico de recuperaciónNo obstante, me temo que durante los días que deberá guardar de reposo experimentaremos una sensación de acefalía debido,precisamente, a aquella impronta de la que el Vicepresidente a cargo del Ejecutivo, Amado Boudou, no ofrecerá siquiera una sombra. Ya se sospecha, desde luego, que no moverá un dedo sin previa consulta y que el poder real, con Cristina convaleciente, quedará dentro de su círculo áulico, al que quizá sólo sus familiares directos pertenezcan. Nuestras instituciones podrán seguir esperando.