Al borde del precipicio
Hay períodos en la historia en los que las calamidades se suceden unas tras otras, como las plagas. De pronto pareciera que éste es uno de esos tiempos; un tiempo de zozobra, donde cada día las noticias económicas son peores que el día anterior.
La semana que recién termina ha sido, sin duda, una de las peores de los últimos años. No tanto por lo que sucedió, sino por lo que presagia. Todo indica que los líderes políticos de los países avanzados han fracasado en sus tímidos esfuerzos por resolver la crisis. Se está acabando el tiempo, y nos encontramos al borde del precipicio. La probabilidad de una hecatombe peor que la del año 2008, cuando la quiebra de Lehman Brothers desató un pánico global que paralizó al mundo entero, es altísima.
Sólo podremos salir de esta encrucijada si, como he afirmado repetidas veces en esta columna, los líderes políticos de la Unión Europea y EEUU son iluminados por una epifanía súbita, y toman una serie de medidas audaces y drásticas. Pero la probabilidad de que esto suceda es cada vez menor, y, desafortunadamente, el escenario más factible es uno de crisis, derrumbe de los precios de activos, mayor desempleo, e inestabilidad social.
Una semana de terror
Algunos analistas pensaron que la semana había empezado bien. El triunfo apabullante de Mariano Rajoy en las elecciones españolas parecía indicar que el público entendía la profundidad de la crisis y la necesidad imperiosa de hacer ajustes y reformas profundas. Sonriente y feliz, el líder del Partido Popular les pidió a los inversionistas que le dieran una oportunidad para demostrar que bajo su liderazgo España sí podía avanzar por la senda de la recuperación y la frugalidad.
La alegría, sin embargo, fue de cortísima duración. Ya el lunes a media mañana era evidente que los mercados internacionales dudaban de la capacidad del gobierno entrante por revertir la situación de crisis, y lograr el doble objetivo de acelerar el crecimiento económico (lo que requiere reformas desreguladoras muy drásticas) y mayor austeridad fiscal en el mediano plazo. Este escepticismo de los inversionistas se reflejó en un costo del crédito para España de cerca del 7% anual, nivel que, como he comentado con anterioridad en este espacio, es insosteniblemente caro.
La situación tampoco ha mejorado en Italia y Grecia -las cunas del sistema democrático-, donde gobiernos dirigidos por tecnócratas -los respetados economistas Mario Monti y Lucas Papademos- han reemplazados a gobiernos elegidos popularmente. En ambos países el costo del crédito continúa siendo prohibitivo, y la población resiste nuevas rondas de ajustes.
En Portugal explotaron amplias protestas en contra de los programas de austeridad, al mismo tiempo que la agencia calificadora de riesgo Fitch rebajaba sus títulos de deuda al nivel de "basura". Nada bueno en el horizonte para los lusitanos.
Pero las malas noticias no estuvieron circunscritas a la zona del euro. El lunes, el llamado "Súper Comité" del Congreso de los EEUU, encargado de proponer ajustes que redujeran la deuda pública en a lo menos 1.2 trillones de dólares en la próxima década, anunció que no había llegado a acuerdo. Los republicanos se negaron a aceptar aumentos de impuestos, y los demócratas rechazaron cualquier rebaja de gastos que no estuviera acompañada de mayores tributos para los más ricos.
De acuerdo con la legislación aprobada en agosto pasado, esta falta de acuerdo debiera generar, automáticamente, recortes de gastos por 1.2 trillones; un poco más de la mitad de este ajuste debiera provenir del sector defensa. Sin embargo, el Pentágono ya ha echado a andar su maquinaria de influencias y presiones para evitar estos cortes. En ese esfuerzo está siendo apoyado por la industria de armamentos y por una serie de congresistas de ambos partidos.
Es fácil predecir lo que va a suceder: los defensores del gasto militar lograrán encender el espíritu nacionalista de los miembros del Congreso, argumentando que la nueva estrategia de concentrarse en Asia Pacífico requiere de novísimos portaviones, de una gran variedad de F-35, y de otros armamentos carísimos al estilo de Star Wars. Y así, no habrá recortes automáticos y la deuda pública seguirá creciendo a tasas suicidas.
Pero el fracaso del Súper Comité no fue lo más grave de la semana. Lo peor es que Alemania, supuestamente el ancla de la Unión Europea, el país de la súper eficiencia en cuyas manos estaba el futuro del mundo, no pudo vender sus bonos en el mercado de capitales.
Así de simple: nadie quiso comprar la deuda germana. Se ofrecieron 3.65 billones de euros en "bunds" de 10 años de madurez, y sólo hubo ofertas por 2.37 billones. Al final, el banco central alemán tuvo que comprar nada menos que 2.3 billones para así asegurar que la tasa de interés no subiera demasiado. Pero así y todo el costo del capital para Alemania subió en casi medio punto porcentual en los últimos 10 días.
Los Pollyaannas de siempre dirán que no es primera vez que una subasta de bunds anda mal, que sucedió antes, que varias tuvieron problemas en el 2009 (9), y otras tantas en el 2010 (7). Pero esta vez la situación es diferente: la demanda por bunds tuvo su nivel más bajo desde que existe el euro, y por primera vez en mucho tiempo el costo de financiamiento es más alto para Alemania que para el Reino Unido -sí, leyó bien, ¡el Reino Unido!- De pronto lo que hasta hace poco era absolutamente impensable -que el contagio de la crisis llegue a Alemania- podría suceder en las próximas semanas.
La preocupante desaparición de las soluciones
En política económica el "timing" de las medidas es fundamental. No sólo es importante qué medidas se toman, sino que cuándo se implementan. Así, una política puede ser efectiva si se pone en efecto en un momento determinado, pero no serlo dos o tres meses más tarde.
Durante las crisis económicas, el solo paso del tiempo va eliminando opciones.
Por ejemplo, ocho meses atrás era perfectamente posible resolver el problema europeo si se hubiese aceptado que Grecia tenía que reestructurar su deuda, imponiendo una pérdida del 25% a los inversionistas. Una medida de este tipo hubiera generado credibilidad y respeto por el liderazgo político europeo. Esa opción, sin embargo, ya no existe. Incluso los analistas más conservadores piensan que lo que hoy necesita Grecia es un perdonazo del orden del 60 a 70% del valor de su deuda.
Unas semanas atrás una solución posible era que la Unión Europea emitiera bonos respaldados por Alemania para permitirle a Italia y España un respiro. La idea era que estas naciones podrían refinanciar su deuda a tasas razonables -entre el 2 y 3%- mientras hacían las reformas requeridas para mejorar sus perspectivas financieras y tasas de crecimiento. Con las dificultades que está encontrando la propia Alemania para colocar sus títulos, esta opción empieza a desaparecer.
Y mientras las opciones se desvanecen una a una, los políticos siguen dando unos discursos difíciles de comprender, trazando líneas en la arena, y hablando de soluciones que sólo existen en su imaginación.
La situación me recuerda las últimas horas del Titanic. Inmediatamente después de que el transatlántico había embestido al iceberg la tripulación seguía ordenando las poltronas en las cubiertas. Ni se les pasó por la mente que la situación era gravísima y que había que ayudar a los pasajeros a abordar los botes salvavidas.
¿Y Chile?
Yo no vivo en Chile, pero trato de mantenerme informado. Hablo con mucha gente, leo informes y columnas, y recibo numerosas visitas de chilenos que pasan por California. Desde hace un tiempo me llama la atención el sentimiento generalizado de que nuestro país es inmune a las tormentas de la economía mundial.
Pensar de esa manera es un error serio que se paga caro.
Desde luego que no hay seguridad de que habrá una catástrofe y que ella nos envolverá. Pero si ello sucediera, los costos serían tan altos, que es esencial prepararse.
El presidente del Banco Central José de Gregorio -un economista de primera que ha cumplido su labor con brillo y majestad- ha hecho hincapié en este hecho. Más vale que lo escuchemos con atención; más vale que sigamos sus consejos.
- 23 de julio, 2015
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