Europa: Doble o nada, la hora de la verdad
El Economista, Madrid
Son muchos los esquemas que se nos están rompiendo a lo largo de esta crisis. Los países desarrollados (al menos en la era moderna), Europa a la cabeza, no quiebran; sólo los emergentes. Sin embargo, ya llevamos varios que han tenido que ser rescatados llevándose por delante Gobiernos: Islandia, Irlanda, Portugal, Grecia y… ¡nada menos que Italia! Son los occidentales los que dicen a los emergentes lo que tienen que hacer si quieren ser financiados por el Fondo Monetario Internacional en el que mandan?
Ahora los BRIC se ofrecen a financiar nuestra deuda soberana a través del FMI, en el que reclaman una voz en consonancia con su aportación, de ya más del 50%, al crecimiento mundial.
Hay muchas diferencias con 1998, cuando se fundó el euro, pero, como entonces, hoy Europa se la juega, y con ella España. Ahora bien, como entonces, hay países que están dispuestos a tirar hacia adelante con los que estén en lo que hay que estar y el resto se quedará fuera; ya no hay margen para arrastrar los pies.
Otra vez las dos velocidades
Otra vez las dos velocidades, otra vez países de segunda clase. Estamos en el doble o nada para Europa y para España. O tenemos ambición y coraje, o las medias tintas nos dejan fuera. Y hoy fuera hace muchísimo más frío que en 1998. Y eso no quiere decir hacer barbaridades de cara a la galería, sino ser consecuentes con un proyecto europeo que reivindique el papel de una superpotencia regional a la altura de las circunstancias. Un proyecto serio, solvente, que haga frente a sus compromisos, siendo lo suficientemente competitivo en el mundo global -que ha defendido desde hace siglos cuando era Imperio- como para financiarse el modelo de vida y de bienestar que es ejemplo y envidia del resto del mundo, no pretendiendo que nos lo financien los que están saliendo del agujero, los países emergentes, que también aspiran legítimamente a que los mercados les financien su esfuerzo de construir un país y oportunidades para sus pueblos. Seamos serios.
Necesitamos como país un proyecto, una estrategia para los próximos cuatro años que incluya referencias claras y consistentes de por dónde queremos que discurra España. En ese marco deben situarse la estabilidad macroeconómica y las reformas estructurales que mejoren la competitividad; pero también el papel que queremos desempeñar como país en el proceso de conformación de la nueva gobernanza global, empezando por Europa, donde nos jugamos no sólo nuestra referencia cultural y política, sino también el 70% de nuestros mercados.
Nuestra única opción es estar en la primera velocidad, y eso requiere acciones y no meras declaraciones políticas un tanto trasnochadas. Acciones coherentes y decididas ya. Reglas claras que se cumplan empezando por el propio sector público, ejemplaridad pública, pero que tienen que afectar a todos. Sólo así tendremos legitimidad para contribuir a la nueva gobernanza de Europa en la que tenemos que ser protagonistas. Si no seremos el patio trasero de los que manden. Estamos a tiempo, pero, eso sí, es doble o nada. No vale quedarse como estaba.
Elena Pisonero es economista.
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