Un caso de miopía
SALAMANCA. – Solo se necesita un poco de imaginación para que un oftalmólogo se especialice en miopía política y se hará rico en poco tiempo, pues la última Cumbre de Jefes de Estado de Iberoamérica puso en evidencia que la cortedad de visión política en América es una epidemia y también una endemia.
Dejando de lado el desaire de once países al presidente Lugo, incluyendo a nuestros socios del Mercosur (Argentina, Uruguay y Brasil), es fácil sintetizar qué pasa por la cabeza de nuestros mandatarios al leer las declaraciones hechas por Evo Morales en La Paz después de asistir a la cumbre de Asunción. Fiel al estilo que caracteriza a los seguidores del venezolano Hugo Chávez o, para decirlo de otra manera, del socialismo del siglo XXI, el presidente boliviano lanzó una descarga de artillería pesada contra la cumbre y contra el rey Juan Carlos de España.
“Siento que está en decadencia esta cumbre de jefes de Estado de Iberoamérica. Es como decir que cada año hay que rendir cuentas al rey, en presencia del rey. ¿Qué mensaje da eso en Latinoamérica?”, dijo Morales en La Paz en rueda de prensa. En evidente alusión a España agregó: “Saludamos a los distintos países que pueden contar con su monarquía, con su oligarquía, con su jerarquía. Es un derecho de cada país”. Con esto daba, irónicamente, una muestra de flexibilidad y condescendencia a otras maneras de pensar.
Quienes se consideran parte de esta corriente “socialista bolivariana” en realidad pertenecen a una supuesta izquierda cavernaria cuyos esfuerzos están dirigidos, de manera unánime, a querer entrar en el siglo XXI pero con la condición de regresar al siglo XV, antes de 1492, es decir, antes de la llegada de los españoles a América. ¿Exageración? Lo dijo Evo Morales en esa misma conferencia de prensa en el momento de evaluar los resultados de la Cumbre, alegrándose que se apoyara allí la reivindicación del consumo tradicional de la hoja de coca, el masticado o “acullicu”, una propuesta presentada por Bolivia y apoyada por Perú. Con el respeto que se merece el masticado de la hoja de coca (yo mismo lo hago cuando voy a Bolivia), es una muestra de la pequeñez intelectual de este antiguo sindicalista cocalero convertido hoy en presidente de un país rico que tiene hierro, estaño, plata, oro, petróleo y últimamente se ha descubierto uno de los yacimientos más grandes del mundo de un metal que se utiliza en la fabricación de ordenadores. Si no fuera tan miope, estaría buscando mayores ventajas para sus riquezas naturales en lugar de preocuparse por la hoja de coca que no debe dar muchas divisas al país, a no ser la utilizada para fabricar cocaína.
Se ha vuelto al discurso antiespañol, se insiste en lamentarse de los abusos cometidos durante la Conquista, se revuelve de nuevo en el caldero lo sucedido quinientos años atrás con la demencial intención de querer explicar nuestra pobreza, nuestro atraso, nuestros males a lo que ocurrió entonces. El presidente Lugo también insiste en el tema ya que su discurso fue el mismo lloriqueo del que mostró hace un par de semanas en Nueva York, durante la asamblea de Naciones Unidas: la falta de solidaridad de los países ricos con los países pobres, sin detenerse a pensar que todo es cuestión de competencia, de trabajo, de producción. Nadie le regala nada a nadie. Cuando se desmoronó la Unión Soviética, que le regalaba el petróleo a Cuba, le comunicó que de entonces en adelante pagarían el precio del mercado internacional. La caridad había terminado.
Considerar que esta Cumbre es como que “cada año hay que rendir cuentas al rey, en presencia del rey” es fruto de un complejo de inferioridad frente a España. Fue justamente el rey Juan Carlos quien apostó por estas cumbres no para que los países le “rindan cuenta”, como cree Morales, sino como un esfuerzo de integración de nuestras naciones; una integración que funcione con eficiencia y no como la mascarada del Mercosur que hasta el momento se ha mostrado absolutamente inútil. En estas reuniones que paga España (unos seis millones de euros, alrededor de tres mil seiscientos millones de guaraníes) quitarán ventaja los empresarios españoles ante la apertura de nuevos mercados, pero también los países americanos que podrán entrar a Europa por la puerta grande de España, de la mano de su gobierno.
Colón llegó a América, la descubrió y no podemos dar marcha atrás. Lo que tenemos adelante es mucho más importante. Y los políticos que sufren de miopía que pasen por el oftalmólogo, o por las urnas, que es un proceso más doloroso porque les enfrenta a la realidad.
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