Entre muros económicos y mentales
Los gobiernos mesiánicos y caudillistas (imbuidos del poder, el momento histórico y la visión salvadora) tienden casi inevitablemente a levantar muros alrededor de sus sociedades.
Primero, eso es sistemático, en el plano económico, y lo vemos claramente en el Ecuador. Nos hemos negado a los Tratados de Comercio. Con Estados Unidos esto ya murió hace años y no se ha retomado el sendero. Con Europa, mientras otros llegaron a acuerdos hace varios meses y pronto los ratificarán definitivamente, nosotros hemos pospuesto nuestra negociación hasta enero y quién sabe si avanzará. Con Asia ni siquiera lo intentamos. Talvez (opción lejana), el sentimiento de crisis internacional y de real desventaja con nuestros competidores nos lleve a avanzar con Europa y algo con Estados Unidos porque perderemos el Atpdea en 2013. Pero también nos encerramos con altos aranceles y con barreras (a la entrada y a la salida) como el impuesto a la salida de divisas. Y obviamente no hay nada más lejano que la inversión extranjera salvo en los casos, como minería y petróleo, en que el Gobierno es el primer beneficiado.
Nos encerramos, también, en la desconfianza. Por supuesto que debemos tener reglas y leyes para una mejor vida colectiva (más eficiente y equitativa) y que deben existir sanciones por violarlas. Pero cada vez más vemos que la prisión y las sanciones extremas se convierten en la solución para obligar a la convivencia: por los impuestos, la seguridad social, el tránsito, la mala práctica médica etcétera… Las sociedades deben construirse, como primera premisa en base a la libertad y la confianza, y las penalidades solamente como segundo elemento (para los casos extremos en que los acuerdos sensatos entre personas o instituciones no funcionan). Estamos en el sendero contrario: no permitimos el acuerdo directo entre las personas (por ejemplo en un choque automovilístico mediano, no hay manera de arreglar entre los involucrados sino que la autoridad interviene inmediatamente sancionando, de la misma manera en el caso de un intento de acuerdo voluntario entre trabajadores y empleadores), más bien promovemos la desconfianza entre unos y otros (porque desde el Gobierno se repite constantemente el mensaje implícito de que vivimos en una sociedad de gente que intenta siempre engañar) lo que inevitablemente lleva a la acción estatal sancionadora. En lugar de sancionar a los realmente abusivos, convertimos en regla general lo que es solo la manera de actuar de algunos, y de esta manera la sociedad se va convirtiendo en cada vez menos virtuosa… ¡lo cual justifica una mayor intervención sancionadora!
En esto hay un trasfondo conceptual grave: como las personas (supuestamente) no saben comportarse y crear lazos de confianza, es necesario intervenir desde el poder para guiarlas y como buenos guías estar siempre presentes en cada acto, cada error, cada sanción. Y como los resultados no son satisfactorios (porque una sociedad sancionadora y desconfiada funciona mal) entonces se justifica más acción estatal y de los mesías salvadores: más barreras, más controles, más impuestos, más sanciones. Un círculo vicioso que no es inocente, no nos engañemos.
- 23 de junio, 2013
- 22 de febrero, 2017
- 22 de julio, 2025
- 15 de agosto, 2022
Artículo de blog relacionados
La Nación Durante el Mundial de fútbol, un matrimonio uruguayo quiso inscribir a...
2 de septiembre, 2010- 24 de febrero, 2015
- 8 de enero, 2023
El Día, Santa Cruz El viernes 3 de enero, el presidente Evo Morales...
8 de enero, 2014