La pluralidad secular de Medio Oriente, en peligro
MADRID.- Uno de los momentos más hermosos y prometedores de las protestas populares que terminaron derrocando a Hosni Mubarak fue aquel fin de semana en que, el viernes, los manifestantes cristianos de la plaza Tahrir protegieron los rezos de sus hermanos musulmanes y, el domingo, los musulmanes hicieron lo mismo con los de los cristianos.
Se dibujaba así el sueño de un Egipto democrático en el que pudieran convivir pacíficamente todas sus confesiones religiosas. Los sangrientos sucesos de anteayer, en El Cairo, confirman que aquel sueño va a ser de difícil, muy difícil, realización.
El 1° de enero de 2011 se produjo un salvaje atentado contra una iglesia cristiana de Alejandría. Incluso en una región tan acostumbrada a la violencia sectaria como Medio Oriente, aquella atrocidad se destacó por su siniestro significado: las minorías cristianas de la región, allí presentes mucho antes del nacimiento del profeta Mahoma, están en el punto de mira de los salafistas y otras versiones retrógradas, milenaristas y violentas del islam.
Los cristianos del valle del Nilo, llamados coptos (palabra que viene de cómo los griegos denominaban a los egipcios de los tiempos faraónicos), llevan unos cuantos lustros sintiéndose perseguidos por los contemporáneos fundamentalistas musulmanes y por las multitudes que éstos logran movilizar.
Especialmente en la zona de Assiut y Assuan, donde se combina una fuerte presencia secular de coptos con una importante implantación de las ideas islamistas, los ataques y enfrentamientos son moneda corriente desde los años ochenta del siglo pasado.
A esto se suma el sentimiento de que los regímenes de El Cairo -ayer Mubarak y hoy la junta militar que debería liderar la transición a la democracia- los discriminan política y económicamente. El resultado es una emigración constante de la burguesía y la clase media copta hacia aquellos países occidentales que les abren las puertas.
La tragedia es generalizable a todas las minorías cristianas de Medio Oriente. Considerados (y con razón) árabes por los israelíes y los occidentales, y cristianos, y en consecuencia cómplices de los nuevos "cruzados", por los movimientos islamistas, los supervivientes de las antaño poderosas iglesias de Oriente se sienten atrapados entre la espada y la pared y sólo piensan en irse.
Los cristianos de Egipto, Palestina, el Líbano, Siria e Irak, la sal de la zona, emigran en masa, en una sangría que ya alcanza a varios millones de personas en el último medio siglo.
Para la humanidad en su conjunto esto es un desastre. La pluralidad secular de Medio Oriente está en manifiesto peligro de extinción.
Convicción o conveniencia
En el siglo VII, cuando el islam arrancó de Arabia y conquistó los imperios persa y bizantino, el cristianismo era la religión mayoritaria en Medio Oriente. Jerusalén, Alejandría, Antioquía y Constantinopla eran las sedes de los patriarcados greco-ortodoxo, armenio, maronita, copto y nestoriano, que se disputaban entonces las almas de los fieles. Lógico: el mensaje cristiano comenzó a extenderse por el mundo a partir de la región natal de Jesús de Nazaret.
Con el paso del tiempo, la gran mayoría de los cristianos de Medio Oriente abrazó el islam por convicción o conveniencia. No obstante, millones de personas, aunque adoptando la lengua y la cultura árabes, guardaron su fe en el Líbano, Siria, Irak, Palestina y Egipto. Salvo durante cortos períodos de persecuciones, esos cristianos vivieron en paz bajo el dominio musulmán. Al igual que los judíos, pertenecían a un pueblo del Libro, y el islam toleraba sus creencias.
Tras la independencia de los países árabes del colonialismo francés o británico, los cristianos de Medio Oriente sólo consiguieron construir un país a su medida: el Líbano. En los años setenta, en el momento del comienzo de las guerras civiles, un millón y medio de árabes cristianos vivían en el país de los cedros, exactamente la mitad de su población. Hoy, los cristianos libaneses -maronitas y otros- ya no son mayoritarios allí. La causa radica en su constante éxodo y en el ascenso demográfico de los musulmanes chiitas.
Numéricamente, la más importante comunidad cristiana de Medio Oriente es la egipcia: un 8% de los 80 millones de habitantes del valle del Nilo. Los coptos han aportado el único secretario general árabe de las Naciones Unidas: Boutros-Boutros (Pedro en árabe) Ghali, que antes había sido vicecanciller de su país.
En el siglo XX, los cristianos de Medio Oriente estuvieron a la vanguardia de los movimientos panarabistas. Muchos tuvieron papeles importantes en grupos que reivindicaban el nacionalismo árabe laico y socializante, una corriente que los protegía frente al fundamentalismo islamista. Entre ellos, los dirigentes radicales palestinos Nayef Hawatmeh y Georges Habache; el sirio Michel Aflaq, fundador del baathismo, de fuerte implantación en Siria e Irak, y Tarek Aziz, que fue ministro de Relaciones Exteriores de Saddam Hussein.
Hoy, la democracia que persigue la "primavera árabe" es la causa política más abrazada por los cristianos de Medio Oriente. Y puede decirse que, sea en Egipto o en cualquier otro país árabe, no podrá hablarse de una democracia mínimamente aceptable si no son abolidas las discriminaciones que castigan a las minorías cristianas y a las mujeres. No es fácil.
Los costos egipcios
- Unos ocho millones de coptos, que representan el 10% de la población egipcia, viven actualmente en el país y constituyen la comunidad cristiana más numerosa de Medio Oriente.
- Si bien están presentes en todas las regiones de Egipto y en todas las categorías sociales, están escasamente representados en el gobierno, la justicia, las universidades y las fuerzas de seguridad.
- Dirigidos por el patriarca Shenuda III, los coptos ortodoxos constituyen la gran mayoría de esta comunidad, que además cuenta con unos 165.000 católicos.
- Los coptos datan de los albores del cristianismo, de la época en que Egipto fue integrado al imperio romano. Su decadencia comenzó con las invasiones árabes del siglo VII y la progresiva islamización del país.
- El ascenso de un islam más estricto agravó su sentimiento de marginalización, sobre todo, después de la caída del presidente Hosni Mubarak, en febrero.
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