Los 7 horrores de Quito
Los quiteños y residentes acabamos de elegir las siete maravillas de la capital. Propongo que también escojamos sus siete horrores. Algunas sugerencias:
1. Delincuentes Sin Fronteras. Organización internacional informal semejante a aquellas formadas por médicos y reporteros, pero con fines antisociales e inhumanitarios. Se ha enseñoreado en Quito y en el resto del país, gracias a nuestra irresponsable y demagógica política: “bienvenidos todos los extranjeros sin visa”, y a la miopía perceptiva ministerial. Operan con eficacia, profesionalismo y absoluta impunidad, como lo demuestra el reciente, preciso y odioso asesinato de Francisco Espinosa Álvarez.
2. Tráfico y Contaminación. Dos de las peores pesadillas de los quiteños que están asociadas. Efectos de varios antecedentes: topografía, deficiente transporte público, síndrome nuevo rico ecuatoriano, imprevisión y falta de planificación de sucesivos municipios. Causan pérdidas económicas incuantificables a todos los ciudadanos por atrasos y ausencias. Los viernes en la tarde se llega más rápido a muchos sitios caminando con gafas y máscara protectora… si no te asaltan.
3. Baches. Una vieja institución capitalina, tan quiteña como las papas con cuero y La Mama Cuchara. Los hay de diversa forma, diámetro y profundidad; algunos permanecen años sin reparar y son reconocidos y bautizados toponímicamente por los automovilistas. Los sucesivos municipios emprenden periódicos bacheos de a perro, que convierten algunas calles en “colchas de retazos”. Junto a los sifones destapados causan deterioro de vehículos e incluso accidentes.
4. Conductores. Los profesionales y los sportmen. La mayoría son (¿somos?) involuntarios homicidas en potencia sin saberlo, por nuestro irrespeto de las leyes y del prójimo. Cuando manejamos, nuestro cociente intelectual automáticamente desciende 20 puntos; así por ejemplo: aceleramos para impedir el ingreso de otro conductor a nuestra vía o usamos la bocina como algunos políticos la lengua. Somos corresponsables principales de la contaminación por nuestras costumbres: usar el auto hasta para ir a la tienda de la esquina y un auto para cada persona para ir a trabajar, como si viviéramos en Los Ángeles, California.
5. Alcantarillado. Obsoleto e insuficiente. Invariablemente colapsa en ciertos barrios cuando llueve con intensidad (o sea a cada rato) y ello obliga a rescatar en bote a los pasajeros de buses varados. Los ciudadanos contribuyen al colapso arrojando basura en los sifones, en una ciudad donde ha involucionado la cultura comunitaria y el amor por Quito. En algunos barrios, el colapso se acompaña de hundimientos del suelo, como en La Florida o Little Havana.
6. Juzgados. Concentrados en el centro norte de la capital y hacinados en edificios descuidados y disfuncionales. Poblados por algunos corruptibles magistrados, amanuenses, tinterillos y tramitadores. Atestados de millones de papeles y legajos que suman cientos de miles de juicios represados. Representan la comedia de nuestra (in)justicia y la desconfianza de los ciudadanos en ella. Tener que ir a uno de ellos por cualquier trámite basta para amargarle el día a cualquiera.
7. Palacio Legislativo. Hermoso edificio construido hace poco más de 50 años y aledaño a algunos juzgados. Representa la subsistencia hasta hoy de nuestras peores prácticas políticas y el aborto repetido de nuestra democracia. Su flamante restauración después del incendio, es un arreglo cosmético y funcional que no logra disimular el hedor nacional de su gangrena estructural.
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