Eramos tan vagos
Durante mucho tiempo, y aún hoy, fue creencia popular de que, en buena medida, los problemas de América Latina se debían a que sus habitantes eran holgazanes. Y las explicaciones iban, desde el clima caluroso, hasta el racismo: los latinos serían vagos por cuestiones culturales o, más bien, genéticas. Esta falsedad tapa la real causa de la falta de trabajo: las leyes laborales coactivamente impuestas por los estados, y otras regulaciones, que prohíben trabajar, por ejemplo, el que ganaría menos que el salario mínimo enfrenta la desocupación o el "trabajo en negro". Los salarios no se aumentan con leyes que exijan un nivel mínimo, sino con inversión de capital que demande más trabajo.
Personalmente, ya sabía que esta supuesta haraganería era falsa. Trabajé en Argentina, España y EEUU y comprobé que las personas tenían trabajos mucho más sacrificados en Buenos Aires que en Madrid, donde invertían más esfuerzo todavía que en Manhattan. Cuenta Nicolás Artusi que, un ranking de la Unión de Bancos Suizos, ubica a la Argentina entre los 10 países del mundo donde más se trabaja, un promedio de 2.053 horas anuales contra 1.141 en Alemania y 1.792 en EEUU. Los países pobres tienen las jornadas más extensas. En Perú, por caso, el 50,9% trabaja más de 48 horas semanales. En Argentina, 6 de cada 10 sufren cierto grado de estrés, en parte debido a la "híper competitividad" para mantener el trabajo, dada la alta desocupación, en un país empobrecido por un Estado asfixiante.
Ahora resulta que, según la Organización Internacional del Trabajo, un latinoamericano es tres veces menos productivo que un europeo. Claramente hay una relación entre exceso de trabajo y pobreza y la clave está en la baja productividad debido… a lo de siempre: la violencia destructiva. "De casa al trabajo y del trabajo a casa" repetía Perón dejando ver la verdadera vocación del estatismo: que las personas trabajen para el Estado, es decir, sean casi esclavos al servicio de los burócratas y políticos que utilizan el monopolio estatal de la violencia para todo tipo de regulaciones, para "organizar" a la sociedad.
El resultado de esta política de regulaciones coactivas (violentas) es, no solo la enorme pérdida de tiempo lidiando con la burocracia, sino que evita el desarrollo natural de la sociedad hundiendo su productividad. Por ejemplo, con la falsa excusa de "defender a la industria nacional", se dificulta el ingreso al país de mejor tecnología y a mejores precios. Algunos partidos "verdes" europeos (de verde poco, porque pretenden que el Estado imponga regulaciones coactivas desviando el desarrollo social natural), hablan de la jornada semanal de 21 horas. Lo que no es impensable, lo que es impensable es que resulte de la coacción estatal y no del aumento de la productividad del mercado natural.
Los socialistas intentaron imponer en Francia la semana de 35 horas y siete años después tuvieron que derogarla por impracticable. En Houston, Texas, la campaña Flexibles en la ciudad invita a los empleados a que libremente empiecen la jornada cerca del mediodía, para evitar los embotellamientos, provocando una baja del 58% en los niveles de estrés laboral. La catalana Iberdrola, con su política de "responsabilidad familiar", reestructuró su jornada para que sus empleados puedan salir a las 15.30 y aumentó la productividad y se redujeron el ausentismo, los accidentes laborales y los niveles de contaminación.
El autor es miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity en el Independent Institute, de Oakland, California.
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