Muammar Khadafy: El beduino que se convirtió en una caricatura feroz
Muammar Khadafy ha sido probablemente el último líder del Tercer Mundo. No del mundo no alineado y multilateral que hoy reúne el G-77 en una ecléctica mezcla de mandatarios democráticos (actualmente lo preside la Argentina) y gobernantes de facto, sino de aquel Tercer Mundo resultante de la Guerra Fría y que figuras como Tito, Nasser o Perón intentaron levantar a la sombra del enfrentamiento entre las grandes potencias.
Su biografía es casi idéntica a la de tantos otros tiranos emergentes de los movimientos de liberación que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Aunque sobrevivió a casi todos aquellos líderes contemporáneos, el paso del tiempo no pasó en vano para el coronel, cuya figura, exótica para el siglo XXI, se convirtió en la patética caricatura de un autócrata.
Nació el 7 de junio de 1942, en un campamento beduino cerca de Sirte, en un país que no existía. Libia era por entonces una colonia italiana, pero su desértico territorio llevaba meses siendo disputado entre el Afrika Korps de Erwin Rommel y el ejército inglés al mando de Bernard L. Montgomery. Fueron los aliados, finalmente, los vencedores y, al final de la guerra, Libia se convirtió en la primera colonia africana en alcanzar la independencia. Más tarde, las potencias occidentales lo lamentarían, pues la experiencia fue la chispa que inició los movimientos de liberación en el continente.
En la década del 50, Khadafy dejó el desierto para estudiar derecho y convertirse en militar. Fue en aquellos años en que las figuras de Gamal Abdel Nasser -el líder del mundo árabe que desafiaba a Occidente desde la vecina Egipto- y la lejana figura del Che Guevara influyeron en él, y le dieron un marco teórico a su tribal resentimiento contra la monarquía y los vestigios del pasado colonial.
El 1° de septiembre de 1969, con 27 años, fue la cabeza del derrocamiento del rey Idris y se convirtió en el gobernante de facto del país. Sin títulos oficiales, se erigió, sin embargo, en "Líder de la Revolución" o "Hermano Líder y Guía de la Revolución", y se ascendió a coronel.
Para los dictadores tercermundistas no había nada mejor que los dólares estadounidenses y los fusiles AK-47 soviéticos. Así, a lo largo de más de cuatro décadas en el poder, su gobierno osciló erráticamente entre diferentes ideologías. En los primeros años, intentó un acercamiento con Francia, pero luego pretendió la protección de Moscú. Abrazó el panarabismo (buscó la unión de su país con Egipto, Sudán, Siria e Irak) y, más tarde, el panafricanismo, dando impulso a la Unión Africana y buscando, otra vez sin éxito, la unificación de Libia con Chad, Túnez, Argelia y Marruecos. Sus años más radicalizados fueron los 70, cuando ensayó su propia ideología uniendo el socialismo ateo con el islamismo. Sus ideas las plasmó en el Libro v erde, publicado en 1975. En esos años, prohibió el consumo de alcohol y nacionalizó las empresas privadas, incluidos la industria petrolera y los bancos, y sólo permitió los negocios familiares.
En los años 80, intentó exportar su revolución verde al resto del continente y finalizar, a su manera, la obra inclusa del Che. Invadió el sureño Chad e intentó derrocar a su presidente, durante la llamada Guerra de los Toyota. También intervino en apoyo del ugandés Idi Amin en su guerra con Tanzania. El petróleo pagaba las aventuras. Y también servía para sostener diferentes grupos extremistas que encontraban en Libia su refugio. Desde los Montoneros argentinos hasta grupos terroristas alemanes, el desierto libio era el campo de entrenamiento de los movimientos que desafiaban a Occidente y a Israel.
Apoyo al terrorismo
Khadafy fue acusado de estar detrás de la Masacre de Munich de 1972, del atentado a una discoteca berlinesa en 1986 y de la bomba que derribó el vuelo 103 de Pan Am sobre la ciudad escocesa de Lockerbie en 1988, lo que más tarde admitió.
Para entonces, Khadafy ya estaba en la mira de la administración de Ronald Reagan, que desde comienzos de la década del 80 había tomado medidas económicas contra el régimen y luego pasó a la acción ordenando ataques aéreos contra las principales ciudades libias, en uno de los cuales murió una de sus hijas.
Khadafy, sin embargo, se mantuvo en el poder. Pero el fin de la Guerra Fría sumió al dictador libio en el aislamiento. Rodeado de una guardia personal de amazonas vírgenes y expertas en artes marciales, ataviado con brillantes túnicas de colores, sus dedos siempre tocados por enormes anillos y sus uniformes plagados de condecoraciones autoconferidas, el coronel Khadafy se fue convirtiendo en el personaje más excéntrico y cínico del panorama internacional.
En la última década, y mientras el abandono del patrocinio al terrorismo le permitió gozar de un nuevo acercamiento con Occidente, en especial con Italia, los signos de disconformidad de su pueblo comenzaron a hacerse más evidentes. En la década del 90, sofocó por lo menos tres levantamientos de sectores del ejército. En 2006 una brutal represión siguió a una rebelión en Benghazi, la cuna de los movimientos rebeldes que estallaron este año. El 27 de junio pasado, la Corte Penal Internacional aprobó la solicitud del fiscal Luis Moreno Ocampo y ordenó su arresto para juzgarlo por crímenes contra la humanidad.
El hombre que con su mirada de águila y puño de hierro gobernó despóticamente por 42 años Libia no podrá heredar el poder a sus hijos. El sueño de una dinastía para un país que él mismo inventó fue barrido, como barre todo la arena cuando el viento sopla del desierto..
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