Paz y libertad
Hace un tiempo leí un interesante artículo acerca de un aventurero que recorría el mundo en bicicleta. Me llamó la atención la profundidad de sus respuestas y la filosofía de vida que lo guiaba. Una de las cosas que más me impresionó fue que el periodista le preguntó cuáles eran las diferencias más grandes que notaba entre la gente de los diferentes sitios. Su respuesta me conmovió: lejos de anotar diferencias, afirmaba que en realidad los seres humanos somos más parecidos de lo que pensamos. Lo externo puede ser diferente, pero en realidad todos los pueblos de la Tierra, en el fondo, cultivamos y aspiramos las mismas cosas: la familia, el acceso a la educación, el trabajo, la libertad, la paz.
Los últimos acontecimientos, de un año para acá, así lo demuestran. Las revueltas que comenzaron en Egipto y se extendieron por todo el mundo árabe reclamaban libertad. Las protestas callejeras en Chile y Reino Unido exigen mejoras en educación y oportunidades de trabajo para los jóvenes. Las quejas de los migrantes en Estados Unidos y España tienen como finalidad reunificar y proteger a sus familias.
¿Es acaso tan evidente, que los gobernantes no pueden verlo? ¿Qué más tiene que pasar en nuestra sociedad actual para que quienes nos dirigen se den cuenta que donde sea que estemos, nuestras aspiraciones y reclamos serán siempre los mismos?
La libertad es uno de los valores más preciados para un ser humano. Lo hemos dicho desde esta tribuna varias veces. Hoy con más fuerza que nunca ese valor está en riesgo. Con tantos aires de socialismo soplando en América, la libertad se convierte en la bandera de lucha indispensable para todo padre de familia, que añora mejores días para sus hijos. Con tantos conflictos internos y corrupción, la paz se aleja de la mesa diaria y se convierte en un sueño utópico para los ciudadanos comunes.
¡Lo peor que nos puede pasar es que nos convenzan de que si ya no tenemos el poder para hacer que los gobiernos escuchen nuestros reclamos, es porque la democracia ha fracasado! Los sordos y ciegos han ejecutado mal los principios democráticos para vendernos la idea de que se puede vivir sin igualdad, paz ni libertad.
La libertad está por encima de cualquier otra necesidad humana. La paz llena más que cualquier discurso agresivo proclamando igualdad. Enfrentar a dos pares nunca conduce a conseguir paz, sino a engendrar más odio, resentimiento y pérdida de identidad nacional.
Un simple hombre en bicicleta vio más que todos los genios de la política contemporánea. La gente que está inquieta por no tener lo básico para vivir, puede acostumbrarse a no comer, pero jamás a ser esclavo. Tarde o temprano el espíritu se libera y exige lo que le corresponde por derecho natural.
Ecuador y el mundo buscan lo mismo. Queremos paz y libertad, queremos tranquilidad y armonía para entonces sí, poder trabajar, producir, sacar adelante a nuestras familias y hacer que este país salga adelante.
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